Especiales Semana

Contra el reloj

La práctica de trabajar hasta tarde comienza a ser vista como obsoleta por varias empresas del país.

1 de octubre de 2001

Trabajar de noche es un hábito que tienen miles de colombianos. Muchos de ellos son verdaderos ‘adictos al trabajo’ que encuentran en el medio laboral el placer y la gratificación que no hallan en otros ámbitos de su vida. Pero la inmensa mayoría lo hace por miedo a perder su empleo.

Esto se debe, quizás, a que muchas empresas miden la productividad según el número de horas laboradas. Son compañías que ven con buenos ojos a los empleados que se quedan trabajando más allá de lo ‘normal’ y con muy malos a aquellos que se van a tiempo. Suelen premiar a quienes se quedan después de la hora de salida y criticar a los que se marchan cuando el reloj marca las 5.

Uno de los problemas que se derivan de este tipo de conductas es la generalización del llamado principio de Parkinson. El principio, formulado a mediados del siglo pasado, sostiene que “las personas se toman tanto tiempo como dispongan”. En otras palabras, que si un trabajador dispone de todo un día para realizar una actividad, empleará todo el día para la ejecución de la misma. El resultado: se alarga el café a media mañana, se extienden las conversaciones personales, se prolongan las llamadas telefónicas y se emplean tiempos intermedios para realizar trámites o compras.

En lugar de aumentar el ritmo de trabajo alargando el horario, las empresas logran el efecto exactamente contrario. Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) demuestra que trabajar más no significa trabajar mejor. El informe indica que el número de horas promedio laboradas por los empleados de un país no constituye un indicador para medir la productividad. Por el contrario, muestra cómo las largas jornadas de los países latinoamericanos y asiáticos contrastan con las de los países industrializados, en donde no sólo trabajan menos horas sino que poseen niveles de productividad laboral mucho más elevados.

Países como Alemania o Bélgica, en los que las horas anuales trabajadas por empleado son, respectivamente, de 1.699 y 1.739, registran niveles de competitividad mucho más altos que los de países como Colombia o México, en los que se laboran entre 2.256 y 2.302 horas al año.



Hacia el cambio

Para corregir estas ineficiencias algunas empresas del país han empezado a incorporar una serie de prácticas para modificar las viejas formas de gerenciar el recurso humano pero, sobre todo, para cambiar la creencia de que vida privada y vida laboral son dos dimensiones de la vida esencialmente enfrentadas y contradictorias.

Comcel, por ejemplo, empezó bajando los tacos de la luz a las 6 de la tarde para que todo el mundo saliera temprano. “Aunque al principio fue difícil, la gente se acostumbró a agilizar los procesos y mejoró sus niveles de productividad y de calidad de vida”, afirma Mauricio Leyva, vicepresidente de la compañía.

Leyva —quien también era un trabajador obsesivo que se quedaba hasta altas horas de la noche— reconoce que desde que todo el mundo sale cuando todavía es de día, Comcel no ha vuelto a pagar recargos nocturnos ni horas extras. Esto le ha significado a la compañía una reducción en los gastos del 44 por ciento y un aumento en los ingresos del 51 por ciento, durante los seis primeros meses del año.

Texaco también adoptó una política de flexibilidad horaria que se ha traducido en un mejor ambiente de trabajo. “A nadie se le exige marcar tarjeta. No miramos mal a quien se vaya a las 4 de la tarde. Nuestro objetivo es medir a la gente por resultados, no por el tiempo que pase en la oficina”, asegura el presidente de Texaco, Sergio Neira, para quien resulta increíble ver cómo la nueva política horaria ha influido en la motivación y la lealtad de la gente. Bimbo, Unilever y otro buen número de corporaciones trabajan bajo este mismo esquema.

Como nunca antes, los especialistas en la materia han empezado a reconocer que el trabajar muchas horas ya no es una herramienta adecuada ni para medir, ni para controlar, ni mucho menos para producir una maximización de los rendimientos. “Ofrecer flexibilidad horaria y espacios para la lúdica y la diversión debe ser la prioridad número uno de todas las empresas del país. Para ello deben construir un modelo basado en la confianza y un esquema de compensación con base en resultados”, afirma Ricardo Matamala, experto en técnicas modernas de administración.

No sería raro por eso que en un futuro no muy lejano quien se quede a trabajar horas extras se exponga a ser tildado de ineficiente e improductivo por el resto de sus compañeros.