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LA NUEVA INQUISICION

Por primera vez un documento del Vaticano condena abiertamente la Teología de Liberación

22 de octubre de 1984

La sola mención de la "Teología de la Liberación" produce automáticamente diversas interpretaciones. Mientras algunos la entienden en el contexto de un enfrentamiento entre catecismo y fusiles, o de un contubernio entre "La Biblia" y "El Capital", o de un mano a mano entre el proselitismo político y la Santa Misa, otros la ven como la declaratoria de guerra a una Iglesia tradicionalmente alineada con los poderosos, o imperdonablemente neutral ante la miseria y la opresión, o peligrosamente conciliadora con el imperialismo, la dependencia económica y el colonizaje cultural.
Para comprender su verdadero significado, sin embargo, hay que volver al punto de partida de esta controversia, que es la siguiente pregunta: ¿cómo ser cristianos en un mundo miserable?
La respuesta a esta pregunta se ha convertido en uno de los temas más espinosos de la Iglesia Católica contemporánea. Y la razón consiste en que muchos sacerdotes y monjas del Tercer Mundo, con América Latina a la cabeza, ya la han respondido bajo la forma de una nueva teología, la "Teología de la Liberación", que aunque aún dista mucho de tomar proporciones de cisma, ya ha sido denunciada por el Vaticano como "una herejía nueva y global" que de manera muy hábil ha encontrado la manera de mezclar la Biblia con Marx.
¿CISMA, HEREJIA O VERDAD?
El tema de la "Teología de la Liberación" ha merecido atención preferencial por parte de las jerarquías eclesiásticas desde la primera Conferencia Episcopal celebrada en Medellín, en 1969, cuando recibió lo que se ha denominado su "derecho de ciudadanía". Pero hace escasos días el asunto cobró inusitada publicidad cuando por cuenta de su libro "Iglesia, carisma y poder", cuyos planteamientos se consideraron alarmantemente retadores en el Vaticano, el sacerdote brasileño Leonardo Boff fue llamado a Roma a responder un cuestionario como vocero líder de la "Teología de la Liberación" en el continente. Esta ocasión fue aprovechada por la Iglesia para expedir su primer documento oficial sobre el tema, un texto de escasas 36 páginas que, sin embargo, contiene los planteamientos necesarios para dejar en claro que el Papa no quiere oír hablar de sacerdotes haciendo política ni de política mezclada con cristianismo.
La controversia desatada por la "Teología de la Liberación", si bien enmarcada entre complicados planteamientos doctrinarios, ha cobrado en la práctica alcances que tiene "revolando en cuadro" a los altos jerarcas de la Iglesia. El reciente viaje del Papa Juan Pablo II a Centroamérica tenía como uno de sus principales objetivos sentar de una vez por toda la posición de la Iglesia tradicional frente a las nuevas corrientes asumidas por un sector del clero centroamericano. Especialmente en Nicaragua a través de las llamadas "comunidades de base", varios sacerdotes habían tenido una participación muy activa en el proceso revolucionario, posteriormente algunos se vincularon al gobierno sandinista a través de posiciones claves como el caso archiconocido del poeta Cardenal. El dedo amenazador que el Papa levanta sobre la cabeza del sacerdote-ministro hincado de rodillas, fue captada por una fotografía que recorrió el mundo entero, y fue interpretada como el registro gráfico de la posición oficial del Vaticano frente a la que ha sido considerada una poca ortodoxa actualización política e histórica de cristianismo.
Aunque el documento recientemente expedido por el Vaticano fue, sin duda alguna, inspirado y aprobado con puntos y comas por el Papa, su verdadero cerebro es el Cardenal Joseph Ratzinger, cabeza de la "Sagrada Congregación para la doctrina de la Fe", antigua Inquisición. Ratzinger, que hace cerca de un año estuvo en Bogotá sentando las bases de la reciente salida oficial del Vaticano, había emitido ya un primer documental dirigido al Episcopado peruano, en el que calificaba la "Teología de la Liberación" de "peligrosa errónea y hereje". Sin embargo, en este nueva documento su posición es menos radical. Admite que la "Teología de la Liberación" no es mala en sí misma, ya que ella designa, en primer lugar "una preocupación privilegiada, generadora del compromiso por la justicia, proyectada sobre los pobres y las víctimas de la opresión. A partir de esta aproximación, se pueden distinguir varias maneras, a menudo inconciliables, de concebir la significación cristiana de la pobreza y el compromiso por la justicia que ella requiere". Al parecer, una de esas posiciones inconciliables es precisamente aquélla que pide prestada al marxismo sus herramientas conceptuales de la interpretación de la realidad.
