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¿QUE TIPO DE ALCALDE SERA PASTRANA?

FERNANDO BOTERO ZEA
4 de julio de 1988

Superado el proceso electoral del 13 de marzo la atención de los colombianos se ha centrado en los candidatos que conquistaron el poder de las alcaldías. Hasta el momento, el interés de la nación se ha dirigido hacia Bogotá en desarrollo de la más elemental lógica política. Como es evidente, lo que sucede en la capital tiene incidencia en lo que acontece en el resto del país y, a la vez, la Alcaldía de Bogotá es, en sí misma, una de las posiciones más importantes en Colombia.
En términos generales, el alcalde de cualquier gran ciudad está situado en el centro de un inmenso y complejo sistema de toma de decisiones. A ese centro llegan a diario las demandas y reclamos de miles de ciudadanos inconformes por la prestación de los servicios públicos. La fragmentación extrema de las instituciones que el alcalde gobierna -o intenta gobernar- lo obliga a enfrentarse a diario al poder de los jefes políticos, los concejales, los sindicatos de trabajadores estatales, los banqueros nacionales o internacionales, y las diversas organizaciones populares que por norma reflejan la insatisfacción general. Todos ellos ejercen una presión constante sobre los limitados recursos políticos, burocráticos y financieros del alcalde y sobre su escaso tiempo. Ante el agobio de estas responsabilidades y preocupaciones, los alcaldes adoptan en forma consciente o inconsciente diferentes estrategias de liderazgo administrativo y político.
Por lo general, los alcaldes de la grandes ciudades difieren en dos dimensiones fundamentales. En primer lugar, en la cantidad de recursos políticos y económicos que tienen a su disposición para enfrentar los principales problemas de la ciudad. Segundo, en el grado de innovación o activismo que utilizan en su trabajo cotidiano. Estas dimensiones, a su vez permiten la identificación de cuatro tipos diferentes de alcaldes, caracterizados por una misma situación frente a la ciudad y una misma estrategia de liderazgo administrativo y político: alcalde-activista, el alcalde transforador, el alcalde-jefe político y el alcalde-componedor.
El alcalde activista posee escasos recursos políticos y económicos para el desempeño de su cargo y compensa esta carencia con un estilo de gobierno innovador y activista. Remplaza el jabón de las realizaciones concretas con la espuma de su imagen como alcalde. Como suele no tener los instrumentos necesarios para generarle soluciones al problema de los servicios públicos o al de la inseguridad, el alcalde activista tiende a dramatizar las dificultades urbanas a través del poder de su retórica y su personalidad. Pero a la vez, su falta de control sobre la administración municipal lo obliga a asumir el papel de bombero, apagando un incendio gubernamental detrás del otro. Con profunda desconfianza hacia una burocracia que no controla y que normalmente le es hostil, el alcalde activista basa su gestión en un estilo administrativo altamente centralizado en donde el escaso poder lo detenta un puñado de funcionarios de confianza.
El alcalde transformador posee amplios poderes políticos y económicos y los combina con una aproximación innovadora a su labor cotidiana. Basa su poder político -y su prestigio- en la realización de grandes obras de infraestructura o en el desarrollo de ambiciosos programas gubernamentales. En forma literal, el alcalde transformador construye su imagen en la misma medida en que desarrolla sus obras. No centraliza el poder en su despacho sino que ejerce plenamente su dominio sobre el aparato burocrático. Procede entonces a nombrar su gabinete y le otorga a cada uno de sus secretarios, gerentes y directores los recursos que requieren orden a participar en su obra de transformación.
No es casual que los mandatarios locales más recordados por la opinión pública tiendan a asimilarse al perfil del alcalde transformador. Ciertamente es el caso de Fernando Mazuera Villegas, Virgilio Barco Vargas, Hernando Durán Dussán y Julio César Sánchez García, alcaldes de Bogotá en los últimos 30 años, o el caso del Alcalde William Jaramillo de Medellín o Rodrigo Escobar Navia de Cali.
