Especiales Semana

De tal palo...

Para EE.UU. no hay solución sin eliminar a los hijos de Hussein. ¿Quiénes son estos herederos cuyos crímenes van desde homicidios, torturas hasta perversión sexual?

13 de abril de 2003

El bombardero B-1B estadounidense tenía una misión específica y crucial: destruir un edificio en un barrio residencial de Bagdad donde, según informes de inteligencia, se encontraba reunido Saddam Hussein con sus dos hijos, Uday y Qusay. El objetivo era matar tres pájaros de un solo tiro. Pero a pesar de que el lunes pasado cuatro bombas de 960 kilos dejaron un cráter de 20 metros de profundidad la suerte de los tres hombres más buscados por los aliados era un misterio al cierre de esta edición. De los tres el número uno es bien conocido por todos. Los otros dos no tanto. Pero Estados Unidos considera que no son menos peligrosos que el padre.

Y no podía ser de otra manera. "Hussein los crió a su imagen y semejanza. Cuando tenían alrededor de 7 años los llevaba a presenciar ejecuciones y torturas, entre las cuales una de sus favoritas era arrojar a la gente en aceite hirviendo. Ya a los 10 años les permitía dispararles a los prisioneros", explicó a SEMANA Gordon Thomas, periodista experto en el tema de Irak.

Ellos representan dos caras de Hussein. Uday, de 39 años, es el impulsivo, inestable y ha forjado la fama de violento y sádico. Su hermano Qusay, de 37, es tranquilo, racional pero metódico y cruel. Ambos han ejercido el poder desde sus posiciones: el primero como dueño de un imperio de medios de comunicación formado por seis periódicos, varias estaciones de radio y televisión y como presidente del Comité Olímpico de su país. El segundo como supervisor de la Guardia Republicana, de los servicios de inteligencia y seguridad y de importantes funciones militares dentro del partido Baath.

Quienes lo han conocido consideran que a simple vista no hay mejor manera de definir a Uday Saddam Hussein que como un playboy: extrovertido, mujeriego, que luce ropa de reconocidos diseñadores como Versace, con una inmensa colección de autos deportivos y amante de la música, el baile, el trago y las fiestas. Sin embargo no tarda en revelar su verdadero temperamento. "Una vez, durante su fiesta de cumpleaños, él estaba bebiendo con sus amigos, cuando de pronto sacó su metralleta y empezó a disparar por todas partes", contó a The New York Times el músico Ismail Hussain, quien en los años 90 tocaba para Uday. "Yo no podía mostrar miedo y tenía que seguir tocando entre la lluvia de balas". Durante una reunión familiar, borracho, hizo lo mismo, sólo que una de sus balas tuvo como objetivo a su tío Watban, hermanastro de Hussein, a quien disparó en una pierna, mientras otras tantas acabaron con la vida de tres de los acompañantes de éste. A su tío tuvieron que amputarle la pierna y por temor a su sobrino aseguró que se había tratado de un infortunado accidente.

Pero más que los disparos a diestra y siniestra su mayor arma de poder ha sido una especie de castigo llamado la falaqa. Este consiste en colgar en una viga a la víctima por las rodillas para golpearla en la planta de los pies entre 20 y 50 veces. Luego al azotado lo obligan a bailar, aunque como resultado de los golpes tuviera las piernas fracturadas. Esta técnica la ha aplicado tanto a sus enemigos como también a quienes hacen parte de su círculo más íntimo, ya sea por opinar de manera diferente o por llegar tarde a una reunión: una falaqa por cada minuto de retraso. Los más perjudicados por esta medida han sido los deportistas, quienes eran encarcelados y torturados en la sede del Comité Olímpico si no tenían un buen rendimiento. A los jugadores del seleccionado iraquí de fútbol les propinó los respectivos golpes luego de perder 2-1 frente a Kazakistán y quedar eliminados del Mundial Francia 98.

