Especiales Semana

DE ALTO VUELO

Màs que la propia Margarita Rosa de Francisco, la que se convirtiò en personaje del año fue Gaviota. Pero claro, ese es tambièn un mèrito de la actriz

9 de enero de 1995

TERESA SUAREZ, CAROLINA OLIVARES, O SIMPLEMENte Gaviota: detrás de todos estos nombres están las mil y una estrategias que ha utilizado Margarita Rosa de Francisco para borrarse del ámbito de la realidad y aparecer todas las noches, muy puntual, a las ocho, fresca, altiva y cargada de promesas, en millones de hogares colombianos. Con 70 puntos rating -logrados casi todos gracias a Gaviota- Café pasó de ser una telenovela más de la noche, para convertirse en el fenómeno televisivo de este y de muchos años.

La campesina echada para adelante que recorre todos los escaños de la industria del grano, desde la recolección bajo el sol de plomo o la lluvia torrencial del viejo Caldas, hasta llegar a ocupar un cargo en Europa en la Organización Internacional del Café, sirvió para que los colombianos descubrieran las entrañas de ese negocio que es desde hace décadas uno de los motores de la economía del país. Pero también sirvió para que volvieran a enamorarse sin remedio de la niña de sus ojos, la carismática Margarita Rosa que no tiene rivales ni en el corazón del débil Sebastián Vallejo ni en el de sus fieles televidentes.

Ella dejó de ser la tierna Mencha del primer romance de Gallito Ramírez, la sensual Juanita de Los Pecados de Inés de Hinojosa y la atacada Marina Valdés de la producción española Brigada Central, para arroparse el alma con el papel de la hermosa recolectora que sin pelos en la lengua ni vocación de mártir busca sin prejuicios un lugar en el mundo y una posibilidad para su amor.

Este personaje no es sólo un trabajo suyo, pues si en la telenovela no tiene padre, en la vida real dos fueron sus progenitores: el libretista Fernando Gaitán y el director Pepe Sánchez. El primero creó su genealogía bastarda y aventurera, se la inventó aguerrida, le dio vuelo a su moral más allá de la habitual de borrego de las heroínas de los melodramas de siempre; el otro la limpió de clisés, le soltó la rienda y le despertó su lenguaje de carrilera. Ella, por su parte, se apropió tanto del papel que se inventa palabras y dichos más allá de los libretos, llora o ríe aunque no esté marcado en su parlamento -todo lo cual le trajo al principio más de un problema con los productores- y siempre atina a la hora de exprimir el alma de es ta mujer más fuerte que ella en su vida real.

Y es que Margarita Rosa parece estar condenada a vivir a un lado de su verdadera identidad. Sólo tras las cámaras, en escenarios de cartón y bajo las luces de los reflectores, prestándole la cara a los sueños de los demás, esta mujer nerviosa y de manos frias parece poder encontrar la calma, el amor o esa felicidad siempre esquiva cuando se mantiene en su propio pellejo. En Café volvió a jugar a los simulacros, para llenar al país con su aroma de mujer y brindar la felicidad a cuentagotas durante media hora diaria un oasis que más de uno tendrá que agradecerle este año.-