El adiós a Alice Coltrane

Alice adorada

En 1966 el mundo del jazz vivió una de sus más grandes polémicas: el gran John Coltrane, compositor de My favorite things, sacó del grupo al enorme pianista McCoy Tyner. ¿Su reemplazo? El amor de su vida, que murió hace un mes.

Juan Carlos Garay
19 de febrero de 2007

La historia es esta: John Coltrane, el más admirado de los saxofonistas de vanguardia, saca de la banda a su pianista estrella y lo cambia por su nuevo amor. Digamos que eso sería el equivalente a echar a un vocalista llamado Prince del grupo. Su nuevo amor se llamaba Alice y murió el pasado 12 de enero. Cuando se supo la noticia de su muerte, la televisión se vio en aprietos: no había filmaciones de archivo y sus discos no eran fáciles de conseguir. Un noticiero optó por mostrar tres fotos de Alice mientras de fondo sonaba el solo de piano de “My favorite things” que grabó el grupo de John Coltrane en 1960. El problema es que ese piano no lo toca Alice Coltrane sino McCoy Tyner, el pianista que Coltrane expulsó en 1966 para reemplazarlo por Alice. “Los músicos eran muy reacios a aceptarla”, recuerda Ed Michel, el productor del fantástico disco Journey in Satchidananda. Pero la irrupción de Alice McLeod en la vida y la música de Coltrane era irreversible.

Se conocieron en 1963 y dieron comienzo a una historia de amor corta pero intensa. Alice tocaba en el grupo del vibrafonista Terry Gibbs, que fue invitado a abrir los conciertos del cuarteto de John Coltrane en el club Birdland de Nueva York. Gibbs fue el testigo de la escena: “Ambos eran muy tímidos. Fue hermoso verlos enamorarse”.

Se casaron en México en 1965 y un año después él le propuso ingresar al grupo. El sonido cambió, sin duda. Del estilo exacto, casi percutivo de McCoy Tyner, la música pasó a basarse en arpegios etéreos, mucho más difusos. En la grabación Live at the Village Vanguard Again se le oye todavía muy temerosa, pero al año siguiente ya se había afianzado. Un disco como Stellar Regions, algo alucinado por el cosmos y los ángeles, habría sido imposible para Coltrane sin la concepción pianística de Alice.
“Cuando entré al grupo sólo tocaba dos o tres octavas”, contó Alice en una entrevista con el periodista Ashley Kahn. “Acompañaba al solista con acordes, como hacían todos. Pero John me dijo: ‘Con todas esas teclas que tienes, ¿por qué no intentas utilizarlas todas?’”. Alice desarrolló un sonido tan particular que en una conversación emitida por la National Public Radio, Marian McPartland le lanzó este piropo: “Con esa manera de tocar los acordes haces que el piano suene como un arpa”.

Entonces vino lo inesperado. John Coltrane murió en julio de 1967. Alice quedó viuda a los treinta años. Y en medio de la tristeza acudió al misticismo como tabla de salvación. Además se encargó de administrar el legado de su esposo y de ir publicando grabaciones póstumas a un ritmo lento. Hizo un voto de castidad. Se sumergió en la lectura de los Vedas, los libros sagrados de la India. Y, por sugerencia del sello Impulse, inició su carrera solista. En la carátula de su primer álbum, A Monastic Trio, puede vérsele tocando un arpa. De hecho, el arpa llena todo el lado B del disco con poderosas oleadas de notas que pocas veces antes se habían oído en el jazz.

Pero aquel no fue el último de sus descubrimientos. Paralelamente con el abrazo de las religiones orientales, Alice empezó a tocar el órgano Wurlitzer –una opción extraña, en tiempos en que el mundo del rock prefería el sonido más comercial del órgano Hammond–. Luego, a partir del disco Universal Consciousness, se obsesionó con los arreglos para violines.

Esa obsesión no molestó a los críticos hasta que, en 1972, decidió manipular con ese mismo principio unas grabaciones de su marido. El disco póstumo Infinity contenía una sección de violines superpuestos. Esa práctica nunca ha sido usual en el jazz, pues se supone que las grabaciones deben documentar la espontaneidad de un instante. Los sectores puristas lo consideraron una osadía. Alice se defendió con fiereza diciéndoles: “¿Estaban ustedes allí [en la grabación]? ¿Oyeron los comentarios de John? Nosotros dos estuvimos comentando cada detalle. John me mostró que la pieza podía incluir otros sonidos, texturas, tonalidades y resonancias, como por ejemplo cuerdas”.
Tal vez aquella mala experiencia le hizo pensar en un retiro. En 1975 fundó el Centro de los Vedas en San Francisco, la misma ciudad que cuatro años antes vio el surgimiento de una iglesia africana dedicada al culto de John Coltrane. Sus discos se hicieron cada vez más escasos. Hubo un silencio de 26 años hasta que apareció Translinear Light, que se convertiría en su testamento musical.

Hoy, frente a ese puñado de álbumes, no puede sentirse menos que devoción. Para quienes no la han escuchado, estas palabras de Alice en su última entrevista radial pueden ser la mejor invitación: “La música es tan maravillosa, tan poderosa, que puede ser usada para curar. La música hace que la gente olvide sus tristezas, sus problemas. La música es utilizada en prácticamente todas las religiones del mundo. Es una fuerza invisible capaz de llegar a los corazones de las personas”.