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"YO NO SE NADA DE ESA ADAPTACION"

JUAN MARSE

29 de julio de 1985

El escritor catalán Juan Marsé le pedirá cuentas a RTI por la adaptación hecha para la T.V. de su novela "Ultimas tardes con Teresa", hecho del que no tenía ninguna noticia hasta que SEMANA se lo preguntó en su domicilio barcelonés donde fue entrevistado:
SEMANA: ¿Qué piensa usted de la adaptación que se ha hecho en la T. V. colombiana de su novela "Ultimas tardes con Teresa"?
JUAN MARSE: ¡Yo no sé nada de esta adaptación! Esta es mi primera noticia y no puedo decir nada de ello. Me preocupa, y veo con estupor, que se trabaje sobre una novela mía y no se cuente conmigo para nada. No sé cómo se ha tratado la historia y me interesa muchísimo saberlo, sobre todo después de lo mala que resultó la película que se hizo aquí en España.
S.: ¿Según la ley de derechos de autor usted podría plantear pleito por esta adaptación?
J.M.: Hombre, supongo que sí. Como mínimo tengo derecho a estar informado de algo o de todo lo que se haga o piense hacer con mis obras, ¿no?
S.: ¿ Y qué piensa hacer en este caso concreto?
J.M.: Bueno, esto lo pondré en manos de mi agente literario, Carmen Balcells, que también lo es de Gabo, y ella se encargará del asunto. En cualquier caso, a mí me gustaría tener una copia en video de lo que se ha hecho en Colombia con "Ultimas tardes... " .
S.: Su novela "Ultimas tardes con Teresa" postula la fatalidad; los personajes aspiran a cambiar sus condiciones, sus origenes sociales; se enredan en múltiples conflictos, pero finalmente fracasan y vuelven al punto de partida como si las circunstancias de los individuos fueran inmutables. ¿Qué puede decirnos al respecto?
J.M.: Eso es muy relativo. No es una postulación de la fatalidad en el sentido unamuniano trágico de la vida. No porque las cosas tengan que salir mal siempre, sino más bien en el sentido de que las cosas que no pueden ser, no pueden ser. Hay sueños que no se pueden realizar aunque es bueno tenerlos. A mí lo que más me interesó explotar en "Ultimas tardes..." fue las fricciones que produce la situación posible del lumpen que aspira a casarse con una muchacha rica sin perder de vista que dicha relación surge de un equívoco.
S.: Ese tema, la relación hombre-pobre-mujer-rica, es muy delicada pues la "novela rosa " se alimenta de él...
J.M.: ¡Claro! El material es peligroso, es convencional, siempre se está a un paso de caer en lo trivial, pero a mí, insisto, lo que me interesó en esa obra eran las chispas que podían surgir del roce de esos dos sueños; chispas de orden humorístico, y chispas de orden sociológico.
S.: ¿Qué dimensión tienen para usted los sueños en su obra?
J.M.: Bueno, uno busca sucededaneos de los sueños toda su vida. Esto es más fuerte en la adolescencia, pues los años lo hacen a uno más sabio, y en consecuencia, más aburrido, más astuto, pero también más desdichado; lo que gana uno en lucidez lo pierde en vitalidad, en ilusión.
S.: Usted ha reconocido en alguna ocasión que el protagonista de "Ultimas tardes... ", el Pijoaparte, era la proyección de un sueño lumpen de su vida.
J.M.: Sí, claro. "Ultimas tardes..." es un producto de mi propia fantasmagoría de adolescente cuando soñaba con tener una chica rubia con coche sport. Ahora ese sueño está hecho trizas. De hecho, lo enfoqué en la novela porque ya no existía, yo ya tenía treinta años.
S.: ¿De alguna manera, el tratamiento literario de sus aspiraciones le ha permitido redimirse?
J.M.: Sí, entre otras cosas. Pero los deseos personales del autor con respecto a su obra, su relación con el tema y el libro terminado yo creo que sólo le interesa a los estudiosos y muchas veces carecen de interés para el lector común. La novela es lo que es objetivamente.
S.: Su última novela es "Ronda del Guinardo", ¿qué permanece y que cambia en ella desde "Ultimas tardes... "?
J.M.: En "Ronda del Guinardo" yo diría que no hay nada de "Ultimas tardes..."
S.: ¿ Y con respecto al oficio?
J.M.: Hay varios aspectos: hay una escenografía que es un poco reiterativa en mis libros, la escenografía urbana, digamos. Luego hay unos tipos que proceden de la emigración. Yo siempre me resisto a hablar de los aspectos técnicos del oficio del escritor, pues no puedo tomar distancia con el material. Tengo la impresión, en líneas muy generales, que naturalmente puedo dominar más algunas técnicas ahora, estoy más familiarizado con ellas simplemente, llevo más años manejándolas. Hay un instrumental, como en cualquier oficio, que a través de los años se domina más pero esto no quiere decir que uno sepa más, eso es una impresión bastante falsa.
