Especiales Semana

Catalina Sandino

Con una sola actuación logró el Oso de Plata como mejor actriz en Berlín y, en un hecho sin precedentes en Colombia, una nominación al Oscar.

Olga Lucía Lozano*
3 de diciembre de 2005

No llegó al cine respaldada por una extensa hoja de vida. De hecho, su experiencia como actriz cuando el director Joshua Marston la vio por primera vez en una audición era bastante reducida. Sin embargo, Catalina Sandino logró lo que pocas superstars consiguen después de varios años de trabajo: protagonizar una película, ser reconocida por la crítica internacional, ganarse el Oso de Plata a la mejor actriz en Berlín, ser nominada como mejor actriz a los premios del Gremio de Actores de Cine (SAG) de Estados Unidos, a los premios Independent Spirit, dedicados al cine norteamericano independiente, y al premio Oscar. Así, sin previo aviso. Sin que la prensa colombiana la presentara en sociedad, sin que alguien dijera en televisión que era la nueva promesa de las artes escénicas. Esta bogotana, nacida en 1981, dejó de ser, en cuestión de meses, una desconocida y se transformó en la actriz con mayor proyección internacional de un país que pocas veces soñó con que el Oscar fuera siquiera posible. Si bien su aparición en María llena eres de gracia se convirtió en tema de reseñas periodísticas, fueron sus nominaciones las que la transformaron en un fenómeno de medios. De pronto Colombia entera empezó a opinar sobre ella, sobre su calidad interpretativa, sobre su vida familiar, sobre sus limitados estudios en una academia local y, por supuesto, sobre si la nominación al Oscar era sólo resultado de un golpe de suerte. Además, y como suele ocurrir con las figuras públicas, de manera indirecta Sandino empezó a recibir instrucciones sobre lo que debía lucir, sobre lo que el país esperaba que dijera y sobre su comportamiento como representante de la colombianidad. Sin embargo, en ambos casos (comentarios e indicaciones) fue y es difícil atinar con ella. Imposible saber a estas alturas si llegó al Oscar simplemente porque los astros se alineraron para que así fuera. Como imposible evaluar su carrera actoral a partir de un único trabajo. Habría que decir entonces que lo maravilloso de Sandino es ser una actriz principiante, con la presencia escénica suficiente para atraer la atención de los espectadores, y no una insulsa diva en formación. No importa si se rebela contra las indicaciones, si se resiste a vestir trajes de diseñadores nacionales y si no saca el pasaporte colombiano cada vez que la entrevistan. No importa si se opone a dejar de ser ella. En últimas, esa es precisamente una de sus grandes virtudes, eso es lo que le permite estar más preocupada por seguir sus estudios de arte dramático en Nueva York, que por hacer el curso completo de superestrella. Eso es lo que le permite sorprenderse con la misma intensidad ante cada escena de una película que ante la noticia de una nominación al Oscar. Hasta cuando Sandino apareció con nombre y apellido en María llena eres de gracia, ni ella ni el país creían que una colombiana pudiera estar al mismo nivel de Imelda Staunton, Kate Winslet, Hilary Swank y Annete Benning. Pero lo estuvo. Hasta cuando ella llegó a ese mundo esquivo para la mayoría de los latinos, nadie se imaginaba que una mujer que se parece más a las amigas de la cuadra de cualquier adolescente colombiana, que a Angelina Jolie, iba darse el lujo de votar para elegir a los nuevos nominados y ganadores de la estatuilla que ella logró acariciar. *Editora de Conexión Colombia