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A pesar de que los mecanismos para medir la calidad de las universidades en el país están en desarrollo, los estudiantes pueden analizar criterios objetivos antes de matricularse en una institución de educación superior.

29 de septiembre de 2003

En la decada de los 90 el país vivió un furor de nuevos estudiantes, carreras y universidades pero, como todas las fiebres, tuvo sus secuelas negativas: numerosos centros de educación superior y programas nacidos por la sed de conocimiento no tuvieron el mejor comienzo y aún no han alcanzado ni la calidad ni las condiciones para formar a sus alumnos para desempeñarse en la competida vida laboral. En cierta medida siguen siendo universidades y carreras de garaje.

Mientras que en 1960 había 29 instituciones de educación superior en Colombia y en 1980 164, a diciembre pasado el número llegó a 321. Por fortuna, como lo advierte el Ministerio de Educación, el sistema de formación superior es variado y permite la libre elección, así como la posibilidad de responder a diferentes necesidades de los estudiantes. Además el gobierno está avanzando en el mejoramiento de la calidad de la educación superior que están recibiendo los colombianos por medio de un sistema de exigencias mínimas de calidad. Esto llevó a que en los últimos 10 años, como lo advierte el viceministro de Educación, Javier Botero, crecieron de 12 a 21 por ciento los bachilleres que ingresaron a la educación superior, y la meta es llegar a una cobertura de 50 por ciento, es decir, 400.000 estudiantes más.

Precisamente para mejorar la calidad de la educación el gobierno expidió el decreto 2566 de septiembre pasado, en el que se establecieron y unificaron las condiciones mínimas que deben tener las instituciones y los programas para poder funcionar. Entre éstas se encuentran tener una justificación válida del programa, que esté respaldado por un buen currículo, que tenga unas instalaciones físicas adecuadas, con una planta de profesores preparada y recursos académicos básicos, como biblioteca, computadores, aulas.

De éstos, es importante resaltar la calidad de los maestros. A más preparación y a mayor tiempo de vinculación y permanencia en la universidad, mayor será la calidad académica de los estudiantes. Pero uno de los problemas es que no hay suficientes Ph.D en el país.

Néstor Hincapié, rector de la Universidad de Medellín, dice que los futuros estudiantes deben "tener en cuenta dos cosas: la calidad de la universidad y su seriedad. Después debe mirarse la pertinencia del programa".

Precisamente la calidad de las universidades está siendo medida a través de la acreditación (ver siguiente artículo) y de los Exámenes de calidad de la educación superior (Ecaes), una especie de Icfes que por ahora se han hecho a manera de prueba a profesionales de medicina, ingeniería mecánica y derecho, pero que se extenderán a las demás profesiones.

El problema, según una reciente investigación del Banco Mundial sobre educación superior en el país, es que el número de programas acreditados es bastante reducido. Se requieren mejoras que le impriman cierto grado de organización a los diferentes mecanismos de aseguramiento de calidad ya existentes, de manera que las instituciones y sus programas avancen en forma escalonada para fomentar los niveles en este sentido.

Otra forma de medir la calidad de la educación será el Observatorio de Mercado Laboral, que están desarrollando el Ministerio de Educación, el Dane, el Sena y el Ministerio de la Protección Social. Este busca ver a través de algunos indicadores, como la facilidad para encontrar empleo, nivel salarial, satisfacción de empleador y empleado, criterios que den evidencias sobre el éxito de la educación.

Joaquín Sánchez, rector de la Universidad Javeriana en Cali, dice que, además de la calidad académica, el centro educativo debe tener cierta respetabilidad y experiencia. Y algo que debe dar indiscutiblemente la universidad es una propuesta integral de formación. La institución no se debe preocupar solamente por darles unos conocimientos teóricos básicos a los estudiantes. Esto, obviamente, les va a ser útil para su desempeño laboral, pero no se debe quedar ahí, debe estar dirigida también a la formación de la persona. Esto le va a dar una orientación que les permita enfrentarse a la vida y a su profesión, a la realidad y coyuntura del país.

Otros criterios

Además de estos criterios hay otros que se deben tener en cuenta a la hora de escoger una universidad. El primero es el número de cupos que ofrece el programa en el que se quiere estudiar y la cantidad de personas que son admitidas. En los resultados de las pruebas del Icfes se les muestra a las personas en qué parte se hallan. Si el aspirante se encuentra dentro de los rangos más altos y la carrera a la que se quiere presentar es muy competida y probablemente pasarán el 1 o el 2 por ciento de los aspirantes, pues tendrá mayores probabilidades de aprobar. Hay excepciones, pero buscar un programa en el que el promedio del Icfes y las áreas de mejor desempeño compaginen con las que exige la universidad para ser admitido aumentan las probabilidades.

Otro criterio es el valor de la matrícula y la capacidad que tienen el estudiante y la familia para asumir unos costos prolongados en el tiempo. Cada vez en el mercado hay numerosos programas de financiación, incluso de las mismas universidades (ver artículo 'Financiación a la medida'), pero la mayoría de estas no son de largo tiempo.

Otro criterio objetivo para escoger un programa es ver el número de graduados que en promedio tiene. Si en término medio una carrera recibe a 100 estudiantes primíparos, pero de esos, sólo se gradúan 10, es un indicador de que las posibilidades de obtener un título son difíciles. Lógicamente, una alta mortandad o un alto número de graduados no indican que se deba a factores académicos o que una es mejor que otra.

Además de estos criterios hay muchos otros, como bibliotecas, locaciones, publicaciones propias, revistas, flexibilidad académica y demás, que deben ser tenidas en cuenta antes de escoger el programa e institución que se acerque a las condiciones y expectativas de los aspirantes. Es la primera prueba que se debe superar para ser universitario.