Especiales Semana

Colombia, pueblo de caciques y de indios

Para comprender el país de hoy es necesario saber la forma como se habitó y pobló antes de la llegada de los conquistadores.

30 de mayo de 2004

Cuando los primeros españoles llegaron al territorio de lo que hoy es Colombia encontraron una enorme diversidad de sociedades. Rápidamente se dieron cuenta de que existían profundas diferencias, no sólo por sus costumbres, alimentación o aspecto físico. La más importante fue la forma como se organizaban. Mientras en algunas comunidades los líderes eran de carácter temporal y realmente no tenían mayor poder, en otras, caciques poderosos tenían cargos hereditarios y eran respetados -a veces temidos- por sus comunidades. Los españoles admiraron a éstas últimas y despreciaron a las primeras. Narraron con admiración su producción agrícola, sus grandes aldeas, sus objetos de oro.

Mientras más parecida fuera la sociedad indígena a la española, la primera merecía más respeto. Los conquistadores de a pie notaron que los indígenas respetaban a sus caciques como en Europa ellos lo hacían con los nobles y caballeros. Y, desde luego, a mayor poder centralizado, los españoles encontraron más fácil imponer su régimen de encomiendas y controlar la mano de obra que necesitaban. Pero ¿por qué las comunidades indígenas tenían estos caciques? Al fin y al cabo, al menos en apariencia, los caciques son innecesarios. No obstante, hace unos 2.000 años algunas comunidades indígenas decidieron -o se vieron obligadas a aceptar- que no todos eran iguales. Que unos nacían para ser caciques y otros no.

Sociedades divididas

Las primeras evidencias de sociedades complejas, es decir, aquellas en las que se pueden reconocer diferencias sociales institucionalizadas, se encuentran en el sur y occidente del país. La 'cultura de San Agustín' es quizás el caso mejor conocido. El primer poblamiento por parte de agricultores y alfareros se reporta hace unos 3.500 años. Más tarde, se desarrolló la sociedad conocida por la elaboración de enormes montículos de tierra, caminos y templetes y estatuaria de piedra, alrededor de los cuales se concentró la población. Estos monumentos se asocian a los enterramientos de individuos especiales, probablemente los líderes de la comunidad. Sin embargo, cuando se excavan viviendas no se encuentra que existieran diferencias significativas en la acumulación de bienes. Esto quiere decir que aunque existían enterramientos acompañados de ricas ofrendas y otros no, parecen no haber existido gente que acumulara en vida muchos más bienes que otra. La gente vivía de forma similar, aunque no se le enterrara de igual manera.

Por otra parte, los enterramientos mismos son interesantes. No contienen ofrendas extraordinariamente ricas: tan solo unas pocas vasijas y ocasionalmente algunos objetos muy pequeños de oro. Los enterramientos parecen ser diseñados para ser públicamente visibles, y las estatuas que los acompañaban para representar seres específicos, quizá representaciones de las personas enterradas o de los poderes que se asociaron a ellos. Sin embargo las evidencias de una marcada diferencia en el modo de vida, y la existencia de un poder centralizado, institucionalizado y hereditario son muy pocas.

El control político en San Agustín parece haber estado basado en aspectos ideológicos. La evidencia arqueológica apunta a la existencia de una élite que negociaba constantemente su poder mediante la exaltación de su carácter especial, sin que lograra un control de medios económicos más estables y de carácter hereditario. Esta situación parece corriente en diversas regiones del suroccidente: la región Calima, Tierradentro, la cordillera Central y la cuenca del río Cauca. En estas regiones es muy común encontrar que hace unos 2.000 años se desarrollaron elementos simbólicos de carácter muy especial, en algunos casos estatuaria, en otros una orfebrería bastante impresionante, tumbas suntuarias, redes de caminos y un activo intercambio de objetos de lujo probablemente destinados a satisfacer las necesidades de las élites. Al igual que en el Alto Magdalena, las evidencias no demuestran que las diferencias fueran más allá del tratamiento a los muertos.

Otros pueblos

Después del 1.000 años después de Cristo, un poco antes en algunas regiones, y algo después en otras, se dieron profundos cambios en la forma como se mantuvo el poder por parte de las élites aborígenes. En el Alto Magdalena se dejaron de construir los enterramientos lujosos, pero en cambio aparecen evidencias de acumulación de riquezas en los entierros y quizá también diferencias en el acceso a recursos básicos. En algunos lugares las élites empezaron a controlar la producción y circulación de algunos bienes, como por ejemplo cerámica. Los objetos que se encuentran en los entierros de la élite no son especiales ni lujosos. Son de la misma clase que se encuentra en los demás entierros. La diferencia consiste en que en los entierros de élite estos bienes son más abundantes. Pero esto no significa que se pueda hablar de menores desigualdades sociales.

