Especiales Semana

¿De qué morirá Juan Pablo II?

SEMANA presenta en exclusiva apartes del libro '¿De qué mueren los papas?', del periodista Camilo Chaparro, que entra en circulación en los próximos días.

6 de octubre de 2003

Karol Wojtyla tuvo una salud de hierro hasta el atentado de la Plaza de San Pedro. Antes de ese infausto suceso en su vida sólo se registraba un accidente en febrero de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando fue atropellado por un camión militar alemán. Algunos biógrafos también sostienen que durante esos años se lesionó la columna vertebral por cuenta de los trabajos forzados que tuvo que cumplir en una cantera durante la invasión nazi a Polonia. Sin embargo, el Pontífice tenía fama de buen deportista; jugaba fútbol en el puesto de arquero y esquiaba con alguna frecuencia.

El 13 de mayo de 1981 un sicario turco llamado Mehamet Alí Agca le disparó en dos oportunidades al Sumo Pontífice con una pistola calibre 9 milímetros. Una de las balas perforó el intestino y la otra rozó su codo derecho. La gravedad de la primera herida convirtió a Wojtyla en el primer Pontífice en ser recluido en un hospital. En el Policlínico Gemelli de Roma tuvieron que retirar 55 centímetros y adoptarle una válvula plástica del colon al abdomen mientras se restablecían sus funciones intestinales. En el afán por salvarle la vida uno de los enfermeros que atendía al papa Wojtyla le rompió un diente cuando lo estaba entubando.

Al lado del Pontífice iba su secretario personal y ángel de la guarda, el obispo Stanislao Dziwisz, quien el 13 de mayo de 2001, 20 años después del atentado, en la Universidad polaca de Lublin reveló detalles del momento del atentado: "Un proyectil traspasó el cuerpo y cayó entre el Papa y yo. Escuché dos tiros. Las balas hirieron a otras dos personas. A mí no me alcanzaron, aunque tenían tanta fuerza que podían atravesar a varias personas.

Pregunté al Santo Padre:
-¿Dónde?
Respondió:
-En el vientre.
-¿Le duele?
-Me duele.

Y en aquel instante comenzó a agacharse. Al estar yo detrás de él, pude sostenerlo. Estaba perdiendo las fuerzas".

En ese momento Dziwisz fue la persona que dio la orden de llevar al Papa al Policlínico Gemelli y no a las habitaciones pontificias. "Desde aquel momento pesó sobre los médicos una enorme responsabilidad. Desempeñó un papel especial el cirujano doctor Francesco Crucitti. Más tarde me contó que aquel día no le tocaba su turno, se encontraba en casa, pero una fuerza misteriosa lo impulsó a dirigirse al policlínico".

Cinco horas y 20 minutos duró la operación, en la que se utilizaron tres litros de sangre en la transfusión. Sobre esto el secretario del Vicario de Cristo contó: "El organismo se había desangrado. La sangre destinada a la transfusión no resultó adecuada. Con todo, en el policlínico se encontraron médicos con el mismo grupo sanguíneo, los cuales, sin dudarlo, dieron al Santo Padre para salvarle la vida".

La situación del Papa era tan grave en ese momento que el doctor Renato Buzzonetti, médico personal de Juan Pablo II, le pidió al cardenal Dziwisz que le administrara a Su Santidad la unción de los enfermos: "La presión bajaba, los latidos del corazón apenas se escuchaban".

El atentado fue ejecutado el 13 de mayo, día en que se celebraba un nuevo aniversario de la aparición, en 1917, de la Virgen de Fátima a los tres pastorcillos portugueses. El Papa ha asegurado que fue precisamente la Madre de Jesús quien le salvó la vida: "Justo antes de caer tuve un presentimiento muy fuerte de que me salvaría... Una mano disparó, la de Agca, y otra me salvó, la de la Virgen de Fátima".

En la conferencia en la Universidad de Lublin, el obispo Dziwisz, dijo que "en la dimensión divina, el misterio está constituido por el dramático evento, que debilitó fuertemente la salud y las fuerzas del Santo Padre, pero al mismo tiempo no quedó sin efecto en lo que atañe a los contenidos y a la fecundidad de su ministerio apostólico en la Iglesia y en el mundo... Tal vez hacía falta esa sangre en la Plaza de San Pedro, en el lugar del martirio de los primeros cristianos...", y terminó diciendo: "La sangre derramada en la Plaza de San Pedro el 13 de mayo fructificó en la primavera de la Iglesia del año 2000. No ceso en dar gracias a Dios por este don y por este misterio, del que he podido ser testigo ocular".

El 10 de junio Juan Pablo II sufrió una recaída ocasionada por un virus que se encontraba en las transfusiones hechas durante las operaciones. La convalecencia duró casi seis meses y su organismo quedó muy debilitado.

Once años después del complot para matarlo, el 13 de junio de 1992, el Papa fue nuevamente internado en el Policlínico Gemelli, ahora para extirpar del colon un tumor cancerígeno de siete centímetros, operación que lo mantuvo incapacitado algo más de dos semanas. El médico del Pontífice, el doctor Renato Buzzonetti, fue duramente cuestionado por no haber hecho un diagnóstico más temprano del tumor.

