Vuelos locales

Por los viejos tiempos

La obra de Beltrán Obregón transita un camino de regreso a la infancia: con nostalgia, el artista colombiano radicado en Londres busca en la memoria el significado de los mitos nacionales.

Charbel Ackermann
21 de marzo de 2007

Vi por primera vez el trabajo de Beltrán Obregón en 2005, cuando fue escogido para la muestra colectiva Bloomberg New Contemporaries, una selección anual de artistas promisorios recién salidos de las escuelas de arte británicas. La pieza que allí exhibían se titulaba Con la mirada hacia el cielo, y se trataba de la proyección de unas fotografías aéreas tomadas con una cámara a control remoto instalada en un globo aerostático suspendido sobre distintas instalaciones penintenciarias colombianas. La segunda pieza suya que tuve la oportunidad de ver hacía parte de otra muestra colectiva importante que estuvo de gira por varias galerías del Reino Unido. Se titulada Rocket Launch y consistía en cinco soberbias fotografías que, al parecer, documentaban justamente eso: la secuencia del lanzamiento de un cohete. Sin embargo, tras detenido examen, se hacía evidente que cada una de las distintas fases del lanzamiento, nubes de humo y falla anómala en pleno vuelo inclusive, las sufría por un cohete en miniatura realizado exclusivamente con fósforos El Rey.

En la actual exposición del artista en Bogotá, en la Galería Valenzuela y Klenner, se puede ver un video titulado Spacial Sequence #1
que muestra los sutiles movimientos del ala de un jet con todo y luz estroboscópica en la punta en permanente contraste con las condiciones cambiantes de la luz del cielo. El video parece haber sido realizado desde la ventanilla de un jet de pasajeros. Es probable que, de nuevo, tras un más detenido examen, descubramos que toda la filmación se hizo con un modelo de ala hecho en balso o cartulina con una lucecita intermitente en el extremo. En otro video, Tierra de gigantes (2006), Beltrán Obregón recurre al mismo tipo de luz intermitente pero esta vez la vemos instalada sobre un rascacielos.
 
En este último caso, el observador se ve conducido por la película desde un vuelo que se aproxima sobre un paisaje metropolitano y, cuando ya cree que empieza a reconocer las locaciones terrestres, comprende que algo anda mal con la topología de la ciudad: de pronto, nos percatamos de que estamos volando sobre formas imposibles al comprender que todas las siluetas están en blanco y negro mientras que la lucecita, sobre la más alta de las edificaciones, titila con un cálido color ambarino... y entonces, cuando ya creemos estar mejor orientados, descubrimos que son modelos, miniaturas y espejismos.

Los trabajos de Beltrán Obregón tratan sobre el asunto de la percepción pero también sobre la naturaleza del juego, incluso cuando la ‘naturaleza’ de los objetos representados son todo menos una diversión. Los montajes ‘experimentales’ del artista afectan la ‘naturaleza’ de los objetos que su obra presenta. El improvisado artilugio aéreo que desde el aire filma con ojo avisor los patios y techos de las aterradoras prisiones de Medellín en Con la mirada hacia el cielo, de alguna manera amortigua el peso y la gravedad específica de los espacios fotografiados. En una época en la que aviones miniatura se han convertido en parte del arsenal de la guerra contemporánea, los ingrávidos aparatos voladores de Beltrán Obregón le prestan un sentido lúdico y exaltado a la por lo demás lóbrega escena.

En sus videos y fotografías, Beltrán Obregón parece convertirse en el hermano aeronauta y juguetón de Thomas Demand, famoso por sus enormes fotografías de ‘espacios interiores genéricos’ desprovistos de toda presencia humana, como por ejemplo el recinto de las fotocopiadoras en una oficina. Es cierto que algunos de los trabajos de Demand también involucran espacios memorables como por ejemplo el podio desde donde Slobodan Milosevic lanzó un discurso para celebrar los seiscientos años de la derrota serbia por parte de los turcos. Sin embargo, en el caso de Thomas Demand, los sujetos u objetos de sus fotografías de gran formato son minuciosas y concienzudas maquetas escala uno a uno y en tres dimensiones de objetos o espacios arquitectónicos realizadas con cartulina y papel, mientras que las reconstrucciones en video de Beltrán Obregón no pretenden lidiar con el eterno vacío ni con el peso histórico de los lugares en cuestión. Su trabajo no depende del detalle excepcional y maravilloso, de hecho, sus réplicas y sus aviones son desesperadamente improvisados y son análogos a las que nos generan las maquetas de conjuntos, barrios y pueblitos, trenes y automóviles de juguete en la película The Lady Vanishes de Hitchcock o los pájaros recortados en papel al lado de pájaros de verdad en el perchero escolar de su conocida película Los pájaros. En pocas palabras, los vuelos y las maquetas de Beltrán Obregón vuelven a representarnos todos aquellos experimentos y vuelos fantásticos que hicimos en la infancia.

