IX Muestra Internacional de Documental

Para verte mejor

Del 17 al 23 de septiembre, Bogotá será la sede de uno de los más interesantes escenarios para ver material audiovisual por fuera de los códigos del cine comercial.

Rodrigo Restrepo
19 de septiembre de 2007

El 19 de enero de 2003, un grupo de las autodefensas colombianas cruzó la frontera con Panamá y, en la profundidad de la selva del Darién, asesinó a cinco sailas o ancianos sabios de la comunidad kuna. La matanza era una amenaza de muerte a toda su cultura, pues aquellos sailas eran unos de los pocos seres humanos que aún conocían sus cantos sagrados, cantos que no solo componen el alma de dicha cultura, sino que, según su enseñanza ancestral, avivan las fuerzas naturales que sostienen el mundo. Las autoridades de la comunidad decidieron entonces reunir de nuevo a sus ancianos del otro lado de la frontera, donde aún vivían los pocos sailas que recordaban los cantos. Pero no contaban con que el camino de vuelta a su memoria, un trecho que habían andado por siglos en medio de la selva, ahora estaba cerrado por los paramilitares. Resolvieron emprender una travesía de más de cuatrocientos kilómetros y siete días por bosques, mares, ciudades y carreteras. Todo con el único fin de no olvidar sus cantos y, de paso, salvar al mundo.
Tule Kuna, cantamos para no morir, de Germán Piffano, es la cinta colombiana que abrirá la ix Muestra Internacional de Documental, una exhibición que año a año se ha consolidado como uno de los más importantes eventos del género en la región andina. Y que, sin duda alguna, se ha convertido en uno de los pocos y más atrayentes escenarios en Colombia para ver material audiovisual por fuera de los lineamientos del cine y la televisión comercial.
Para la muestra, sobran ejem-
plos: una visita guiada por el mundo obsesivo de un cineasta insomne; un recorrido por un campo de entrenamiento de niños cristianos para convertirlos en soldados del ejército de Dios; una exploración por el mundo alucinado de la esquizofrenia y los efectos de las drogas psiquiátricas; un viaje por el imaginario popular en torno a la figura del Che Guevara; una meditación silenciosa sobre el tiempo, los ritmos y la vida monástica de una orden de clausura; un retrato intimista y experimental de la Colombia contemporánea; una indagación sobre la vida íntima y emocional de los actores porno; una mirada al oscuro mundo de cómo se decide lo que será noticia en los noticieros de televisión…
“El documental es donde están ocurriendo las cosas más interesantes en el campo audiovisual, tanto en los tratamientos temáticos como en las narrativas”, asegura David Melo, director de cinematografía del Ministerio de Cultura. Y es que el documental, para muchos, se encuentra ya desde hace algunos años al límite de la ficción. “Ahora no existen límites. Muchos están incluso narrando hechos falsos bajo la forma de documental”, explica Ricardo Restrepo, director de la muestra.
El ejemplo clásico es el del cineasta tunecino William Karel y su cinta Operación Luna. En esta, Karel echa mano de imágenes de archivo, entrevistas a supuestos personajes como Richard Nixon o Henry Kissinger, y todos los recursos que ofrece el documental para “demostrar” que la llegada del hombre a la Luna en 1969 fue el resultado de un complot entre el gobierno estadounidense y Stanley Kubrick. El supuesto alunizaje de Neil Armstrong no habría sido otra cosa que un excelente montaje realizado en el estudio de grabación de 2001 Odisea del espacio.
Desde luego Operación Luna, que ya se ha convertido en un clásico de la “docuficción”, es un caso límite de la disolución de la frontera entre realidad y ficción. Y lo cierto es que los mismos documentalistas no están dispuestos a firmar al acta de defunción de su género. “El documental sigue siendo el espacio de lo real”, afirma Melo.
Pero no cabe duda de que el documental cada vez toma más elementos del lenguaje en el que se narra el cine de ficción. Tampoco se puede desconocer que el documentalista, por definición, es un explorador, y que desde sus comienzos, los padres del género fueron grandes viajeros, así como pioneros de nuevas formas de expresión. “En los principios dramatúrgicos y en la construcción de personajes, el documental simula cada vez más a la ficción”, concede Piffano. Lo que no se puede perder de vista, aclara, es que el documental se vale ante todo de la potencia de la realidad, pues es allí donde está su materia prima.
¿Realidad o ficción? “Desde el principio –dice Restrepo– la intención misma de la muestra ha sido generar una ventana de reflexión, un intercambio de experiencias y miradas sobre todos estos temas”. Para él lo más importante es que a lo largo de nueve años ha habido un claro incremento en la calidad del pensamiento, en la profundidad de las investigaciones y en los terminados de las cintas, sobre todo las nacionales. No en vano la muestra obtuvo este año el reconocimiento de la fundación holandesa Jan Vrijman, de lejos el más importante premio en materia de documental que haya recibido el país.
En total, serán sesenta y seis películas a lo largo de siete días, con lo mejor de la producción documental nacional y extranjera. “La muestra es toda una red de arte y pensamiento en la que se pondrá a circular ese otro mundo, diverso y complejo, ese universo de miradas distintas al que jamás podemos acceder por otros canales”, dice Silvia Amaya, curadora de la muestra y realizadora. Sin duda, será una ventana para acceder a realidades restringidas por los códigos gastados de los medios masivos. Una oportunidad –dice Piffano en una metáfora de los kuna– en medio de la selva de la información, “para no morirnos sin darnos cuenta”.