Para quienes la cuestionan la "Teología de la Liberación" está convirtiendo al cristianismo en un factor de movilización sobre la base de la lucha de clases como realidad objetiva. De aquí la identificación entre el proletariado y el pobre de la Biblia, y la oposición entre Jesús como personaje histórico y el Cristo de la fe. Para el Vaticano, el riesgo está en que aceptando el marxismo como metodología de análisis se termine cayendo en la ideología marxista, y se reduzca el cristianismo a una realidad política.
Ante estas críticas el teólogo Leonardo Boff responde: "Marx no es el padrino de la Teología de la Liberación. La herramienta de análisis marxista es una mediación. Posiblemente es peligrosa pero es útil para, comprender la realidad social". Según los teólogos de la liberación, con el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez a la cabeza, el problema radica en que el Vaticano pide neutralidad, "pero no se puede ser neutral bajo el pretexto de la autonomía de la acción política o del carácter absoluto de la fe. Un cristianismo sin incidencias en la realidad histórica corre el peligro de interiorizar la fe, evadirse de la caridad socialmente entendida, y tergiversar la dimensión activa de la esperanza. En este mismo orden de ideas, afirman, "la teología de la liberación no es ni mucho menos la expresión de grupos foquistas, guerrilleros o de extrema izquierda".
Pero sin duda alguna el punto en el que la controversia se torna más sensible es en torno a la llamada "opción por los pobres", que los teólogos de la liberación esgrimen como una de sus principales banderas. Según Boff, "se trata de privilegiar a los pobres (sin exclusivismo) como el nuevo sujeto histórico emergente, que preferentemente va a realizar el proyecto cristiano en el mundo". En relación con esta opción, la Iglesia tradicional ha sido especialmente cuidadosa en escoger los argumentos para combatir la Teología de la Liberación: un paso en falso y ante los ojos de muchos quedaría colocada de inmediato del lado de los poderosos.
LA OFENSIVA CELAM
Figura clave en todo este cuestionamiento ha sido el Cardenal colombiano Alfonso López Trujillo.
Si el Cardenal Ratzinger ha sido el especialista que supo aislar lo que se ha considerado una de las "ramas podridas" de la teología de la liberación, monseñor López Trujillo se ha convertido en el inmunólogo encargado de buscar los anticuerpos necesarios para que el virus no se propague por toda América Latina. Primero como secretario del CELAM y luego como su presidente, se convierte en el principal impugnador de lo que él señala como las desviaciones de la teología de la liberación. Sus pronunciamientos se convierten muy pronto en la médula de la argumentación oficial del Vaticano, principalmente en lo que se refiere a la utilización del análisis marxista, sobre el cual se ha expresado en los siguientes términos: "El problema no es que los teólogos hablen fuerte cuando se trata de los pobres. El problema reside en la utilización ideológica de un instrumento de análisis marxista (...) lo que está en contradicción con el magisterio de la Iglesia" (...) El CELAM no puede quedarse silencioso (...) cuando sabemos hasta qué punto la estructura de la iglesia está en peligro por el uso indiscriminado, yo diría incluso acientífico de un análisis de hace 150 años que se quiere presentar hoy como una novedad"
En un artículo de julio de 1984, aparecido en Le Monde Diplomatique, firmado por el profesor de la universidad de Lovaina, Francois Houtart, que intentó reunir toda la argumentación que existía en contra antes del reciente documento oficial del Vaticano, se coloca a monseñor López Trujillo en el centro de este trascendental debate.
