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NUESTRO HOMBRE EN LA HABANA

La amistad entre Fidel Castro y Gabriel García Márquez será el tema de un libro que publicará proximamente el gobierno cubano.

14 de febrero de 1983

Gabriel García Márquez es un hombre muy importante en La Habana. En esa capital de la revolución, donde desfilan permanentemente grandes personalidades del mundo, el autor de "Cien Años de Soledad" es objeto de un tratamiento al que son acreedores solamente los favoritos del régimen. Una de las mejores residencias del gobierno cubano, propiedad en el pasado de algún magnate azucarero, ha sido puesta a su disposición. Un lujoso Mercedes Benz 450 negro lo transporta de un lado a otro; los grandes jerarcas del gobierno lo visitan; la prensa habla de él. Todas estas deferencias son anteriores al otorgamiento del Premio Nobel y obviamente no obedecen a ninguna función o representatividad oficial. Ni siquiera se puede decir que tienen su origen exclusivamente en méritos literarios. La semana pasada, cuando el escritor se hallaba en Cuba para recibir el premio Félix Varela, se encontraban también en la isla Graham Greene, Mario Benedetti, Pablo González Casanova, Miguel Otero Silva, Julio Cortázar y otros grandes del mundo de las letras. Sin embargo, algo era evidente, no podía haber ninguna confusión: Gabo estaba en una categoría propia. Los otros eran simplemente escritores.
La categoría a la cual García Márquez pertenece es la que más peso tiene ante el régimen revolucionario de La Habana: amigo personal de Fidel Castro. Son muy pocos los extranjeros acreedores a este título y Gabriel García Márquez es, sin lugar a dudas, uno de ellos. Castro, uno de los hombres más ocupados del mundo, pasa todos los días por la residencia del escritor. Casi siempre no hay propósito diferente que el de una conversación informal. Los horarios son impredecibles. Algunas veces el comandante en jefe "cae" a las 12 de la noche y se va a las 5 de la mañana. En raras ocasiones termina la reunión antes de la media noche. En otras oportunidades pasan el fin de semana juntos en "El cayito", una pequeña isla a donde a veces se escapa el veterano revolucionario a descansar. Allá, el antideportivo García Márquez espera en la lancha mientras el atlético Fidel arponea certeramente docenas de peces. Posteriormente, los dos supervisan la preparación de la comida, arte en el cual los dos se reclaman expertos. El plato favorito de ambos es langosta a la parrilla. También comparten fechas importantes. Fidel fue el último en estar con el Nobel antes de salir a Estocolmo. El pasado año nuevo, Castro asistió a una fiesta ofrecida por Gabo para sus amigos cubanos. El proximo 21 de marzo, Castro les celebrará personalmente a García Márquez y a su esposa Mercedes, las bodas de plata. Se trata de un compromiso adquirido hace cuatro años por Fidel. Mercedes de García Márquez es la única colombiana que rivaliza con el Nobel en los afectos del comandante en jefe. Antes de las bodas de plata irán a Nueva Delhi, en el avión presidencial, a la reunión de los No Alineados. Más tarde, se reunirán en La Habana para trabajar en un gran reportaje que Fidel Castro le dará a García Márquez con motivo de los 25 años de la revolución cubana.
El tema será la evolución personal de Fidel en este cuarto de siglo. Castro tomó el poder a los 32 años y García Márquez considera que un extenso diálogo sobre su desarrollo y transformación en este lapso constituira un gran compromiso periodistico e histórico. El estilo del reportaje tendrá el tono personal que sólo pueden tener las conversaciones entre grandes amigos. Algo parecido a "El olor de la guayaba", pero con la diferencia de que Gabo en lugar de ser el entrevistado será el entrevistador. Castro, quien casi nunca da entrevistas exclusivas, ha accedido en esta ocasión a sentarse largas horas a hablar de sí mismo. El documento que de ahí salga será sin duda un buen impulso inicial para el periódico de García Márquez, donde será publicado inicialmente.
La historia de una amistad
¿Cuándo y cómo nació una amistad de esta naturaleza entre estos dos hombres? La respuesta a este interrogante es objeto de un próximo libro que se publicará en Cuba con el título de "Gabriel García Márquez". Será el tomo 6 de una biografía oficial de Fidel Castro que llevará el nombre de "En marcha con Fidel "y que se encuentra actualmente en proceso de elaboración. El autor es Antonio Núñez Jiménez, la persona más cercana a Fidel Castro desde la muerte, hace tres años, de su inseparable compañera, Celia Sánchez. Núñez, condiscípulo de Castro y veterano de la Sierra Maestra, ha sido desde entonces hombre de confianza de Fidel. Es una persona extraordinaria amable, con apariencia de franciscano que siempre está cerca de Castro. Según él, después de 20 años de reticencia éste finalmente dio luz verde hace 4 años al proyecto y desde ese momento, la grabadora de Núñez registra la materia prima para la obra.