El 11 de noviembre de 1993 el Pontífice se luxó el hombro derecho al sufrir una caída en la Sala de las Bendiciones. Como tenía el brazo inmovilizado se vio obligado a impartir la bendición con la mano izquierda, lo que ningún Papa había hecho en la historia de la Iglesia. El 28 de abril de 1994 se volvió a caer, pero esta vez al salir de la ducha. Se fracturó el cuello del fémur de la pierna derecha. Durante la intervención quirúrgica los médicos le adaptaron una prótesis metálica entre el hueso del fémur y la inserción de la cadera. Antes de la intervención Su Santidad le dijo al cirujano jefe: "Querido profesor, trate de curarme bien porque debe saber que en la Iglesia no hay sitio para un Papa emérito". Uno de los doctores que participó en la intervención quirúrgica comentó que "ahora el Papa no tendrá la cadera que Dios le hizo; tendrá una hecha por bioingenieros".

Los bioingenieros no tuvieron mucho éxito ya que nunca volvió a caminar con agilidad. La cirugía del fémur fue la quinta realizada con anestesia general. Unos días antes había sufrido un golpe durante una excursión, esta vez en su mano derecha.

Mientras Juan Pablo II estaba convaleciente de la operación de cadera, el periódico El Mundo de Madrid reveló, el 10 de mayo de 1994, que el Papa sufría del mal de Parkinson desde hacía más de tres años y que de esa manera se explicaba el temblor de su brazo izquierdo. El Parkinson es una enfermedad degenerativa de origen nervioso que se caracteriza por provocar desórdenes motrices. En su primera fase produce movimientos involuntarios y temblores que en una segunda etapa ocasionan rigidez muscular y problemas para hablar y tragar. Las investigaciones aseguran que en una tercera etapa la enfermedad puede llegar a causar, en pacientes de 85 años en adelante, desórdenes mentales y demencia.

Durante dos años el Vaticano evitó confirmar la noticia, pero finalmente, en septiembre de 1996, reconoció la existencia de la enfermedad. Desde ese día comenzó el debate sobre la renuncia del Papa y las especulaciones sobre la existencia de una carta de dimisión de Wojtyla en caso de pérdida de su salud mental. La misiva la habría entregado Juan Pablo II al cardenal camarlengo Eduardo Martínez Somalo; al secretario de Estado, cardenal Angelo Sodano, y a su secretario privado, monseñor Estanislao Dsziwicz, su ángel de la guarda.

El 8 de octubre de 1996 le extirparon el apéndice. El domingo 23 de diciembre de 2001, la separata dominical 'Crónica', del periódico El Mundo reveló que el Papa se estaba quedando mudo: "Fuentes vaticanas de toda solvencia informaron que Juan Pablo II perderá la voz en el plazo de un año a causa de la enfermedad de Parkinson". El autor del artículo, el periodista José Manuel Vidal, aseguraba que "primero fue el temblor de su brazo izquierdo, cada vez más evidente; después su falta de movilidad. Cada vez que tiene que dar un paso sufre una enormidad. Y ahora, le está atacando la cara. Los músculos faciales están cada vez más rígidos. Apenas puede sonreír y, a duras penas, articula algunas palabras. Pero lo más grave es que la enfermedad le está comenzando a atacar las cuerdas vocales".

El 26 de agosto de 2002, y después de una agotadora gira por Canadá, Guatemala y México, el Vaticano anunció que, por motivos de salud, el Papa cancelaba su viaje a Filipinas programado para enero de 2003. Su Santidad estaba sometido a un severo tratamiento contra el Parkinson y contra los problemas reumáticos de su rodilla derecha.

Esos tratamientos fueron revelados a la opinión pública en los primeros días del mes de marzo de 2003 por el diario romano Il Messaggero. En sus páginas informaban que el Papa era sometido a una intensa terapia que permitía reducir los problemas que el mal de Parkinson le estaba ocasionando en las cuerdas vocales y le ayudaba a recuperar la fuerza y la claridad de su voz. El periódico afirmaba además que el Pontífice seguía una estricta dieta compuesta por 40 por ciento de carbohidratos, 30 por ciento de proteínas y 30 por ciento de grasas en cada comida. Pero la enfermedad de Parkinson no es el único mal que aqueja al Papa. A mediados de marzo de 2002 suspendió sus actos públicos durante dos semanas por fuertes dolores en su rodilla derecha, causados por problemas reumáticos. El 24 de marzo de ese mismo año, y después de 24 años de pontificado, por primera vez no pudo oficiar la misa del Domingo de Ramos por su artrosis de su rodilla. Las dificultades de movilidad del Pontífice lo llevaron a utilizar una silla de ruedas en el Vaticano y una plataforma móvil durante los actos públicos. El problema en la rodilla también lo obligó a decir misa sentado, como lo hizo durante todas las ceremonias de la Semana Santa de 2003, donde utilizó un trono con ruedas que sube y baja según sea la necesidad.

Las enfermedades del Papa, que ha pasado 116 días hospitalizado y le han realizado seis intervenciones quirúrgicas, han generado todo tipo de especulaciones sobre su renuncia, a tal punto que el lunes 25 de marzo de 2002 el periódico Corriere della Sera de Milán, aseguró en su primera página que un grupo de cardenales de línea conservadora habría aconsejado a Wojtyla que examinara ante Dios la posibilidad de su renuncia. El Papa le salió al paso al debate sobre su renuncia. Al comienzo de la audiencia pública de los miércoles el Pontífice le pidió a la Virgen que intercediera por él y que le diera fuerzas de cuerpo y de espíritu para que "pueda cumplir hasta el final la misión que me ha encomendado Cristo". Y para no dejar dudas sobre su decisión de ir hasta el final, en marzo de 2003 publicó su libro de poemas Tríptico romano en el que asegura que el próximo Vicario de Cristo sólo será nombrado después de su muerte. Al recordar su elección en la Capilla Sixtina el Papa dice en su obra: "Y así se hará de nuevo, cuando surja la necesidad después de mi muerte".