La preocupación del CELAM sobre el tema de la teologia de la liberación arranca en 1972, año que coincide con la elección de monseñor López Trujillo como secretario general de la organización. De ahí en adelante, se efectúan diversos foros dedicados a refutar a los teólogos de la liberación, e incluso se funda en Bogotá la revista Tierra Nueva, especializada en el tema. De esta primera estrategia que podría considerarse "intelectual" se pasa a una segunda que ha sido denominada como "burocrática", en la cual se reorganizan las instancias del CELAM, removiendo a algunos sacerdotes considerados "desviacionistas", para reemplazarlos por hombres considerados "seguros". Todo esto se hace con la colaboración del Vaticano a través de la Comisión para América Latina (CAL) sobre la cual segun Houtart, monseñor ejerce gran influencia. Y finalmente viene la tercera estrategia: ofrece apoyo logístico a los episcopados locales con el fin de hacerle frente al problema de las comunidades de base, especialmente en Nicaragua, donde se vincularon de manera activa al proceso revolucionario. De ahí, entre otras razones, el viaje del Papa a Centroamérica, celosamente organizado por el CELAM, que tiene su punto culminante en el llamado perentorio del Vaticano a los sacerdotes-ministros de Nicaragua señalando la incompatibilidad de su misión apostólica con la militancia política.
Según Houtart, el conjunto de estas estrategias exige evidentemente medios considerables, que el CELAM ha obtenido de diversas fuentes, pero principalmente de fundaciones católicas alemanas y de organizaciones estadounidenses privadas.
Pero si bien la corriente contra la teología de la liberación es fuerte, no menos lo es la que la defiende. La Conferencia Episcopal brasilera, la más importante del continente, ha manifestado fuertes reservas frente a la política adelantada por el CELAM y lo mismo han hecho las comunidades de base en diversas regiones del continente. Sin embargo, las nuevas nominaciones episcopales, en opinión de algunos, han triunfado en su intento de erosionar esta corriente, así como la intervención de monseñor López Trujillo frente a las organizaciones católicas de ayuda al desarrollo a las que, según Houtart, habría pedido retirar su apoyo a las iniciativas pastorales sociales a grupos y personas ligadas a la Iglesia de los pobres. Y como ejemplo cita una carta enviada por monseñor López al señor Philip Potter, Secretario General del Consejo Ecuménico de las IgleSias, a comienzos de 1982, en la que le reprocha la ayuda, especialmente financiera, dada a grupos que se ocultan tras "formas de expresión teológicas ideologizadas y radicalmente críticas de la Iglesia, de sus pastores y de sus estructuras, cuando no son los principios mismos de base de la fe". Al parecer, la ofensiva de monseñor López Trujillo para "desactivar" los sectores liberacionistas de la Iglesia, ha sido registrada con beneplácito en Roma. Hasta tal punto, que en una audiencia privada a comienzos de este año, el Papa le habría expresado su aprecio con estas palabras: "Su aporte al estudio y a la clarificación de la teología, en particular de la llamada teología de la liberación, fue y sigue siendo un eminente servicio a la Iglesia".
FOUCHE Y EL INQUISIDOR
Sin embargo, no son pocos los que consideran a monseñor López Trujillo una especie de Fouché del Vaticano, que actúa en llave con el cardenal Ratzinger, considerado una especie de inquisidor moderno. Y que incluso acusan al obispo colombiano de haber implementado en contra de los teólogos de la liberación jugadas tan políticas como aquellas que él mismo se ha dedicado a denunciar como peligrosas en el seno de estas nuevas corrientes del clero latinoamericano. Frente a estas acusaciones, el secretario general del Episcopado colombiano, el presbítero Guillermo Melguizo, comentó, interrogado por SEMANA: "El cardenal López Trujillo es una figura muy discutida pero muy valiosa. Bajo el riesgo de perder popularidad y hacerse odioso, se constituyó en defensor de la auténtica teología de la liberación y desenmascaró sus desviaciones. Es muy enterado en teología y marxismo. Es el blanco de las críticas, porque tuvo valentía".
Por lo pronto, la pregunta que queda por hacer es de hasta qué punto ha triunfado el intento de aislar el virus de la teología de la liberación. Si bien es cierto que la controversia venía prendiéndose de manera intermitente después del documento del cardenal Ratzinger la situación ha quedado colocada en alerta roja. El reto del Vaticano consiste ahora en presentar alternativas que contrarresten la fascinación que produce la propuesta de un cristianismo alineado preferencialmente con los pobres y los oprimidos, en un continente como el latinoamericano, donde habita el 40% de los 784 millónes de católicos del mundo, en insostenible situación de pobreza y de opresión.