El tercer tipo de alcalde es el alcalde-jefe político. Posee suficientes recursos para realizar su gestión pero asume un papel pasivo y tradicional frente a la problemática de la ciudad. De alguna forma los recursos existentes son utilizados prioritariamente para mantener el control político, más que en solucionar las crisis urbanas. En otras latitudes, el ejemplo clásico del alcalde jefe político es el célebre Richard Daley de Chicago, quien dominó esa ciudad por décadas con base en su particular estilo de gobierno.
Finalmente... el alcalde componedor. Caracterizado por la carencia de recursos políticos y económicos, y por la actitud pasiva frente a problemática urbana, el alcalde componedor busca ante todo la paz política de la ciudad. Con ese fin establece un sistema de repartición milimétrica de las prebendas estatales para lograr el anhelado equilibrio político. Su aproximación se describe con una sola palabra: la cautela. Procede con suma cautela ante los conflictos que llegan a su despacho pero no olvida nunca que los problemas son para manejarlos, no para solucionarlos, en la lógica implacable de la realidad política municipal.
A primera vista resulta difícil encasillar a Andrés Pastrana en una de estas cuatro categorías. Se trata de un fenómeno político nuevo sin claros antecedentes en el país. Con todo, un análisis cuidadoso permite arrojar alguna luz sobre los posibles perfiles de su administración.
Para empezar, nos estamos refiriendo a un alcalde que sin duda posee cuantiosos recursos de poder político. Realizó una impecable campaña política y obtuvo su victoria en franca lid democrática con una votación muy superior a la de sus adversarios liberales y superior incluso a la registrada por su propio partido. Conservadores, liberales y gentes sin partido confluyeron para dirimir las elecciones en su favor y para otorgarle un claro mandato político. Además, como hijo del jefe indiscutido del Partido Conservador -y de la oposición- tiene fácil acceso a los centros de poder de su partido.
Por otra parte, el joven alcalde tendría a su favor una inigualable relación con los medios de comunicación. Como periodista y presentador de noticias, Andrés Pastrana fue tejiendo a través de los años una extensa red de solidaridad en los principales medios de comunicación. Su manejo de los medios -y de su imagen- constituyen en conjunto un recurso político de enorme valor. Por ello gozó en la campaña y seguramente gozará como alcalde de un cubrimiento de prensa decididamente favorable.
Sin embargo no todo es color de rosa. El alcalde tendrá que vencer serios obstáculos en orden a realizar una buena gestión. Primero, tiene la desventaja de suceder a Julio César Sánchez -un claro ejemplo de alcalde transformador- quien se retira del Edificio Liévano como uno de los mejores alcaldes de la historia moderna de Bogotá. Las comparaciones serán inevitables y difíciles de sortear para el nuevo alcalde. Segundo, tendrá que hacer frente a un Concejo de mayoría liberal, mayoría que ha anunciado su oposición constructiva a la nueva administración. Tercero tendrá asimismo que afrontar la crítica situación financiera del Distrito, la cual representa de por sí un cuello de botella para cualquier programa de gobierno.
¿Cuál será el grado de innovación o activismo de Andrés Pastrana en el manejo de su nuevo cargo? No hay duda que el alcalde va a utilizar la fuerza de su imagen como una de las bases fundamentales de su administración. En este sentido seguramente adoptará los perfiles más característicos del alcalde activista, dramatizando los problemas de la ciudad y palpando la problemática urbana directamente en solidaridad con las víctimas de la tragedia natural o humana.
Todo lo anterior nos permite llegar a una conclusión tentativa. El nuevo alcalde tendrá algunas de las características básicas del alcalde activista, fortalecido por la base de un sólido capital político, una excelente imagen y el respaldo de los medios de comunicación. El gran reto de Andrés Pastrana -y de su administración- consiste en utilizar el cuantioso capital político que tiene a su disposición para superar los moldes de una alcaldía activista y alcanzar las realizaciones de una alcaldía de transformación. De esa forma el legado de Andrés Pastrana en materia de juventud y dinamismo podría ser complementado con los resultados concretos de una obra de gobierno sólida y duradera.-