Especiales Semana

Agujas que venden

Desde su puesto de trabajo, esta mujer es la encargada de revisar que las prendas que salen de su fábrica lleguen a 12 países con la calidad que corresponde.

Perla Toro
28 de octubre de 2006

Cuando Mabel Echavarría vuelve a tejer su memoria, recuerda que una de las cosas que más odiaba y menos anhelaba en su vida era llegar a ser modista.

Su madre sabía que la única herencia que podía dejarles a sus hijas era aprender a coser, pero fue Mabel la primera en protestar. Ante la necesidad de contribuir a una familia de 10 hermanos, tomó la decisión de enfilarse en ese oficio.

Mabel fue contratada, unos meses después de terminar su bachillerato, para desempacar y seleccionar las telas de un taller de camisería en el barrio Guayabal, en Medellín. Después de desenvolver, clasificar y ordenar por colores, formas y tamaños, se interesó por aprender a manejar artefactos como la fileteadora y otros que permitían llevar a la realidad tejidos de punto como camisetas, y tejidos planos como yines.

Después de aprender a coser, el paso entre seleccionar el corte y estar sentada en una máquina fue breve. El proceso de instrucción continuó en 1999, cuando recibió el título de tecnóloga en producción.

Coser es un oficio tradicional entre las mujeres colombianas, en especial entre las antioqueñas. El sector confeccionista es ocupado en su mayoría por mujeres cabeza de familia. En la actualidad, según cifras oficiales, genera más de 100.000 puestos.

Uno de esos puestos es ocupado por Mabel, que ingresó a Conindex en el momento que fue creada la marca Club Panda, que produce ropa infantil.

Su cargo le implica despedirse muy temprano de su hijo, de 7 años, para llegar a la compañía a las 7:30 de la mañana. Una vez descargado su bolso, sirve una tasa de café, enciende el computador y empieza a planear las actividades del día. Esto incluye programar los movimientos de los empleados que se encuentran a su cargo, repartir los quehaceres del conductor, distribuir el trabajo entre los terceros, realizar visitas a los confeccionistas, trabajar algunos fines de semana, no tener una hora fija de salida y velar por la calidad de lo que se produce y exporta dentro de la empresa.

Conindex produce al año unos cuatro millones de dólares, de los cuales, el 70 por ciento es exportado a 12 países, principalmente México y Venezuela, y el 30 por ciento restante es distribuido entre los puntos de venta y los almacenes de cadena del país.

En los últimos tres años, la demanda de exportación de ropa infantil ha aumentado en 20 por ciento, dentro del cual, el departamento antioqueño se ratifica como el principal exportador.

En este retejer del pasado, Mabel no se arrepiente de haber tomado el camino de la industria textil y sostiene con firmeza, como a una aguja en su mano, que esta es la mejor forma de aportarle a su vida y al crecimiento de su ciudad.