Especiales Semana

Constructores de esperanza

Un grupo de jóvenes trabaja para dar un hogar digno a personas que no tienen techo, pero también para fomentar sus ilusiones. Esa es la única forma de recuperar las ganas de vivir.

27 de marzo de 2005

Las risas y las canciones hacen parte del regreso a casa de Xiomara Andrea Reyes y sus siete hermanos por una de las empinadísimas calles del barrio Villa Diana, en el suroriente de Bogotá. Esa felicidad comenzó hace casi cuatro meses, cuando un grupo de universitarios de la fundación Jóvenes Construyendo Colombia construyó la casa que reemplazó el rancho de madera en el que comían, dormían y jugaban. Desde ese momento, Teresa Uribe e Iván Gómez, padres de los ocho niños, tienen las llaves de su nuevo hogar y, de paso, el cariño y el apoyo de quienes hicieron realidad uno de sus anhelos.

Las actividades de la fundación también hicieron posible que sus hijos estrenaran este año maleta, cuadernos, lápices y esferos. "Ya hemos estrenado cuatro cuadernos y todavía nos queda uno", dice Xiomara con una sonrisa mientras sus hermanos tratan de evitar que la tierra de las calles destapadas del barrio ensucie su pantalón, que es el mismo del uniforme del día siguiente.

El proyecto de estos jóvenes universitarios comenzó hace más de dos años, y desde entonces han construido 130 casas, en Usme, Ciudad Bolívar, San Cristóbal Sur, Soacha, La Calera y Suba, todas destinadas a familias que no contaban con una vivienda digna.

Con sus propias manos, jóvenes voluntarios levantan los nuevos hogares. Durante estas jornadas, las familias trabajan de la mano con los voluntarios en la construcción. "Lo más importante es acercar dos realidades: la de los jóvenes universitarios y la de las familias que viven en condiciones adversas", dice Alfredo Riaño, uno de los fundadores de la fundación.

A Teresa, Jóvenes Cons-truyendo Colombia le dio mucho más que una casa. Con su ayuda generaron en ella fuertes deseos de seguir adelante. "Saber que existen personas que te brindan un apoyo es algo que sube muchísimo la autoestima", dice.

Lo más importante para la fundación es crear un terreno de sueños sólido en el que puedan planear un futuro. Por eso, ninguna de las casas es regalada. Aunque el costo (unos 2.500.000 pesos) se financia con las donaciones de empresas privadas o familias, los beneficiados deben asumir el 10 por ciento de ese costo."Cuando las cosas se regalan no son valoradas, explica Alfredo. La cuota tiene un valor simbólico. Cuando no pueden pagar, nosotros no les cobramos. Lo que importa es que las personas sientan que se esfuerzan".

Y lo sienten. Ana Deisy Marín, una ama de casa que desde hace dos años sabe que tiene tres tumores cancerígenos en el cerebro, sólo pudo pagar 80.000 pesos por la casa que le construyó la fundación. A través de Servivienda, una fundación de un padre jesuita, conoció a Jóvenes Construyendo Colombia, y el sueño de tener un techo más seguro que su pequeño rancho de madera comenzó a tomar forma.

De pronto, a su rústico hogar comenzaron a llegar jóvenes que se preocupaban por su salud y se convertían, más rápido de lo imaginado, en una parte esencial de su vida. El 14 de enero de 2004 su sueño fue una realidad. "Tengo mucho que agradecerle a Jóvenes Construyendo Colombia, y sé que la vida no me alcanzará para pagarles, cuenta Ana Deisy. Si llego a faltar, dejo un lugar en el que viva mi hija".

Y mientras Ana Deisy lucha contra su enfermedad para mejorar aún más sus condiciones de vida, Teresa aprovecha su tiempo libre desde que la despidieron del asadero donde trabajaba, para planear su propio negocio: un pequeño supermercado.

Ese, según Alfredo, es el mejor pago que pueden recibir. El nuevo aire de esperanza que nace en cada una de las familias a las que apoyan con una casa los impulsa a seguir ayudando a muchas personas que, de no haberlos conocido, seguramente no buscarían nuevas alternativas para tener una mejor vida.