Especiales Semana

AUTOPISTA AL CONOCIMIENTO

Millones de personas se enteran de los avances de la ciencia y las humanidades gracias a estos textos que los hacen comprensibles.

Julio César Londoño
18 de abril de 2004

El ensayo de divulgación es el más necesario de todos los géneros porque es el que cierra la brecha entre los científicos y nosotros, los 'hombres de la calle'. Si nos los ponen en buen castellano, los resultados de la ciencia son perfectamente comprensibles. Los detalles del mapa del genoma, digamos, son sánscrito puro; pero cualquiera puede entender sus conclusiones y con ellas podemos discutir lo que de verdad importa: cómo afecta este descubrimiento nuestra cosmovisión, qué males del cuerpo permite prevenir o curar, qué problemas legislativos plantea, cuáles son los límites morales de la genética.

En lo que sigue reseñaré unos hitos de la divulgación en el mundo y en Colombia

El maestro del género es François Jacob. Sus libros brindan unas panorámicas de la historia de la ciencia, el arte y la religión en una prosa que envidiaría el mismísimo Proust. Sus conclusiones son siempre reveladoras y sorpresivas: "La ciencia y la religión -nos dice en El ratón, la mosca y el hombre- se parecen: ambas explican fenómenos visibles por medio de fuerzas invisibles". Esto sí es síntesis. Lo demás es filatelia.

Para "desasnarse" en astrofísica, el indicado es Paul Davies, un ateo con sensibilidad de místico. No lo reseñaré aquí por falta de espacio (de espacio en mi cabeza, se entiende), pero puedo garantizar que en sus libros aprendemos como debe ser, con alegría.

Si a usted le importa más el rigor que el lenguaje, no le pierda pisada a las colecciones Metatemas de Tusquets, Alianza Universidad de Alianza Editorial y Drakontos de Grijalbo Mondadori. Son libros en los que los pensadores más destacados del mundo le contarán de primera mano lo que está sucediendo en el frente de onda de las investigaciones.

Aunque no muy cultivado en Colombia, el género ya tiene aquí algunos autores legibles. Entre los mejores están Antonio Vélez, que escribió en una prosa sobriamente poética El principio y el fin, la historia de la vida, esa curva del carbono va de los primeros unicelulares al tigre, la mariposa y Mónica Bellucci; y Fernando Isaza, un empresario que escribe unos artículos científicos llenos de gracia e inteligencia sobre los temas más intrincados que uno pueda imaginarse.

El ensayo de humanidades cuenta en Colombia con Germán Arciniegas, uno de los pioneros en el mundo de la 'historia privada', es decir, del registro de la arista humana y los hechos menudos de los grandes sucesos. Arciniegas repensó la historia con una mirada americanista y un estilo feliz. En su obra se destacan América, tierra firme y Biografía del Caribe.

William Ospina está escribiendo con una prosa hechizada los primeros ensayos sociológicos legibles concebidos en este país. En dos de sus libros, Es tarde para el hombre y Los nuevos centros de la esfera, Ospina arremete contra la publicidad, el periodismo, la educación, la ciencia y hasta contra el mismísimo dios de los hebreos, sin despeinarse y con un arsenal que combina erudición, agudeza y sofismas.

El ensayo de divulgación cumple dos funciones vitales: satisface la pulsión de conocimiento de la especie y permite la obtención de la masa crítica necesaria para el debate. Sobre el aborto, la eutanasia y las drogas, tenemos ya un público suficientemente informado para la realización de debates amplios. Urge que otro tanto suceda con la ecología, la geopolítica o los transgénicos. Mientras sigamos ignorando estas cuestiones, muchas decisiones cruciales seguirán tomándose a puerta cerrada y dependerán tan sólo de la ambición del industrial, la vanidad del científico y el frío ajedrez de la política.