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LOS TRAPOS AL SOL

Aún inédito, "La llama y el hielo", el libro de Plinio Apuleyo Mendoza comienza a levantar ampolla. SEMANA publica en forma exclusiva polémicos apartes sobre García Márquez y Botero.

19 de noviembre de 1984

¿Transgresor o traidor?. Este interrogante se planteó no hace mucho tiempo cuando el recientemente fallecido Truman Capote, comenzó a publicar en la revista Squire segmentos de una novela que se llamarí Answered Prayers ("Plegarias escuchadas"). Después de haber pasado cuatro años recopilando notas y escritos de su diario, Capote pretendía utilizar el material en ese libro que había concebido como una variante de la novela real. Pero aparecidos algunos capítulos en la revista norteamericana, se desencadenó la ira de ciertos sectores que lo acusaron de traicionar confianzas, de abusar de la amistad y aun de los mismos enemigos. Frente al alud de críticas que produjo la publicación de los primeros capítulos, Capote había dicho: "el tema incluye política social, no mérito artístico. Nada más diré que lo único que un escritor debe trabajar es la documentación que ha recogido como resultado de su propio esfuerzo y observación, y a uno no puede negársele el derecho a emplearla. Se puede condenar, pero no negar".
Algo similar parece esíar gestándose en Colombia, a raíz de la próxima publicación del libro "La llama y el hielo" del escritor y periodista Plinio Apuleyo Mendoza. Aun cuando la obra no ha entrado en imprenta ya es seguro que, por cuenta de lo poco que ha trascendido de su contenido, muchas serán las cosas que jamás volverán a ser como aníes: viejas amistades se han quebrado, editores que habían manifestado un interés inicial en sus publicaciones se han echado para atrás, y su autor, Plinio Mendoza, acepta haber introducido modificaciones en el texto como consecuencia de acusaciones que se le han hecho de infidencia, deslealtad y espionaje.
¿Por qué tanto alboroto? El libro gira en torno a cinco personajes. Pero es con respecto a dos de ellos, Gabriel Garcia Márquez y Fernando Botero, que la polémica parece estar empezando a tomar vuelo. El asunto radicaría en que el autor, aprovechando el acceso fácil a la vida privada que lazos de amistad con los personajes le permitieron en el pasado, revela datos y circunstancias que podrían ser interpretados, y efectivamente lo han sido, como inaceptables transgresiones de la intimidad. El mismo autor parece reconocerlo cuando dice en el prefacio que, "este libro, al parecer, se permite libertades indebidas. (...) El riesgo es el de desempeñar con personas muy cercanas a mi, que aparecen con su propio nombre --algunas célebres, otras no--, el papel ingrato de un espía".
Es precisamente este papel de espía ("todo escritor en el fondo es un espía", escribió Mendoza el domingo pasado en el suplemento de El Tiempo), el aspecto que más habría herido susceptibilidades en el caso concreto de Mercedes, la mujer de García Márquez. "Ella ha tomado mal el libro", dice Mendoza y agrega que lo acusa de haber cometido un pecado de infidencia. De que él actuó como un espía. Mercedes, sin embargo, no es la única que ha manifestado su desacuerdo. Eligio, el hermano periodista de Garcia Márquez, quien también tuvo acceso a segmentos del libro, según Mendoza "un tipo excelente, bueno como el pan, pero más papista que el Papa, va por todos lados expresando su horror ante el sacrilego que tocó el bronce". Que Eligio García Márquez tiene argumentos en contra del libro, los tiene. "El problema no es ético, le dijo a SEMANA, lo que es increible es que la única persona que no sólo por el conocimiento que tiene de Cabito, sino por las dotes que tiene de escritor, haya desperdiciado la oportunidad de hacer "El Retrato" de Carcía Márquez. El libro resulta ser una serie de divagaciones de Plinio, que qué carajos le importan a nadie, salpicadas de uez en cuando con alusiones a Gabito. Eso es una farsa".
Pero, a todas éstas, ¿qué dice el propio Garcia Márquez? "Leí el manuscrito y no me gustó", afirma Mendoza que el Nóbel le dijo "Tengo muchos reparos qué hacerle". Parece ser que el autor no se limitó solamente a dar sus puntos de vista sobre Cuba, sino que también se habría tomado el atrevimiento de "escoger" los del propio García Márquez. Sobre esta base, Mendoza, como lo deja saber en su artículo de El Tiempo, modificó algunas páginas del manuscrito, suprimiendo unas y agregando otras, pero en todo caso, dejando constancia de que Garcia Márquez jamás se lo pidió.
Todas estas críticas parecen converger en el mismo punto, un punto que se ha venido insinuando en los círculos intelectuales del país y que el mismo Mendoza parece querer exorcizar, cuando afirma en el prólogo del libro que teme ser acusado de estar utilizando o explotando a un amigo célebre.
Esta misma acusación se la hacen con respecto a Botero, con la diferencia de que la amistad con este último se había roto hacia tiempo, como Mendoza lo cuenta en un capítulo del libro. Pero existe un ingrediente adicional que agravaría el tratamiento que el pintor recibe en "La llama y el hielo". Mientras la posible transgresión de Mendoza en el caso de Garcia Márquez se enmarca dentro de lo que pudiera considerarse una "intimidad intelectual", en el caso de Botero la transgresión se hace en el terreno de la intimidad sentimental, revelando detalles de aventuras de faídas, compartidas en virtud de la camaradería y la confianza que otorga una amistad.
Parece existir consenso en torno al hecho de que Plinio Apuleyo Mendoza es el mejor escritor de semblanzas que hay en el país. Prueba de ello es la que aparece en el libro sobre el escritor y periodista barranquillero Alvara Cepeda Samudio. Mendoza afirma que con este primer retrato, que ya había sido publicado, creyó haber definido el estilo, el tono y la estructura del futuro. Sin embargo, una vez concluido, se dió cuenta de que ya no podía definirse como un libro de retratos: "los personajes presentados en él en vez de ocupar el espacio que exigiría un verdadero retrato, sirven más bien de soporte --de soporte no de pretexto-- a una especie de autobiografía, a una forma de memorias que por fortuna, creo, escapa los hábitos ya fatigados de este género".
Y es aquí, precisamente, donde podría encontrarse el error de perspectiva del autor: haber utilizado; dos famosos personajes para convertirlos a la fuerza en interlocutores y, través de ellos darle otra dimensión; sus reflexiones personales. Así muchos sospechan desde ya, que lo que hubiera podido ser el mejor libro de semblanzas sobre cinco personajes que nadie conocía tan bien como Plinio Apuleyo Mendoza, será otro libro escandaloso más, plagado de indiscreciones de alguien que, ajeno al poder y la gloria, los conoció sin embargo en la intimidad.
Cabe aquí nuevamente la pregunta inicial: ¿transgresor o traidor?. SEMANA, en vista de que será el lector quien diga la última palabra, publica a continuación en forma exclusiva apartes de los capitulos que seguramente serán el núcleo de una agria controversia que, como caso insólito las excusas y justificaciones prematuras de su autor se encargaron de inaugurar.--