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Coma cuento para alimentar el alma

Magia, humor, mitos, pobreza y hasta títeres se juntaron en el Festival Iberoamericano de Cuenteros Abrapalabra, en Bucaramanga, ciudad promotora de la tradición oral.

11 de agosto de 2007

"Julieta había tenido 35 esposos. Al número 35 decidió dejarlo, porque ninguno se parecía a lo que ella quería. Pero la mala suerte no puede durar por siempre, Julieta encontró el número 36 y ese era perfecto, era justo como ella lo había soñando: era igual a ella. Pero él terminó por abandonarla, porque él recién iba por la número 21", relata el chileno Alfredo Becker, quien lleva cerca de 20 años en escena. En su repertorio hay historias crueles, siniestras, conmovedoras y románticas: "Espero tocarle el alma a quien me escuche. Sé que es pretencioso, pero si uno no pretende ir lejos, está jodido".

El oficio de "ganarse el pan con el sudor de la lengua", como lo describe Misael Torres, con 30 de sus 55 años en el medio, es el que el festival Abrapalabra enaltece desde hace 13 años, organizado por la Corporación Festival de Cuenteros. Becker especifica: "Uno tiene que estar consciente de que si quiere ser un narrador profesional y vivir de esto, es necesario dedicar unas ocho horas diarias a perfeccionar el arte, y así, lógicamente, cobrar por él".

Según Nicolás Buenaventura, narrador oral colombiano, "los cuentos son el alimento del alma. Creo que antes de ser persona, a uno ya lo han contado". Las historias se extienden a través de las generaciones, y con la voz como única herramienta, la memoria perdura. En la transmisión de estos mensajes, Buenaventura sostiene que el silencio que se ha perdido con toda la contaminación auditiva, es necesario para contar un buen cuento. "Una vez conocí a una mujer en Felidia (corregimiento cercano a Cali) que contaba historias de espantos. La última vez que subí me dijo: 'niño Nicolás, ya no le puedo contar más esos cuentos porque desde que pusieron la luz eléctrica los fantasmas se espantaron'".

El telón no se ha cerrado para la ciudad y mucho menos para los artistas, estos nómadas llevan sus vidas en la 'ruta', viajando sin mayores maletas que sus historias sobre la lengua. "Las palabras lo llevan a uno muy lejos", expone Buenaventura con una metáfora. "Los Machiguengas (cultura indígena peruana) dicen que hay que caminar para que el día se levante, para que el mundo se transforme, para que el sol salga. Se camina contando y se cuenta caminando".