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Historia de una injusticia

30 de junio de 2002

No le dieron ni las gracias. Veinte años antes de que Alexander Graham Bell, el italiano Antonio Meucci creó un artilugio para transmitir la voz. El pobre no tuvo dinero para patentarlo, por lo que murió en la miseria y el anonimato. Ingeniero mecánico, nacido en Florencia en 1808, tras intentar hallar fortuna en Cuba Meucci terminó en los suburbios de Nueva York sin hablar ni una palabra de inglés. De hecho, no lo habló en toda su vida. En 1855 creó el teléfono para comunicarse con su mujer, que había quedado paralítica. El invento terminó en una casa de empeños aunque ahora el Congreso de Estados Unidos acaba de reconocer la autoría el aparato posiblemente más útil y rentable de todo un siglo.