En Medellín

Jardín de libros

Del 7 al 16 de septiembre se hará la Fiesta de los Libros en el Jardín Botánico de Medellín. Una nueva propuesta que reemplaza a la tradicional Feria del Libro. ¿De qué se trata?

Mauricio Builes
23 de agosto de 2007

A la hora de los balances, y como sucede con las ferias del libro en el mundo, son las que pesan. Cuántas casas editoriales asistieron, cuántos escritores y libreros, cuántos foros, cuántos visitantes y, sobre todo, cuánto dinero circuló. La última que se hizo en Medellín, en 2005, no fue la excepción. Aunque las cifras no fueron decepcionantes, el concepto que la gente tenía sobre el evento –se trataba de un hipermercado de libros– no varió demasiado. Las grandes ausentes seguían siendo la literatura y la cultura.
Este año los organizadores esperan cambiar las cosas. Darle un vuelco a la tradicional feria para convertirla en Fiesta. Sacarla de las bodegas del Palacio de Exposiciones y llevarla a uno de los renovados espacios al aire libre más atractivos del norte de la ciudad: el Jardín Botánico. Este año no habrá país homenajeado, ni invitados internacionales, ni escritores de la alta alcurnia literaria. Antioquia será el centro de la fiesta.
“Es primero Carrasquilla que Proust”, dice Guillermo Cardona, el director de la Fiesta, tratando de justificar el chauvinismo. Pero se queda corto. No se trata de que La Marquesa de Yolombó esté primero que En busca del tiempo perdido. Lo que cuenta en este tipo de eventos es inquietar a la gente que poco o nada lee y hacerla sensible a la lectura. Cardona ofrece otra justificación: “Queremos que los escritores de las subregiones de Antioquia también sean conocidos”. Preguntarse qué están escribiendo en Urrao, Ituango o Rionegro es válido. Sobre todo en una región donde no son más de tres los escritores vivos los únicos referentes.
Entonces utilizar la Fiesta para advertir que hay más, que en San Jerónimo vive Joaquín Villa Jiménez y que ha escrito tres novelas o que Javier Naranjo lleva quince años escribiendo desde Carmen de Viboral es comprensible. Según el programa, se van a presentar cinco escritores de las subregiones, cinco escritores antioqueños que viven fuera del departamento y diez que viven en el área metropolitana (Bello, Itagüí, Medellín, Copacabana, Envigado o Sabaneta). Ellos harán lecturas en voz alta de sus obras, para promover el análisis crítico de las mismas, y conversar sobre la relación centro/periferia. Se harán visibles.
Juan Mares será uno de ellos. Vive y escribe en Urabá desde hace más de treinta años. Sus tres obras –Poteas y pirontes; El árbol de la centuria y Voy a ver pantalla chica– fueron publicadas gracias a Ediciones Prima. Un eufemismo que sirve para decir que gracias a las primas de diciembre o a las liquidaciones, los escritores desconocidos o de provincia logran imprimir algunos ejemplares. Mares reconoce la influencia de Epifanio Mejía y Porfirio Barba Jacob en su escritura, pero aclara que él no es un escritor romántico, ni nostálgico, ni ingenuo como suele suceder en la tradición literaria de Antioquia. Desde hace décadas, Urabá es zona de guerra y sangre y sus temas están atravesados por la vida campesina tan convulsionada. “Yo no me pongo a cantar décimas en medio de las balaceras”, dice. Y eso es lo que pretende la Fiesta: contar la vida cotidiana de la otra literatura antioqueña, saber qué están escribiendo los narradores del departamento.
Junto a Mares estará una veintena de escritores de la provincia: Marga López, Óscar Castro, José Martínez, Inés Posada, Raúl Henao, entre otras. Ellos compartirán foros y lecturas con otros paisas más conocidos por el país como Juan Manuel Roca, Mario Rivero o Tomás González. Medellín no será el centro de referencia.
De todos modos, el hecho de que haya una oferta de nuevos escritores no garantiza que el público lea sus obras o compre sus libros. Más aún si se tiene en cuenta que van a repetir la frustrada fórmula de las pasadas ediciones de la Feria en las que llenaban docenas de buses con los estudiantes de los colegios públicos: “Vamos a llevar a veinticinco mil estudiantes... les mandamos buses hasta los colegios”, dice Guillermo Cardona. Pero no se van a perder, según él, gracias a tres eventos de promoción de lectura: el juego literario, una serie de encuentros con los propios autores; la carpa de los enamorados, una propuesta de taller literario para leer y escribir cuentos y poemas de amor; y visitas guiadas a los nuevos parques biblioteca de la ciudad.
Seguro la cifra de los estudiantes será útil para calcular cuántos visitantes hubo en los diez días del evento. Pero sería interesante poder calcular cuántos de esos miles logran inquietarse con esos eventos. Esa cifra nunca está en los balances de las ferias. Sin embargo, desde el punto de vista de lo novedoso la Fiesta deja una inquietud, ¿se darán cuenta los paisas de que en Yondó o en Abejorral también hay una memoria literaria?