Saldo en rojo

En agosto de 1983, Belisario Betancur cumplió su primer año en la Presidencia de la República. Había llegado a la Casa de Nariño con la tercera votación más alta de la historia. Y se había ganado los corazones por respetar la libertad de prensa y querer “aliviar” a un país que él mismo consideraba “enfermo”. 

Pero el saldo de su gestión no era positivo. Su vena literaria, su carisma y su inteligencia política le habían servido más para mantener su imagen que para solucionar problemas. Hace 30 años SEMANA le dedicó su portada. Mientras en el terreno internacional demostró innovación, nada le sirvió para apaciguar la tormenta que vivía Colombia. 

En su primer año vio surgir a los sicarios en Medellín y fortalecerse a los paramilitares. El desempleo alcanzó un récord: 12,2 por ciento. Y los vaivenes de la economía causaban preocupación. Además, le achacaban dos fracasos: la amnistía que había firmado con las guerrillas y las medidas con que había intentado reactivar la economía. La opinión pública no negaba su buena voluntad, pero parecía creer más en las palabras de Gabo: “Colombia está en guerra y nadie parece aceptarlo”.