Exposición en Casas Riegner

Los López somos así

Quizá fue uno de los nombres inesperados en la elección que hizo Robert Storr, el curador de la Bienal de Venecia, pero, poco a poco, Rosario López y su hermano Mateo se ganan un lugar en la plástica nacional. Dos exposiciones paralelas en la galería bogotana.

Andrés Gaitán
22 de octubre de 2007

Robert Storr, uno de los curadores más audaces del mundo en cuanto a sus planteamientos teóricos y expositivos se refiere, pasó por Colombia en julio de 2006. Storr es el curador de la 52 Bienal de Venecia y venía a buscar obras y artistas colombianos para incluirlos dentro de la exposición de este reconocido evento internacional. Esa podría haber sido una noticia más si no fuera porque entre los artistas elegidos surgiera el nombre de Rosario López. López es una artista silenciosa, nacida en Bogotá, y que desde el año 2000 se insertó en el escenario plástico nacional, al recibir el primer premio de la Séptima Bienal de Bogotá. Su taller queda en el barrio La Candelaria, donde trabaja con varios medios, muchas veces tildados de “no convencionales” en el campo de la escultura como lo son el viento, el papel de aluminio, el fique, el calor y las bombas de helio. López hace cosas todo el tiempo, como queriendo atrapar el aire, el instante presente, para volverlos escultura, y es justo ahí que lo fotográfico se conjuga perfecto con sus piezas. Allí comenzó nuestra conversación; en medio de este inusual escenario, que ayudó mucho a entender cuál es la obra que tanto cautivó a uno de los más elocuentes curadores de los últimos años, y a conocer un poco las inquietudes que han surgido de sus proyectos artísticos.
Usted ganó el primer premio de la Bienal de Bogotá y provocó muchas opiniones a favor y en contra en el medio artístico...
Yo creo que lo que pasó fue que el premio se lo entregaron a un proyecto que hablaba sobre problemas escultóricos, pero desarrollado a nivel fotográfico. Esto de entrada presentaba una dificultad porque se trataba de un señalamiento de marcaciones que ya existen en la ciudad y en las cuales la mano del artista desaparece por completo. Hubo una gran molestia porque se dio un vuelco en el sentido de que el artista no necesariamente es hacedor de obra, sino señalador de un problema escultórico.

¿Cuál es ese problema escultórico?
Se trata de referirse a que la escultura se desmaterializa hasta el punto en que desaparece como objeto. Ya no hay pedestal, ya no hay esa rigidez en la presentación escultórica, e incluso, ese señalamiento, por medio de la fotografía, prescinde, de cierta forma, del museo, puesto que se trata de un objeto fuera de ese recinto.

¿Eran fotografías o esculturas?
La rabia en el debate de la Bienal de Bogotá era que se premiara fotografía que remitiera a la escultura. Entre otras, porque yo soy escultora y no fotógrafa. Ese giro fue interesante porque abrió un debate en el arte nacional. Pero quiero decir que en ningún momento reconstruí el afuera, sino que jugué con la memoria y la experiencia del espectador para que reconstruyera su propio paisaje.

Haciendo la conexión entre estas imágenes y lo que presentó en la Bienal de Venecia, creo que gran parte de lo que sucede en sus trabajos es que hay una Nada silenciosa; el espectador queda en un mutismo inquietante.
Pienso que todo esto es una gran expectativa sobre algo que está aconteciendo en esas imágenes quietas. Me da la impresión de que el señalamiento del lugar es muy sospechoso o ambiguo y no literal, como suele suceder con una imagen fotográfica. Esa incertidumbre que se crea en el espectador se debe a cosas que han pasado en esos lugares transformados. Yo voy encontrándome con ellos de repente.

Sí, pero hay que anotar que esa situación de encontrarse con un señalamiento en la mitad de un desierto peruano requiere ser algo más que un turista casual.
Yo estoy “cazando” todo el tiempo, buscando lo escultórico, buscando relaciones con la forma, con el no-lugar, con la historia del arte. Frente a una diversidad enorme de posibilidades, no estoy segura de qué es lo que voy a encontrar, y muchas veces no encuentro nada, pero siempre registro todo porque cuando regreso de esos lugares entro en un proceso de edición que ayuda a orientar la búsqueda específica en la que está encaminado mi proyecto.