Polémica en la Feria del Libro de Frankfurt 2007

En Frankfurt parlem català!

Con un presupuesto de 16 millones de euros, el más caro en la historia del primer certamen editorial del mundo, Cataluña aterriza en la Feria de Frankfurt con una nutrida delegación de ministros, consejeros y altos cargos que arropan a un descafeinado elenco de 130 escritores catalanes prácticamente desconocidos.

Gabriela Bustelo
22 de octubre de 2007

Cuando el director de la Feria del Libro de Frankfurt propuso a Cataluña como “invitado de honor” del año 2007, era la primera vez que el prestigioso certamen editorial concedía un papel protagonista a una entidad cultural menor que un país o una nación. El texto alemán señalaba que “la cultura catalana destaca por su excepcional popularidad y creatividad, cosa que demuestra la difusión internacional de autores como Manuel Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo o Carlos Ruiz Zafón”. Dos años y medio después, ninguno de los autores que dan ese prestigio internacional a la comunidad autónoma de Cataluña ha estado presente en la Feria de Frankfurt. Porque el nutrido grupo de autores catalanes formado por Juan Marsé, Ana María Matute, Eduardo Mendoza, Félix de Azúa, Juan Goytisolo, Luis Goytisolo, Enrique Vila-Matas, Esther Tusquets, Eugenio Trías, Javier Cercas y Carlos Ruiz Zafón tiene una característica en común: todos escriben en español.

Pero el encargado de organizar desde España la representación catalana en Frankfurt es Josep Bargalló, director del Institut Ramon Llull y ferviente nacionalista que define la cultura catalana como aquella escrita únicamente en catalán. Por eso cuando quiso invitar a escritores de la talla de Marsé, Mendoza, Vila-Matas, Azúa, Matute, Cercas y Ruiz Zafón, entre otros, fue el veterano y premiado autor de Últimas tardes con Teresa quien resumió el sentir de todos al decir “cedo con gusto mi lugar a un escritor en lengua catalana y le deseo el mayor éxito, con o sin barretina”. (La barretina es el típico gorro catalán, un sombrero de lana roja en forma de bolsa que el pintor Salvador Dalí, entre otros, usaba a menudo.) En las palabras de Marsé había una evidente ironía, pues los ciento treinta autores seleccionados para representar la “cultura catalana” en el evento editorial más importante del mundo cumplen el requisito de escribir en catalán, pero son, como se lamentaba el poderoso periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, mucho menos conocidos que los descartados por escribir en el idioma de su país. “Parece ser que los escritores catalanes solo estarán presentes con un equipo de segunda”, publicaba el diario alemán al referirse a la lista encabezada por Pere Gimferrer, Baltasar Porcel, Joan Francesc Mira y Carme Riera. Acertadamente, el corresponsal cultural del FAZ sugería seguir el ejemplo del gran escritor medieval catalán Ramón Llull, quien hablaba una docena de idiomas y siempre se adaptaba al de su interlocutor. La revista germana Der Spiegel y el periódico británico The Financial Times, entre otros, llevan meses asombrados ante la ausencia de escritores catalanes hispanohablantes. Entre tanto, la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, afincada en Barcelona desde 1972, es expulsada de una tertulia de Radio Catalunya por no hablar en catalán.

Pese a todo, el 9 de octubre se inauguraba la Feria de Frankfurt 2007 con un discurso del escritor Quim Monzó –cuya obra en catalán está sobradamente traducida–, quien afirmaba que “ninguna cultura europea sin Estado ha sido ni es tan sólida” como la catalana. La anunciada apertura a cargo de García Márquez, Vargas Llosa, Saramago o Günter Grass, admiradores confesos de la cultura catalana, no ha llegado a producirse. El director de la Feria, Jürgen Boos, se defiende de las críticas diciendo: “Queremos politizar la Feria. El libro es un arma”, mientras su jefe de prensa, Thomas Minkus, mantiene: “No nos importa el idioma en que cada autor escribe su obra”.

Así las cosas, se ha dado la enorme paradoja de que Cataluña –centro histórico de la industria editorial española, cuna de los más prestigiosos editores y agentes literarios y productora del 60% de los libros publicados en España– se presente en la gran feria del libro mundial como una región ferozmente independentista y politizada, cuyos activistas más jóvenes se instalaron ante la entrada de la feria con una pancarta de veinte metros de largo con la leyenda “Catalonia is not Spain”. Según la agencia Europa Press, la policía alemana les preguntó antes de desalojarlos si hacían lo mismo en su propio país. Entre tanto, el presidente catalán se paseaba ufano por las instalaciones feriales acompañado de su vicepresidente y sus consejeros de Interior, Cultura, Educación, Innovación y Universidades, y Salud. Suponemos que al cruzarse con el italiano Umberto Eco, el estadounidense Richard Ford, la británica Fay Weldon, la turca Elif Safak, el austriaco Joseph Winkler, el somalí Nuruddin Farah, la israelí Zeruya Shalev o el príncipe camerunés Alexander Kum’a Ndumbe III, todos se saludarían en catalán, cómo no.