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Alejandro Martín
24 de julio de 2007

La programación en Bogotá ha mejorado infinitamente. Yo llegué a la ciudad en 1993 y prácticamente solo se veía cine gringo. A partir del 98, con el éxito de Eurocine y con la aparición de los cine-bares y de las distribuidoras independientes, el panorama comenzó a cambiar. Ahora llegan casi todas las películas que tienen éxito de la crítica y los festivales, un poco tarde, cosa que no me parece grave, siempre que las podamos ver en cine. Fenómenos como el Avenida Chile y el Embajador son claves, cines cómodos y con buenas pantallas en las que se puede ver cine distinto al de las distribuidoras de siempre. Creo que han probado, al estar llenos casi siempre, que es también un buen negocio y que al fin y al cabo, aunque parezca una tautología, los cinéfilos aman el cine.
Por otro lado están los cine-bares que se mantienen, pero no parecen ser muy buen negocio. Fueron importantes porque mostraron que un cine distinto tiene su público, pero fracasan porque son salas que no están pensadas principalmente para ver cine, que es lo que los espectadores quieren. Cinemanía probó ser un modelo muy interesante, muchas salas pequeñas con una oferta muy variada, pero muy pronto se dieron cuenta de que tenían un público cautivo y le subieron al precio y descuidaron la calidad. Yo no volví: es muy caro y la proyección es pésima. Ojalá más negociantes se den cuenta de que hay muchos cinéfilos que no son necesariamente ricos, y que es mejor tener las salas llenas sin cobrar tanto, que vacías y proyectando películas solo para los más ricos. En Bogotá no hay duda de que multicines dedicados a una oferta diferente son un muy buen negocio. Así que no es sino que comerciantes se pongan las pilas y los monten.
Aunque el cine gringo domina las pantallas, curiosamente al cine independiente gringo es al que más le cuesta llegar. Allí hay de lo mejor que pasa en cine ahora pero al ser de las mismas compañías que hacen millones con otras películas se lo piensan mucho antes de traerlas a Colombia. Aunque se dan sorpresas maravillosas como haber podido ver en pantalla gigante The New World, de Terrence Malick, una película que claramente no iba a ser taquillera.
El cine comercial tiene buena difusión y buenas campañas de prensa, y se dieron cuenta que al bajarle a la taquilla el público volvería. Donde antes no había cola, ahora toca reservar casi siempre. De todas maneras, hacen falta más salas realmente grandes y con todos los avances tecnológicos. Hay películas como El Hombre Araña que se estrenan fuera también en teatros i-max, cosa que aquí todavía no sucede y la única pantalla del estilo se usa solo para montañas rusas de imágenes y no para películas narrativas. También es verdad que el cine comercial está en un momento extraño en el que apuestan demasiado a terceras partes muy largas y ruidosas, que en lugar de conquistar al público parecen estar espantándolo. Los grandes dramas (Lo que el viento se llevó, Al este del edén, Titanic) que siempre llevaron al público al cine no han vuelto a aparecer. Tiende a pensarse que la pantalla gigante es solo para ruido y acción y le dejan el drama (que puede ser igual de espectacular) a las producciones pequeñas. También es verdad que con grandes películas como King Kong o El Hombre Araña 2 se muestra que todo se puede combinar de manera muy exitosa.
Esto es visto desde Bogotá.
Hablar con gente de Medellín o ir a Cali, prueba que la situación allá puede ser desoladora. En Cali, por ejemplo, están bajo el monopolio de Cine Colombia, se quebraron todos los teatros clásicos, y en los cuatro o cinco multicines que hay pasan las mismas seis películas y muchas veces, en casos de los estrenos más comerciales, con una de ellas hasta en tres pantallas. Ni hablar del resto de ciudades. Pero es claro que el cine es un negocio y nadie va a poner una película que lleva mucha menos gente que otra. Aquí tocaría que el Estado se metiera la mano al bolsillo y apoyara las salas que se le miden a un poco de diversidad y que hubiera modos de que la gente se enterara (con el apoyo a revistas o páginas web) de que esas películas existen y valen la pena.
Un público que claramente no ha sido tenido en cuenta es el que no le gusta ir a cine a leer. Está probado que el cine en español y en particular el cine colombiano tiene un público inmenso. Cabe todavía experimentar con el cine doblado. Este es un anatema y todo el mundo se coge la cabeza cuando se habla de ello. Pero en buena parte del mundo (Europa, Estados Unidos, al menos) el público masivo solo ve cine en su idioma, y tienen mucha razón. Los que presumimos de la ventaja de los subtítulos no nos damos cuenta de que pasamos la película mirando para abajo (Hitchcock decía que él no se quemaba las pestañas pensando cómo dirigir la mirada del público para que este de por sí mirara siempre para el mismo lado). Creo que en ese sentido se pueden hacer experimentos y ver a cuál público le interesa más el cine doblado y a cuál subtitulado. También hay que ver los costos del doblaje, otra cosa que está clara es que en cada país solo se acepta el doblaje a su acento local. Ojalá tampoco se vayan al otro extremo, yo sigo prefiriendo el cine subtitulado.
Por último, el cine parece ser sólo pensado para los ricos, la distribución de las salas lo demuestra. Pero en Bogotá ha comenzado a cambiar y esto es evidente con los sitios donde están situando los nuevos multicines. Aquí también el Estado puede pensar en maneras de apoyar proyectos para hacer que gente con menores ingresos pueda ir a cine. A pesar del dvd el cine sigue siendo una experiencia, tanto por la oscuridad, la pantalla y el sonido, como por el plan. En las ciudades hay pocos planes que hacer y este es uno que marca la vida en ellas, pero se le niega a la mayoría, desde los precios de la entrada hasta los de las comidas. Sin embargo, ya varios negociantes se están dando cuenta de esto y ojalá pronto se comience a mejorar el mapa de las pantallas.
El cine colombiano sin duda colaborará a que esto suceda, por eso es tan importante la Ley del Cine y que se apoyen las producciones que ahora se siguen con una continuidad nueva para todos.