Especiales Semana

ARQUITECTURA Y URBANISMO

19 de abril de 1993

Y trece bienales despues...

LA PRIMERA BIENAL DE ARQUITECTURA fue en 1962 y el premio al mejor proyecto lo ganó Fernando Martínez Sanabria con su propuesta para la edificación del Colegio Emilio Cifuentes en Facatativá. Aunque nunca llegó a materializarse, ese trabajo fue la carta formal de presentación de la arquitectura que desde la década anterior empezaba a mover los cimientos de la tradición colombiana.
Fernando "Chuli" Martínez y otros arquitectos, como Germán Samper Gnecco, Guillermo Bermúdez y Rogelio Salmona le dieron por aquel entonces un carácter a la edificación en Colombia. El verbo "construir" se colocó a considerable distancia del verbo "edificar" y, por encima de todo, se pensaron y llevaron a feliz término obras con carácter más colombiano que universal, pensadas desde la luz, las costumbres, el paisaje y los sueños de esta tierra.
Era época de pocos proyectos inscritos y poco patrocinio dentro de la bienal, poca vitrina para los triunfadores y poca discusión teórica mas allá del círculo de los "importantes". Y quizá porque había tan poco de todo, las propuestas nacidas en este medio se empezaron a mezclar con la moda mundial y frente a la pregunta de si tiene o no la arquitectura colombiana un carácter, la respuesta más frecuente de los arquitectos empezó a ser: "Hay de todo un poco".
¿Cuál es la situación hoy? En el escrito introductorio ala presentación de los ganadores de la XIll Bienal de Arquitectura (noviembre de 1992), Sergio Trujillo Jaramillo, miembro del comité organizador y profesor de la facultad del ramo en la Universidad Nacional, anota:
"Resulta claro que el quehacer arquitectónico en el país ha sido muy sensible a los vaivenes y desconciertos tan propios del acontecer internacional de los últimos años, el cual, al amparo de un apabullante aparato editorial, nos ha venido impactando sostenida y peculiarmente, pues al tiempo que alienta desarraigos y veleidosas aventuras expresivas permite también que los sectores más avanzados del pensamiento y los más talentosos diseñadores, hagan acopio de valiosas reflexiones y nutran así el espector de sus posibilidades".
En resumen: la influencia de las tendencias arquitectónicas internacionales no es mala por sí sola. Incluso es benéfica, sabiendo aprovecharla. Sin embargo, en el mismo balance de la actividad arquitectónica en el país, Sergio Trujillo señala que "la gran masa de lo que cotidianamente se produce permanece atada a los términos impuestos de una voraz especulación muy poco preocupada por los asuntos urbanos y constructivos, depredadora sistemática de los lugares y expresivamente conformista".
Desde luego, estas últimas consideraciones no se aplican a los elegidos en la bienal. Es la sentida opinión de varios importantes arquitectos consultados por SEMANA.
Uno de ellos, Mauricio Pinilla Acevedo, también miembro del comité organizador del evento, pero esta vez profesor de la facultad de arquitectura de Los Andes, lo expresa de esta forma:
"Hoy muchas fachadas se arman y desarman siguiendo las leyes del mercado y a veces llegan proyectos de este tipo a la bienal buscando protagonismo. Afortunadamente en el evento se cumple una importantísima labor de depuración".

Tiempo de recomendaciones
¿Eso es todo? ¿La bienal marcha sobre ruedas y no requiere reformas, ajustes o ampliaciones? Uno de los pocos que se apresura a responder con nombre propio es, precisamente, Mauricio Pinilla. Sugiere él, que además de las bienales alternas creadas recientemente (la de proyectos no edificados y la de trabajos de grado), se programen dentro del evento foros que sirvan para denunciar atropellos y tomar el pulso de la arquitectura colombiana a un nivel un poco mas amplio.
En la Sociedad Colombiana de Arquitectos, alma y cuerpo de este evento a nivel nacional, hay una noción clara de lo que debería ser el arquitecto de hoy, apoyo de la industria de la construcción y, desde el año pasado, incluso de algunas instituciones gubernamentales como el Ministerio de Relaciones Exteriores para difundir la bienal en mas de 40 países del mundo.
Además, en 1986, bajo la presidencia de Elly Burckhardt, se hicieron importantes adelantos en materia de presentación del material, pues se decidió colocar cada uno de los proyectos en un afiche que integrara fotos, dibujos y un texto explicativo, y luego unirlos todos en un solo documento que se sigue editando cada dos años, el atractivo libro en gran formato "Testimonio".
Sin embargo, a juicio de algunas fuentes que piden no ser indentificadas, a la bienal de arquitectura le falta ser un poco más representativa y democrática. Participar con un proyecto no está económicamente al alcance de todos y a veces falta incluso que en las regionales se invite a los arquitectos que han hecho lo más importante en el último período. De cualquier forma, para todos, el evento sigue siendo un medio de promoción de aparte de la arquitectura colombiana de hoy.