Este es el hombre que ha acompañado oficialmente a Gabo durante sus estadías en La Habana, hasta llegar a convertirse en su amigo más íntimo en Cuba. Su famosa grabadora ha logrado obtener largos monólogos de Castro y García Márquez describiendo, cada uno desde su ángulo, cómo se ha desarrollado la relación con el otro.
La síntesis de estas dos versiones será la base para el tomo de la biografía de Fidel sobre García Márquez.
SEMANA tuvo la oportunidad de conversar tanto con el autor como con los protagonistas de la obra y pública con base en ésto, un esbozo de la relación especialísima que existe entre Fidel Castro y Gabriel García Márquez.
El relato comienza en 1956 cuando Gabo vivía en París en un pequeño hotel de la Rue Cuyas. En esa angosta callecita llena de hoteles de tercera, habitaban varios exiliados latinoamericanos. Eran los días oscuros de las dictaduras cuando en Colombia gobernaba Rojas Pinilla, en Venezuela Pérez Jiménez, en Cuba Batista, en la República Dominicana Trujillo y así sucesivamente. García Márquez ocupaba la habitación más insignificante en el Hotel des Flandres y, enfrente, al otro lado de la calle, en un cuartucho parecido del hotel St. Michel, vivía el poeta cubano Nicolás Guillén. En alguna ocasión, con motivo de las frecuentes conversaciones que sostenían sobre la situación latinoamericana, García Márquez le preguntó al poeta qué posibilidades existían de un cambio en Cuba. Guillén le respondió que muy remotas, pero que, sin embargo, veía una "lucecita". Se trataba de un muchacho llamado Fidel Castro que se encontraba en ese momento en México. La palabra "lucecita" y el nombre quedaron grabados en la cabeza del entonces periodista, quien desde ese momento comenzó a interesarse en el personaje.
Tres años después, el "muchacho" a quien había hecho referencia Guillén, a la cabeza de una montonera de barbudos, derrotaba al ejército de Batista y se convertía en el líder del gobierno revolucionario cubano. Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue llevar a juicio a los agentes de Batista acusados de atrocidades durante la guerra. Varios de éstos fueron sentenciados a muerte y el "paredón" cubano se convirtió en objeto de una gran polémica mundial. El 20 de enero de 1959, el gobierno invitó periodistas de todo el mundo para que vieran por sus propios ojos cómo operaba la justicia revolucionaria.
Esto fue conocido con el nombre de "operación verdad". Uno de los periodistas que asistió fue García Márquez quien, por aquella época, trabajaba en Caracas para una revista venezolana. Le correspondió presenciar el juicio de Sosa Blanco, un alto oficial batistiano a quien se le acusaba de haber asesinado 108 campesinos indefensos. El proceso era una especie de circo romano en el cual docenas de viudas y huérfanos rendían testimonio ante el tribunal revolucionario. A pesar de lo tropical e inortodoxo del procedimiento, a García Márquez le causaron una gran impresión las desgarradoras escenas de humildes campesinas vestidas de luto reclamando justicia, mientras Sosa Blanco se defendía alegando que él se había limitado a cumplir órdenes.
Interrogado Castro en una rueda de prensa sobre el caso Sosa Blanco, le llamó la atención a García Márquez la habilidad con la que el joven líder se fogueaba frente a los interrogatorios de los más veteranos periodistas del mundo. A una pregunta sobre si Sosa Blanco no se estaba limitando a cumplir órdenes, Castro respondió: "Nadie está obligado a cometer atrocidades". García Márquez pensó en ese momento: "Este hombre es más que un guerrillero".
Entusiasmado por el proceso revolucionario cubano, el periodista entró a colaborar en la recién creada Prensa Latina, agencia organizada por el gobierno cubano para contrarrestar el monopolio de la información de las grandes agencias internacionales. En calidad de corresponsal, se trasladó a Bogotá y posteriormente a Nueva York. Durante todo ese período viajaba con frecuencia a Cuba. El vuelo en esa época se hacia por Pan American, con escala en Camaguey. En uno de esos viajes, durante la escala, estando en el aeropuerto, García Márquez vio a Castro quien también esperaba partir para La Habana. Fidel estaba con Celia Sánchez, la veterana de la Sierra Maestra que lo había acompañado desde los días de su juventud y a quien Gabo había conocido durante la "operación verdad". Celia Sánchez los presentó. García Márquez estrechó, entonces, por primera vez, la mano de quien 20 años después habría de ser su entrañable amigo. Sin embargo, habrían de pasar algunos años para que ésto sucediera. Entonces, 1960, Castro era ya una figura de primera linea de la política mundial y Gabriel García Márquez era un simple aunque talentoso "cargaladrillos" .
La semana entrante: "De tú a tú". El prestigio literario que le da a García Márquez "Cien años de Soledad" y el interés de Castro por la literatura latinoamericana comienzan a unir a los dos personajes.--