Del mismo modo que en anteriores exposiciones en Colombia, Beltrán Obregón de nuevo nos ofrece una serie de pinturas sobre lienzo como parte de su exhibición. En un primer momento, el tema y la forma de los distintos lienzos no parecen tener relación entre sí: Salto es un paisaje en buena medida monocromático con un tratamiento vagamente contemporáneo; Orador, un afiche sobre lienzo que recuerda las primeras intentonas soviéticas de arte para “solviantar las masas”; Jinete azul, gracias a su título y el tratamiento del medio, parece hacerle un guiño a otros movimientos artísticos de las dos primeras décadas del siglo xx, a saber, “Der Blaue Reiter” y el futurismo.

Y de nuevo, otra vez, haciendo caso omiso de la redundancia, el artista obliga al observador a una segunda y más cuidadosa mirada. Por ejemplo, en Jinete azul se ven las siluetas de tres hombres que salen de un gigantesco triángulo futurista en medio de unas ondas geométricas, sin embargo, los hombres parecen sacados antes de recortes de prensa que de la maqueta futurista. De hecho, lo que la pintura hace es utilizar el lenguaje futurista de manera irónica para así incorporar una imagen de la mitología colombiana actual: las poderosas ‘narcolanchas’ utilizadas por los narcotraficantes para transportar drogas desde Suramérica hacia el norte. Según los informes de prensa, los motores de las tales lanchas tienen cientos de caballos de fuerza y, a pesar de no estar cubiertas, el combustible y el alijo van guardados en arrumes de cilindros. Los cilindros pueden apreciarse en uno de los lienzos.
 
Trasuntos tópicos de la mitología colombiana contemporánea, tratados con delicada ironía, recorren toda la muestra: Orador lidia con un tema de la cultura popular suramericana recurriendo a las primeras muestras del realismo soviético de arte popular, pero el quiosco del orador en cuestión está adornado con las ollas, sartenes y cucharones utilizados en las tiendas y almacenes de artículos para el hogar en Colombia. Ejecutado con negro y sucio carboncillo tras el cual apenas si se ve un arco iris, Salto le rinde homenaje a Bochica: la exigua micción de la cascada, y por tanto la del caudal del río, deja ver la angustiosa contaminación del río Bogotá al tiempo que cae sobre el abismo del Tequendama y llora la sequía de antiguas romerías de turistas que antes solían visitar este viejo altar natural del país. Otras pinturas, Uncool Britania, por ejemplo, ponen en contraste imágenes de la cultura popular versus los ideales de belleza de la historiografía convencional del arte o una nostálgica representación de una batalla ‘de la Antigüedad Clásica’ la pone al lado de la noticia del derribo del Black Hawk en Somalia.

Beltrán Obregón se crió en Bogotá, hoy por hoy vive en Londres y las pinturas y lienzos que expone actualmente son un viaje nostálgico a través de la mitología colombiana utilizando la historia del arte universal como vehículo para transitar por las dos imaginerías. Igual que en sus videos, la nostalgia y la infancia están implicadas en ambos medios. La visita desde la historia del arte a los lugares de la mitología colombiana se constituye en una vista simultánea a su primeros encuentros en la infancia con distintos movimientos artísticos. El recuerdo se encuentra con las historias locales, y no puedo menos que pensar que ambas contienen un elemento de salutación y despedida al fallecido Mauricio Obregón, aeronauta, navegador e historiador: su padre.

Traducción: Juan Manuel Pombo.