Especiales Semana

Andrea Echeverri

Como líder de Aterciopelados fue una de las grandes animadoras del rock en español con proyección continental. Marcó una generación en los años 90 y su estilo sigue vigente.

Andrés Wiesner*
3 de diciembre de 2005

En un estudio en el barrio Teusaquillo de Bogotá, a las 10 de la mañana del viernes 23 de septiembre de 2005, Andrea Echeverri ensaya para lanzar en Bolivia, México y España su nuevo disco titulado Andrea Echeverri. A los que pasen cerca de la casa y oigan un poco del chill latino con coqueteos de boleros y rancheras, que se escapa por una ventana de rejas de arabescos, les costará creer que se trata de aquella cantante que en los 90 escandalizó a más de uno con su estilo gótico, la cabeza rapada, gafas de plástico, piercings y tatuajes. Su nueva música no tiene mucho que ver con aquel ritmo roquero de su disco El Dorado. Tampoco con las sugestivas letras de canciones como Mujer gala, Sortilegio, Florecita roquera o No futuro, que en seis álbumes llevaron a Aterciopelados a los Premios Grammy, en donde finalmente fueron elegidos como la mejor banda de rock. No, las canciones de hoy no se parecen a las que se vieron y sonaron en los videos de MTV, llenaron estadios del mundo y convirtieron a los Aterciopelados en la banda más importante de Colombia. Ahora las letras de Andrea hablan de las relaciones de pareja, del sentimiento de ser madre y son un homenaje a la vida y a la formación de una persona dentro del cuerpo de una mujer. "Siempre expreso lo que siento y este disco es el resultado de la etapa por la que atraviesa mi vida, con una hija de 3 años y una relación estable". Tal vez por eso esta bogotana, de 40 años, la que toma yagé, la que mira la esencia y no las apariencias, la que sólo canta en español, la que le gusta vestirse de ruana y tocar música carrilera, sigue siendo la imagen de muchos jóvenes colombianos, la voz de los que simplemente quieren expresar lo que sienten y la responsable de que el rock en Colombia tenga su propia personalidad. A las 11 de la mañana, con unos jeans de estrellitas y un buzo blanco de tejido boliviano, Andrea posa al lado de un infante que sufre síndrome de down, buscando una imagen para un calendario que busca recoger fondos para los niños de bajos recursos que padecen esta enfermedad. Trabajar en proyectos sociales es su prioridad y por eso su itinerario semanal incluye desde campañas para el uso adecuado del condón, hasta ser jurado de un concurso de dibujo para niños desplazados por la violencia, o escribir una canción en contra del maltrato infantil. Ya son las 3 de la tarde y Andrea, desde un taller de cerámica en Cajicá, cuenta que antes de que naciera Aterciopelados dividía su tiempo tocando en bares de La Candelaria con su compañero Héctor Buitrago y vendiendo atípicos candelabros y lozas de cerámica en el almacén Tierra de Fuego, donde se lanzó como ceramista. Una faceta un poco escondida, pero en la que ha incursionado con éxito demostrando que no sólo lo precolombinoy lo yadró son cerámica. A este último oficio dedicará su vida cuando deje de ser cantante. Pero para eso todavía falta. Aterciopelados sigue vivo y en 2006 volverá con los integrantes de siempre para que Andrea cante sobre lo que esté pensando. Sobre lo que esté sintiendo. *Periodista de Conexión Colombia y de SEMANA