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"MI INTERES POR EL PODER ES DESINTERESADO"

FERNANDO CEPEDA ULLOA:ENTREVISTA

2 de mayo de 1988

Después de conversar durante algunos días con varias personas que lo conocen de cerca, SEMANA se reunió durante dos horas y media con el ministro Cepeda.Estos son los apartes más importantes de la entrevista que sostuvo con él.

SEMANA: Todo el mundo asegura que el sanedrín, ese grupo de asesores del presidente Virgilio Barco que tanto juego tuvo durante la campaña de 1986 y durante los primeros meses del gobierno, ya no existe, y que usted lo ha reemplazado, que usted es ahora el hombre clave del gobierno, el poder detrás del trono, en fin, el que manda.
FERNANDO CEPEDA: Durante los seis primeros meses del gobierno y algo más, se dijo exactamente lo contrario, que yo no tenia influencia alguna. Yo creo que ambas percepciones son igualmente equivocadas.Ni fue cierto que nunca la tuve, ni es cierto que ahora la tengo en forma desmedida.

S.: Pero para muchos conocedores, es un hecho que usted desbancó a Custavo Vasco.
F.C.: Todos los ministros y algunos otros funcionarios son los consejeros del Presidente. Yo no pretendo, en esta materia, tener más influencia que los otros.

S.: Pero el hecho es que en este gobierno se han dado transformaciones fundamentales que, justa o injustamente, se le atribuyen en buena parte a usted, comenzando por la implantación del esquema gobierno-oposición y llegando hasta la propuesta del plebiscito.
F.C.: En la memoria que escribí como ministro de Gobierno, explico en detalle la naturaleza y el significado del cambio político que se introdujo en Colombia con el inicio de la administración Barco. Ese cambio gira en torno de por lo menos tres conceptos:responsabilidad, participación y eficiencia. He estado involucrado en promover acciones que tienen que ver con estas tres categorías. El esquema gobierno-partidos de oposición las sintetiza, pero no las agota.

S.: La gente que lo conoce y lo quiere, y la que no lo conoce y no lo quiere, coinciden en que usted es bueno para darle una teoría a cualquier idea, pero que es malo para llevarla a la práctica.
F.C.: Teorizo todo el santo día, hasta en las cosas más triviales. No digo nunca "conversemos". Digo, "teoricemos". Pero pocas personas como yo han tenido tanta capacidad de realización en medio de situaciones tan difíciles. Ahí está la universidad de los Andes. Cada cosa que hice, la hice con gran oposición y gran crítica y ahí está. La hice con empecinamiento y eficiencia, y ahí está. El sentido practico mío es impresionante.

S.: Pero se dice que su sentido práctico se extiende a prácticas clientelistas como nombrar personas de su grupo, personas que han estado antes con usted, en importantes cargos del gobierno.
F.C.: Durante mi paso por el Ministerio de Gobierno, aparte de mi secretaria privada, no hubo un solo funcionario nombrado por mí que yo conociera de antes. Y en el Ministerio de Comunicaciones, hasta hace dos meses, no había nombrado a nadie. Entre otras cosas, porque los sueldos del gobierno no son sueldos para mis amigos.

S.: Digamos entonces que más que nombrar amigos, usted tiene una gran influencia en los nombramientos que hace el Presidente o que hacen otros altos funcionarios del gobierno.
F.C.: Cuando tengo oportunidad de opinar sobre esas materias, me limito a aportar elementos de juicio que contribuyan a que el señor Presidente tome una decisión tan acertada como sea posible. Jamás daría opiniones en esta materia por mi cuenta y riesgo, si no hay un interés por parte del Presidente en escuchar esas opiniones. Además, estoy seguro de que escucha muchas.

S.: Ya que hablamos del Presidente, ¿por qué no nos define su estilo?
F.C.: Yo describiría su estilo con muy pocas palabras: muy firme, muy prudente y, una vez que toma una decisión, resulta difícil que la eche para atrás, porque esas decisiones son el resultado de procesos muy elaborados de evaluación de pros y contras. Del Presidente se dijo durante la campaña, que estaba manejado por los ex presidentes y por los parlamentarios. Después, que era un hombre solitario y que no consultaba ni a los unos ni a los otros. Este es otro caso en el que las dos percepciones son equivocadas.

S.: Usted ha sido consejero de dos presidentes, López Michelsen y Barco. ¿Cómo compara esos dos estilos de gobierno?
F.C.: Se trata de dos estilos completamente diferentes, con formas de proceder muy distintas. El presidente López deliberaba menos en grupo; al menos en la experiencia que me tocó vivir a mí. Mis charlas con él fueron más bien de tipo individual, no muy largas y en las cuales recibía más bien órdenes de trabajo, cuyo resultado nunca me comentó posteriormente. Esta era una de las cosas más duras. En cambio, el presidente Barco trabaja casi siempre en grupo. Excepcionalmente lo hace en forma individual. Son reuniones de dos o tres personas con él, durante las cuales se analizan los temas y se les da vuelta. Es un hombre más prudente, más cauteloso. López era definitivamente más beligerante.

S.: ¿ Cuáles son a su criterio, las reformas que necesita Colombia?
F.C.: Las reformas son muchas y han sido esbozadas mil veces. A mí lo que me sorprende es que hay una que, en mi opinión, es absolutamente inaplazable y de la que pocos hablan:un cambio radical en la forma como el país se relaciona con sus Fuerzas Armadas.

S.: Por favor señor ministro, explíquese.
F.C.: Es un punto que tocó recientemente el general Oscar Botero en una carta pública. Para que las Fuerzas Armadas puedan cumplir su misión, tienen que contar con más apoyo y solidaridad nacional. Uno de los elementos esenciales para conseguir esto, es que el servicio militar sea realmente obligatorio para todas las capas de la sociedad. No es justo ni democrático que, en una situación de orden público como la actual, se acepte como normal que solamente los pobres tengan que ofrendar su vida en esta lucha. Yo considero que esto comprometería a toda la nación en todos sus sectores, con las Fuerzas Armadas.

S.: ¿ Qué le gusta a usted del poder?
F.C.: Ustedes no me creerán, pero tengo un interés desinteresado en lo que estoy haciendo. Y cuando lo deje de hacer, no voy a sentir la menor nostalgia.

S.: Y cuando lo deje de hacer, ¿ a qué se va a dedicar?
F.C.: Pueden estar absolutamente seguros de que no me interesa la acción política. No hay la más mínima señal de que utilizo o he utilizado las funciones que he ejercido, para obtener ventajas políticas de orden electoral. Si cuando deje de hacer lo que estoy haciendo puedo volver a la universidad, lo voy a hacer.

S.: Bueno, y si regresa a la universidad, ¿qué es lo que más le va a hacer falta del poder?
F.C.: Las caricaturas de Osuna.