Especiales Semana

ARQUITECTURA Y URBANISMO

18 de abril de 1994



DE LA ARQUITECTURA A LA ACUARELA

QUE UN IOVEN ARQUITECTO RECIEN egresado de una prestigiosa universidad decida dedicarse de lleno al arte es poco común pero no tan extraño. En esta profesión, más que en muchas otras, los intereses estéticos se cultivan hora tras hora.
Los estudiantes de arquitectura más "pilos" son, por lo general, visitantes frecuentes de museos y galerías, buenos lectores, aficionados a la historia de la música en cualquiera de sus géneros, fotógrafos aceptables y dibujantes de esos que "construyen" elaborados castillos a lápiz mientras hablan por teléfono.
Lo que sí resulta curioso es que un arquitecto con más de una década de ejercicio continuo en el área comercial, todo un especialista en diseños de oficina abierta, casado y con cuatro hijos, opte por convertirse en acuarelista. Y este es precisamente el caso de Fernando Turk, un hombre que desde el año pasado se entrega de lleno cada día, bajo el tejado del último piso de su casa y acompañado por el ruido constante del tanque de agua, a pintar monumentos nacionales, muros de adobe, torres, campanas y portones porque quiere dejar una memoria sobre "cómo vive uno los espacios cuando en realidad se los dejan ver" .
La sorpresa de quienes admiran sus cuadros por primera vez se traduce en la típica frase: "Yo no había notado que esta plaza era tan linda", o las no poco frecuentes preguntas: "¿De verdad esto está en Bogotá?", o "¿dónde encontró este campanario tan espectacular?".
Arquitecto-acuarelista o acuarelista-arquitecto (ni siquiera sabe que está hoy primero), él mismo se encarga de promocionar su propia obra y al parecer con mucho éxito, pues sus acuarelas decoran cada rincón en uno de los más exauisitos hoteles bogotanos, recientemente ampliado, y también empiezan a tomarse las salas de juntas de importantes compañías.
Lejos en el tiempo ha quedado su primera muestra, de 28 cuadros, en la alcaldía de Chía hace ocho años, cuando todavía trabajaba como arquitecto.
A finales del próximo mes estará en El Pórtico, al nororiente de Bogotá, con lo mejor de la arquitectura colombiana para que permanezca en nuestra memoria colectiva.