Especiales Semana

ARMAMENTOS DEL TERCER MUNDO

3 de agosto de 1987

LA DOCTRINA ARMAMENTISTA DE REAGAN PALIDECE
La deuda y el precio del petróleo reducen la demanda
BAJO LA PRESIDENCIA de Carter, las embajadas de EE.UU. de todo el mundo recibieron en 1977 un memorándum que decía que no estaban autorizadas a apoyar a empresas estadounidenses que intentaran vender armas a países extranjeros.
Otra nota enviada por Ronald Reagan a las embajadas de su país en junio de 1981, establecía una nueva doctrina. El mensaje, exactamente opuesto al de Carter, decía: "Estados Unidos no puede defender los intereses del mundo libre por sí solo. En el mundo de hoy, Estados Unidos no sólo debe reforzar su propia fuerza militar, sino que también deberá estar listo para ayudar a que sus amigos y aliados incrementen la suya, a través de la entrega de armas comencionales y otras formas de asistencia de seguridad.
Por lo tanto, Estados Unidos considera que la transferencia de armas convencionales y otros artículos y servicios de defensa, es un elemento esencial de su postura global de defensa, y un componente indispensable de su política exterior".
La doctrina es aplicable al Tercer Mundo, todas las naciones no comunistas, excepto las integrantes de OTAN, Japón, Australia y Nueva Zelandia.
Pero a pesar de las intenciones del gobierno de Reagan, la realidad no refleja la doctrina.
Un sondeo reciente del Congreso estadounidense reveló que las ventas de armas de EE.UU. y otras fuentes globales al Tercer Mundo, han declinado considerablemente durante el mandato de Reagan.
En 1985, las ventas de la superpotencia decayeron a 5.300 millones de dólares, de 7.100 millones el año anterior, siendo este el nivel más bajo desde 1978. Por el segundo año consecutivo, un proveedor europeo, Gran Bretaña, y no EE.UU., estuvo en segundo lugar, detrás de la URSS, líder indiscutida en el comercio internacional de armas.
Hasta los soviéticos sufrieron una merma en las ventas de armas, de 12.800 millones en 1984 a 9.100 millones de dólares en 1985.
La reducción de las ventas de armas se debe en parte al empeoramiento de la situación económica del Tercer Mundo; en el Medio Oriente y en Asia, a raíz de la caída del precio del petróleo, y en América Latina, como resultado de la creciente deuda externa.
En EE.UU., el mercado interno de armas se ha reducido porque el Congreso ha impuesto límites sobre el presupuesto militar. Los fabricantes de EE.UU., Europa y Japón compiten cada vez más por un mercado mundial saturado por fabricantes del Tercer Mundo que acaban de llegar.
Por ejemplo, la empresa de Brasil Embraer, que exportó su primer avión en 1975, en 1981 exportó más de 100 millones de dólares, y puede producir aviones de transporte militar más baratos y menos vulnerables que los estadounidenses. Corea del Sur e Israel son competidores de primera línea en el mercado mundial de armas.
Al mismo tiempo que las ventas de EE.UU. se han reducido, los fondos que h superpotencia destina para apuntalar la seguridad de otros países, aumentó entre 1980 y 1985 aproximadamente 400 por ciento, de 2.700 millones de dólares a 11.800. Incluye créditos militares, ayuda económica, ayuda militar y un programa internacional de entrenamiento militar.
Pero como resultado de la ley Gramm-Rudman, que busca reducir el déficit presupuestario de EE.UU., el Congreso ha otorgado sólo 8.500 millones de dólares, de los 10.800 millones que el gobierno había solicitado para 1987.
La doctrina armamentista de Reaga puede haber exhalado quedamente su último suspiro bajo un Congreso controlado por el partido Demócrata, que favorece el reemplazo de h ayuda militar por la económica. Pero sea cual fuere el resultado del debate sobre el papel de EE.UU. como proveedor de armas global, la propia política estadouniense y la venta de armas a países extranjeros se verá afectada cada vez más por la penetración de los fabricantes del Tercer Mundo en este lucrativo mercado.