A pesar de que las mujeres siempre han sido su debilidad tampoco suelen salir bien libradas con Uday. El matrimonio con su primera esposa, su prima Saja Barzan, duró sólo 10 días, de los que ella regresó llena de moretones y heridas. Por otra parte, según algunos testimonios, Uday siente una gran predilección por las mujeres vírgenes. Por eso en los últimos años, mediante amenazas, obligaba a las directivas de los colegios femeninos a llevarle a su palacio niñas entre los 12 y los 13 años para escoger con cuáles pasar la noche. Si alguna no lo complacía, falaqa para ella, y si decía algo impropio, otra falaqa más. De acuerdo con el servicio informativo del Departamento de Estado de Estados Unidos, "con el pretexto de combatir la prostitución, unidades de Fedayeen Saddam, organización paramilitar dirigida por Uday, han decapitado en público a más de 200 mujeres en todo el país. Muchas familias fueron forzadas a exhibir las cabezas de las víctimas en las verjas fuera de sus casas".

Hussein siempre fue permisivo con sus hijos, sin embargo los expertos aseguran que con sus excesos Uday se le salió de las manos. Que hubiera torturado a los profesores de la Universidad de Bagdad cuando estudiaba ingeniería, si no accedían a subirle las notas, y que hubiera asesinado a un coronel del ejército que no le permitió seducir a su hija eran cosas aceptables para Hussein. Lo que sí no pudo soportar es que se entrometiera en su vida íntima. En 1988 durante una fiesta golpeó con un garrote hasta la muerte al guardaespaldas y uno de los hombres de confianza de su padre. La razón: al parecer Uday estaba enfurecido con este hombre porque ejercía el papel de intermediario entre Hussein y Samira Shahbandar, una azafata que terminó convirtiéndose en la segunda esposa de su padre. El mandatario iraquí envió a su hijo a prisión y luego estuvo un año exiliado en Ginebra.

Con el paso del tiempo las relaciones con su padre mejoraron pero el carácter ingobernable de Uday hizo que Hussein depositara su confianza en su segundo hijo. En los últimos años Qusay se había perfilado como el sucesor de Hussein: abogado, con un matrimonio feliz y cuatro hijos, tenía el control de los más importantes organismos de seguridad de Irak y, a diferencia de su hermano, ha manejado un bajo perfil. Sin embargo los expertos coinciden en que Qusay es aún más temible por ser el verdadero poder. Según comunicaciones interceptadas por los aviones Awac él era quien estaba comandando las tropas iraquíes, al menos hasta la semana pasada.

El hermano de Uday tiene fama de operar con mayor discreción y cálculo: "Qusay es brutal pero no impulsivo", asegura Robert G. Rabil, gerente del Proyecto de Investigación sobre Irak de la Irak Fundation. Qusay se convirtió en el orgullo de Hussein en 1991, al terminar la Guerra del Golfo, cuando le encomendaron la misión de suprimir las rebeliones de kurdos y chiítas en el sur de Irak y la cumplió con éxito. Ordenó bombardear la región indiscriminadamente. Los sobrevivientes fueron encarcelados, que era lo mismo que estar sentenciados a muerte: entre 1988 y 1999 Qusay tenía por costumbre realizar ejecuciones masivas y, de acuerdo con los reportes del Departamento de Estado norteamericano, sólo durante el primer año las fuerzas bajo su control eliminaron a más de 2.000 prisioneros. "A veces lo hacía con sus propias manos", explicó a SEMANA Charles Forrest, experto de Indict, un grupo de derechos humanos con base en Londres.

Así lo confirmó un testigo a la fundación: "Mientras recorría los pasillos de la prisión, Qusay abría la puerta de cada celda para rociarla con una especie de gas (?). Las víctimas botaban espuma por la boca y sus ojos sangraban en una agonía que duraba 10 minutos (?). También vi cómo torturaba a los prisioneros en una máquina para triturar plástico".

Los iraquíes saben con certeza de lo que son capaces los delfines de Hussein y, al igual que a su padre, les temen. Después de todo hijos de tigre salen pintados.