S.:¿Usted cree que el dominio de la técnica narrativa, su instrumental, le resta fuerza y vivacidad a la obra?
J.M.: Sí. Uno en principio escribe con más impunidad, de una forma más directa y con menos prejuicios. También es verdad que ahora revisando algunas cosas de juventud no me atreveria a filmarlas. Claro que esto ocurre siempre. Uno cuando empieza a escribir se cree que con los años y adquiriendo el oficio lo va a hacer después todo mejor y más rápido, pues bueno, no ocurre nada de eso y ni siquiera estoy seguro de que lo haga mejor. Cada vez que termino una novela, tengo la impresión de que no he aprendido nada.
S.: Su lanzamiento como novelista, su consagración con "Ultimás tardes..." coincidió con la aparición o lanzamiento del "boom latinoamericano ". ¿Cómo asimiló usted esta coincidencia y qué opina en estos momentos de lo que fue el "boom de la literatura latinoamericana"?
J.M.: Sí, en esa época se publicó a Vargas Llosa, a Carpentier, a Rulfo, etc. A García Márquez lo conocí después aquí en Barcelona. El lanzamiento del "boom" fue algo muy positivo para nosotros, porque coincidió con el despegue de una novelística que estaba un poco anclada en un realismo muy pedrestre, el de los años cincuenta. Entonces fue como una oleada de aire fresco, como una lengua más viva, más rica, que venía de América, y esto influyó, aunque naturalmente no se trataba ni se trató de que nosotros escribiéramos de esa manera.
S.: Y actualmente ¿cómo valora usted la situación y la obra posterior al "boom " de esos mismos escritores?
J.M.: Yo creo que cada uno ha hecho su propio camino. Algunos han prosperado como es el caso de Vargas Llosa. El caso de Gabo es muy distinto; un libro como "Cien años de soledad" es difícil de superar hasta para él mismo. Otros, está aún por verse lo que van a dar. El "boom" fue una operación comercial y en modo alguno un movimiento estético. Esto no lo digo peyorativamente, pues los novelistas tenían sus novelas y esto es lo que cuenta. Mirar la literatura es mirar criticamente los libros. Yo, por regla general, prefiero hablar de novelas y no de novelistas.
S.: Usted siempre ha hablado de las imágenes como fuente novelística o narrativa por excelencia. ¿El asunto imagen-concepto aún permanece en las discusiones de teoría literaria?
J.M.: Yo soy enemigo de manejar teorías y de plantear una novela en el terreno teórico. Para mí una novela debe contener, por encima de todo, emoción y no racionalismo. Las novelas llamadas "inteligentes" no son las mejores. Por ejemplo, el Ulises de Joyce es un libro grandioso, de una altura poética enorme, pero no es en mi opinión una buena novela, en tanto que "La isla del tesoro" sí me parece una novela genial.
S.: ¿En su caso, cómo se originan y cómo se desarrollan esas imágenes?
J.M.: Bueno, son imágenes que lo siguen a uno y que perviven hasta que en un momento dado, de repente, aparece otra y se pone al lado y otra, y otra que, posiblemente no tenga nada que ver con la anterior, y entonces, por alguna extraña razón, por una especie de alquimia, estas imágenes confrontadas unas con otras empiezan a producir una tercera imagen y es cuando empieza propiamente el proceso creativo, es decir, cuando la manipulación de esas imágenes me sugieren una historia.
S.:¿Y dónde queda el elemento cuestionador o la reflexión que debe ser propia a una obra narrativa?
J.M.: Bueno, en líneas muy generales, lo que uno busca en una novela es una emoción, una historia que transmita una emoción y unos sentimientos y una verdad familiar que pueda ser vivida por el lector y en esto entra hasta la literatura de ciencia ficción.
Al lector le basta con que una novela sea fiel a la verdad, a su verdad, que sea entretenida y que le ofrezca una posibilidad de reinventar la vida, la realidad.
S.: También existen otros tipos de literatura, cuya resolución está en el otro extremo de lo que usted acaba de definir. Es el caso de obras que parecen escritas exclusivamente para el análisis semiótico, enredadas en códigos y claves que sólo maneja su autor. Usted ¿cómo opina de esta literatura?
J.M.: Eso es la literatura de computador que abunda mucho. Pero por otro lado está también la "prosa de sonajero" que llamo yo, una prosa tintineante a la que sólo le interesa sonar. Parece como si hubiera cierta verguenza por contar cosas de ficción. En cierta medida este es un poco el tema de mi novela "La muchacha de las bragas de oro" novela que ha sido muy mal tratada pero ahí están en conflicto el fabulador frente al cronista y al final vence el fabulador descaradamente, claro.