Los grandes centros de población que se habían desarrollado desde antes no sólo se mantuvieron sino que incluso aumentaron de tamaño. La población creció, como también parece que lo hizo la producción agrícola. Si bien el poder no se manejaba con base en símbolos tan elaborados como los de épocas previas, parece que las élites tuvieron un papel más importante en el control de la producción económica, enfatizó la ocupación y explotación de los mejores suelos y logró un carácter más institucionalizado de sus prerrogativas políticas y sociales. La gente moría diferente. Pero más importante aún, probablemente vivía diferente también.

Muchas otras sociedades del norte de Colombia tuvieron procesos similares, aunque más tarde. Ejemplos: la Sierra Nevada de Santa Marta, donde habitaron los genéricamente denominados taironas, y los de los Andes Orientales, donde vivían los muiscas. El poblamiento de la Sierra Nevada parece haber sido un proceso muy tardío. Al principio, únicamente se pobló parte del litoral. Hacia 200 después de Cristo, durante el período conocido como Neguanje, el poblamiento del litoral fue completo; luego se colonizaron las faldas de la Sierra Nevada, aunque sin llegar a alturas considerables. En la bahía de Neguanje se encontró un túmulo funerario de hace unos 1.500 años con cientos de cuentas de collar, así como una orfebrería y cerámica muy particulares, que parece marcar el entierro de un personaje muy especial. La cerámica del entierro se diferencia claramente de la mayor parte de la cerámica encontrada en viviendas y basureros, como si hubiese sido elaborada especialmente para el rito mortuorio.

Hace unos 1.300 años se inició el poblamiento de la Sierra Nevada de Santa Marta, y la construcción de enormes aldeas y caminos. Este nuevo período, conocido como Tairona, culminó en el siglo XVI con la llegada de los españoles. La población aumentó enormemente. Los entierros de la élite y de la gente común y corriente no parecen diferenciarse tanto por la presencia de objetos de lujo, sino por la cantidad de ofrendas encontradas y el tratamiento del cuerpo del difunto. El desarrollo tardío de cacicazgos en Santa Marta coincide con una orfebrería relativamente compleja, rica en alusiones a animales mágicos, el cruce entre seres humanos y animales.

Grandes pueblos

En los Andes Orientales, los muiscas representan lo que a ojos de los españoles representaba la cúspide de la organización social. En las montañas de Boyacá y Cundinamarca, hace unos 2.500 años, vivía una población que explotaba fuentes de agua salada y era agricultuora. Estas comunidades vivían usualmente en pequeñas concentraciones de unas pocas familias y tenían prácticas funerarias que sugieren un pobre desarrollo de la diferenciación social.

Hacia 800 después de Cristo se dieron profundos cambios: la cerámica se hizo mucho más variada y decorada, las aldeas crecieron considerablemente. Simultáneamente se encuentran las primeras evidencias de intercambio de objetos de lejana procedencia, como caracoles de origen marino, y el inicio de la orfebrería. Este período, conocido como Muisca Temprano, se caracterizó además por un importante aumento de población. Sin embargo, no es claro si el surgimiento de una élite implicó de cambios sociales y económicos generalizados. Indudablemente se puede hablar de una élite que buscó afianzar su poder principalmente mediante mecanismos ideológicos. Pero no se han excavado viviendas de este período que permitan conocer con precisión de qué clase de cambios sociales estamos hablando.

A la llegada de los españoles, el poder entre los muiscas era hereditario. Aunque los aspectos simbólicos e ideológicos del manejo del poder continuaron siendo importantes, el control económico parecía desempeñar un papel nada desdeñable. Este proceso de cambio fue abortado por la conquista española, la cual aprovechó la existencia de cierta centralización política y la presencia de una abundante mano de obra para establecer un sistema de encomiendas que prosperó a lo largo del siglo XVI. Los caciques que se desarrollaron después de la conquista explotaron hábilmente la institución del cacicazgo prehispánico. Muchas veces tomaron directamente la posición de los caciques; en otras ocasiones hicieron que éstos trabajaran para ellos. Y en otras, cuando los líderes tradicionales indígenas se opusieron abiertamente a los nuevos amos, fueron rápidamente eliminados. Pero la historia de esos nuevos caciques es otra. Y muy diferente.

La estructura de estos pueblos marcará definitivamente lo que será la conquista y poblamiento español en Colombia. No es una historia del pasado sino del presente, porque aún perdura en la raza, en la cultura, la comida y la música, entre muchas otras.