Especiales Semana

Confianza en tiempos de crisis

La confianza no se puede ver, pero sus efectos son muy reales. Y a veces, aunque haya normas concretas, sin confianza las leyes sólo son letra muerta. La crisis económica nos obligó a revaluar cosas que dábamos por sentado y a darnos cuenta de que no todo es lo que parece.

21 de junio de 2009

Pero después de pensar en qué nos trajo hasta este punto, es hora de poner en marcha aquello que creíamos que estaba detenido. La infraestructura, el conocimiento, el talento y las manos disponibles siguen ahí, listas para continuar.

Desde hace muchos años los economistas, empresarios y líderes han utilizado la palabra confianza como el elemento que permite que una sociedad y un país funcionen. Uno de los instintos que los seres humanos aprenden a desarrollar es el de confiar, pues frente a un estado de indefensión tan grande como el que enfrenta el ser humano desde la infancia, es el mejor camino para sobrevivir.

Pero en un país donde se desconfía del otro, se enseña a no dar ‘papaya’ y se premia al ‘avispado’ o al ‘avión’, algo anda mal. Quedan enormes dudas sobre los valores en los que confían y creen los colombianos el que miles y miles de personas prefirieron confiar sus ahorros, no al sistema financiero regulado y controlado por el Estado, sino a unas ‘empresas’ de papel y a unos personajes desconocidos que tenían la fórmula secreta para multiplicar el dinero. Una fórmula que permitía multiplicar el capital no con el sudor de la frente como lo profesa la Biblia, sino con intereses del 150 por ciento. Mientras se desconfía del vecino, del amigo, se le entrega todo al que promete el camino fácil, el atajo.

La crisis económica que viven Colombia y el mundo, en la que los bancos e importantes empresarios terminaron gastando de forma irresponsable las inversiones de sus clientes, hace indispensable pensar de nuevo en las bases en las que se fundamenta la confianza y en la necesidad de encontrarla para tomar la senda del progreso y la justicia social.

El problema en Colombia, como plantea el experto Pedro Medina, no es de falta de recursos, sino de capital social, que es aquello que hace que una familia, empresa o una nación funcionen. A través de esas redes de confianza que se construyen con otras personas, fluye el libre intercambio de ideas, información, relaciones, recursos, apoyo y poder. El capital social construye confianza y ésta crea capital social. Cuando hay confianza todo es más rápido y menos costoso. El costo de transacción, es decir, lo que cuesta hacer cualquier cosa, baja cuando hay mutuo entendimiento.

En su libro Confianza, el destacado historiador Francis Fukuyama define muy bien el origen de este factor clave que sirve de catalizador del progreso social, económico y político de una comunidad. El bienestar colectivo depende de la capacidad de los individuos de asociarse. Y dicha capacidad a su vez es una función del grado en el que se comparten las normas y los valores. Agrega un elemento indispensable: la facilidad que debe tener un grupo para subordinar los intereses particulares a las necesidades más amplias del conjunto. La sumatoria de los anteriores ingredientes produce la confianza, común denominador del éxito de las sociedades.

Fukuyama recuerda que la confianza “es la expectativa que surge dentro de una comunidad del comportamiento normal, honesto y cooperativo, basada en normas comunes, compartidas por todos los miembros de dicha comunidad”. Así pues, si consideramos este sentido más amplio de lo que significa la confianza en una sociedad, Colombia aún está lejos de lograrla y las pruebas de ello saltan a la vista todos los días.
Esta Edición Especial es un viaje por las muchas definiciones y rostros de esa confianza que el país necesita para salir de la crisis, no sólo económica. A lo largo de estas páginas los lectores podrán tomar un respiro para gritar: ¡confianza, carajo!