Especiales Semana

CONSTRUCCION Y VIVIENDA

19 de noviembre de 1990

LA MAGIA DE LA LUZ
Es la fusión mágica de la luz y el color a través del cristal, una explosión maravillosa de haces lumínicos que chocan con el tamiz cromático y transforman la luz en destellos fantásticos. Es el ineludible juego de los resplandores, fruto de un matrimonio perfecto entre el calor de la luz y la frescura del vidrio.
Es, sencillamente, el arte del vitral, tan antiguo como las civilizaciones y tan perdurable como ellas.
Para muchos, su comienzo se remonta a casi mil años antes de Cristo, cuando -según se cree- los egipcios inventaron el vidrio. Otros expertos hablan de sus inicios refiriéndose al período de mayor esplendor del Imperio Romano, o a las primeras manifestaciones de arte cristiano, por allá en los siglos IV y V. Mientras otros sitúan los vitrales más remotos en la antigua Alemania del siglo VII.

EPOCAS Y ESTILOS

Lo cierto es que el arte del vitral, según los especialistas, comenzó a gestarse de manera clara en la abadía de Saint-Denis, en los suburbios de París, hacia el siglo XII, cuando la historia de la humanidad recorría la Edad Media, y el legendario abate Suger acondicionó los ventanales de la iglesia con majestuosas vidrieras, con el ánimo de dotarlas de esa espiritualidad mística que tanto caracterizó a la época gótica.
Fue precisamente durante ese período, colmado de sentimiento religioso, cuando el vitral tuvo su mayor esplendor, gracias a la particular obsesión de la Iglesia por proclamar la gloria de Dios a través de los monumentales templos. Entonces los vitrales hacían parte de todo ese despliegue decorativo, y los vidrieros se encargaban de recrear las ventanas de los templos con escenas del antiguo y el nuevo Testamento, imprimiendo -por medio de la fantasía de los efectos de luz en su paso por el cristal- una atmósfera de recogimiento apta para la plegaria. Se trataba de demostrar que Dios estaba allí, encendido entre luces y colores.
La tradición de Saint-Denis se extendió pronto por Poitiers, Chartres, Ruan y Angers, en Francia; y luego por Alemania y también por Siena, Asís, Orvieto y Florencia -en Italia-; para cubrir posteriormente Inglaterra y llegar a España.

PASO A LO PROFANO

Pero si el gótico sirvió de apoteosis al vitral en su manifestación religiosa, el Renacimiento trasladó sus virtudes del templo al palacio, de los monasterios a las mansiones. El arte sagrado se popularizó, y con él, el vitral pasó de lo religioso a lo profano. Ya en el siglo XVI, los grandes pintores elaboraron bocetos en cartón, para que los artesanos los transformaran en auténticos vitrales. El trabajo en vidrio había logrado una expansión enorme en toda Europa, y cada día la técnica del emplomado fue introduciéndose con mayor perfección en las diferentes regiones.
Sin embargo, en los dos siglos siguientes el arte de las vidrieras se vio seria mente amenazado. Considerado como un quehacer eminentemente católico, fue perseguido, destruido y casi aniquilado por las corrientes opositoras calvinistas, luteranas y protestantes. Los motivos de los vitralistas, que estaban basados principalmente en fiquras religiosas y pasajes bíblicos, fueron reemplazados por los escudos de armas y los temas heráldicos.
Superada la crisis, luego de 200 años de aparente nulidad, el vitralismo recobra vida, color y movimiento. Ahora con un nuevo estilo y un nuevo concepto, en las manos de los creadores del art nouveav. El vitral, paralelo a la evolución de la arquitectura, trueca sus motivos originales por otros más funcionales y decorativos.
Las líneas son curvas y las formas son imitaciones de la naturaleza, o mujeres estilizadas . Su principal exponente, un verdadero revolucionario del arte del vitral, se encargo de modernizar, en definitiva, el concepto arquitectónico de las vidrieras: Louis Confort Effany. A partir de él, el vitral toma vida propia dentro del contexto de la arquitectura y la decoración..

CON CORTE NACIONAL

En Colombia, el desarrollo del vitralismo comenzó con el siglo, con toda la influencia del art nouveau y de los vidrieros alemanes. El sacerdote Ivo Sheible, que trabajó en la elaboración de las 24 vidrieras que adornan la iglesia del Divino Salvador en Bogotá; y Walter Wolf, quien fue uno de los primeros en instalar un taller de vitrales en la capital, hicieron las veces de maestro de todos aquellos artistas colombianos que hoy han marcado un estilo propio y moderno.
En la actualidad, el vitral ha comenzado de nuevo a imponerse, ya no como símbolo exclusivamente religioso, sino como una técnica independiente en el campo de la decoración.
Juan Bernal, uno de los principales exponentes colombianos, asegura que el vitralismo debe evolucionar de la misma forma que lo hace la arquitectura. Del estilo barroco que llegó al país en los primeros años del sigb XX, se pasó a un estilo más funcionalista y geométrico. Ahora, el "barroquismo" ha vuelto, pero con un toque original. Ya no son los recargados vitrales de las iglesias, sino los exquisitos paisajes emplomados, las figuras curvas y los móviles. Porque Juan Bernal está tratando de imponer un nuevo concepto del vitral, mediante el cual éste se fugue de las ventanas para tomar vida propia en el espacio. Es una nueva propuesta que no sólo afecta positivamente a la decoración interior, sino a los espacios abiertos, en los que Bernal también ha pensado trabajar.
La técnica, de más de 600 años de historia, sigue vigente. Los motivos y las formas son las que han variado. Y hoy los artistas tienen la oportunidad, una vez más, de lograr ese estallido de colores que sólo la luz y el vidrio pueden forjar.