Doris Lessing, Nobel de Literatura 2007

“Las feministas no han entendido nada"

El año pasado Arcadia publicó una extensa entrevista con la ganadora del principal premio a la letras de este año, Doris Lessing. Recuperamos un aparte para nuestros lectores.

Annette Levy-Wyllard
22 de octubre de 2007

Su novela El cuaderno dorado fue y sigue siendo el libro de culto de la liberación femenina en el mundo entero. Pero ahora usted decide denunciar a las feministas...

Siempre me ha molestado que El cuaderno dorado se haya convertido en la Biblia de la liberación femenina porque yo jamás quise hacer un ensayo feminista sino escribir sobre la vida de las mujeres. La gente piensa todavía que se trataba de un manifiesto político y no es así. Me llegaron montones de cartas de lectoras que hablaban solo de política y cartas de hombres que me explicaban que el libro había sido liberador para ellos. Acabo de recibir una carta de un brasileño que le dio la novela a su esposa para que entendiera que puede haber vida fuera de la casa y de la crianza de los hijos. Además, hay que recordar que en Francia durante mucho tiempo ningún editor quiso publicar El cuaderno porque les parecía muy radical.

Hoy puedo decir que las feministas han fracasado. Y es verdad, hoy en día se puede decir, más o menos, que existe igualdad entre los sexos en campos como el salario y lo profesional. Mujeres inteligentes y formidables ocupan empleos clave. En los países occidentales ha habido verdaderos progresos para las mujeres de ciertas clases sociales... Las jovencitas de hoy no se dan cuenta que solo hace dos generaciones que podemos controlar, como mujeres, nuestra propia vida, que ya no tienen de qué preocuparse cuando quedan embarazadas. Esas muchachas creen que todo esto es normal, y esa es la verdadera revolución de nuestro tiempo, han tenido mucha suerte. Las mujeres modernas ahora pueden hacer de todo, pero todo lo que quieren es encontrar un hombre, solo hay que ver El diario de Bridget Jones o la serie Sex and the City para darse cuenta...

Sin embargo, sobre todo en el tercer mundo, esa evolución no la pueden disfrutar la mayoría de las mujeres. Si digo que las feministas han fracasado, se debe a que ellas no pudieron capitalizar sus propuestas en los años sesenta y setenta. Lo que en absoluto me sorprende pues no esperaba demasiados cambios. Era una época muy emocional. Podrían haber sido más calmadas y haber hecho más esfuerzos para trabajar junto a los hombres. Siempre he pensado que no se puede avanzar haciendo separaciones radicales, y no hay que olvidar que muchas de las grandes feministas fueron hombres...
En 2001, usted protagonizó un escándalo cuando defendió a los hombres al decir: “Las mujeres estúpidas, ignorantes y malas atacan a los hombres más inteligentes y más atentos, y nadie dice nada. Los hombres tienen desafortunadamente aire de perros abatidos incapaces de contestar”. Y luego llamó a la revolución: “¡Es el tiempo de que contraataquen!”.

Me encontraba en la tribuna del festival de Edimburgo, en Escocia y me preguntaron algo sobre las feministas. Contesté que no me gustaba la manera de tratar a los hombres, que debía ser terrible ser un varón. De inmediato, el diario The Guardian tomó las declaraciones, y se levantó una polémica nacional, con un montón de cartas a favor y en contra mío. Quería decir que cada día estaba más irritada por la locura en contra de los hombres, de manera persistente, sin que nos diéramos cuenta. Me preguntaba por qué debíamos pelear por la igualdad despreciando sistemáticamente a los hombres. Un día en una escuela primaria le escuché decir a una profesora joven a sus alumnos (hombres) en clase: “¡Todo es su culpa!”. Un pequeño se puso a llorar. Me pareció espantoso aquello. Nunca me gustó el feminismo, ni en los años sesenta y setenta, ni ahora. Siempre detesté ese lado antihombres de esas muchachas de izquierda que odiaban a los tipos, al matrimonio y a los hijos. Eso es una tontería y una pérdida de tiempo. Han debido hacer las cosas de otra manera.


Usted atacó también a Simone de Beauvoir...

Era una feminista que odiaba ser una mujer y todos los aspectos de la feminidad. Por ejemplo, tener la regla. Es claro que ella quería ser un hombre. Estúpida. Es como estar furiosa contra el clima. Me gusta más Woody Allen cuando dijo: “Me da igual morir, pero no quiero estar allí cuando pase”.

Nunca me convenció ese modelo de pareja “ideal” Sartre-Beauvoir, enseguida pensé que era falsa. Sartre se portó como todos los hombres siempre se han portado. Y Beauvoir, como todas las mujeres. Mientras que en sus libros ella trataba de mostrarnos que se trataba de una relación moderna, de amores múltiples, sin celos. Pero mientras que Sartre tenía sus historias de amor por su lado, ella se quedaba casi siempre en casa.


Usted le declara la guerra a lo “políticamente correcto”...

¡Odio lo políticamente correcto! Es la visión de un mundo dividido en Bien y Mal. Se encuentra por todos lados en la lengua inglesa. En particular cuando usted habla de las razas: no puede decir ni Blanco ni Negro. Y luego lo vigilan en caso de que se le suelte algo así. El fenómeno es terrible, sobre todo en las universidades norteamericanas, porque los norteamericanos llevan siempre todo al extremo. Es un país histérico y me pregunto por qué. Así descubrí que mi novela The Good Terrorist sucedía en los campus norteamericanos para subrayar todo lo que en ese libro no es políticamente correcto. Por ejemplo, el personaje del músico es un chico negro: es “políticamente incorrecto”. El comunismo está muerto, sin embargo la herencia de ese lenguaje vacío, que siempre debe inventarse un enemigo se ha perpetuado entre los intelectuales.
En todo caso, lo políticamente correcto toca a la crítica literaria que sigue infiltrada por esos vestigios de la moda del pensamiento comunista. Cada escritor ha pasado por la experiencia de escuchar preguntas de los periodistas como “¿Piensa usted que los escritores deberían...?” y eso termina con una declaración política con la palabra “compromiso”. O bien se lee el libro de uno diciendo que se trata evidentemente de “un tema”.


Usted fue comunista. ¿Lo lamenta hoy en día?

Yo fui comunista hace medio siglo. Cuando llegué a Inglaterra todo el mundo era comunista, o lo había sido. Estábamos en plena Guerra Fría, el enfrentamiento era muy duro. Eso continuó hasta el final de los años cinuenta, hasta que dejaron de interesar Trotski o Stalin, pues encontrábamos todos sus discursos aburridos, y comenzamos a burlarnos de la jerga política. Nos divertíamos, teníamos humor. Sobre todo, ya discutíamos sobre la cuestión de los hombres y las mujeres, y eso fue mucho antes de la liberación femenina. No esperamos para hacer nuestra revolución sexual. Me pregunto por qué todo el mundo piensa que el sexo se lo inventaron en los años sesenta... Gracias a Dios ¡hubo algo de eso en los cincuenta! Cuando digo esto, siempre me miran con estupefacción o incredulidad. Como cuando digo que lo único importante en las relaciones entre hombres y mujeres es que sean divertidas. Por eso ahora escribo una comedia.