Especiales Semana

Democracia tropical

Tras vencer a la guerrilla y haber consolidado un orden federal, Colombia tendrá un sistema político fuerte, justo y abierto en el que todos se sienten representados.

Germán Medina Olarte*
24 de septiembre de 2004

Como si fuera el principio de una ley natural, cada cierto tiempo hay una fuerza política que con su ímpetu intelectual, moral o pragmático cambia el panorama nacional. A finales de los años 50 el Frente Nacional, en los años 90 la Constitución del 91, a mediados de 2005 la búsqueda de la reelección presidencial, en 2011 la implementación de un sistema de gobierno federal, en 2016 la tan anhelada reconciliación nacional y en 2018 la llegada de la primera mujer a la Presidencia de Colombia.

Siempre recordaré este 24 de septiembre de 2020 como la fecha más importante en el acontecer de los sucesos nacionales, no sólo porque las últimas encuestas muestran una opción muy real para que un hombre de color llegue a la Presidencia de la República, sino porque nuestro país fue finalmente reconocido, no sólo en Latinoamérica sino en el mundo, como un ejemplo de madurez política, de entendimiento a la diversidad, de respeto a la contradicción, de convivencia social y de compromiso hacia el futuro.

Quizás aún no tenemos la perspectiva necesaria para comprender plenamente qué pasó en un país en el que la variedad es una de las características más importantes, donde la diversidad étnica, lingüística, orográfica, climática, social, ideológica, religiosa y política hacen que todo proceso sea más complejo. Todo un menú que un día trascendió su pasión a lo que verdaderamente nos unía como lo era el fútbol y creó un sentimiento que se conjugó mágicamente para salir adelante. ¿Y qué hizo posible que este milagro sucediera?

En la mira del mundo

Estados Unidos, con su peculiar forma de pensar y de actuar, reinventando su mismo sistema político, mejorándolo para que sea como el faro del resto del mundo y así tener la excusa para defenderlo como si se tratara de una cruzada. Europa, con su mirada propia en unos valores de convivencia, justicia social e igualdad. China, ejemplo de crecimiento en un sistema aparentemente contradictor. Ejemplos de pensamiento y realidad política que influenciaron nuestras responsabilidades para construir un futuro claro, próspero y pacífico. Y no permitir que las generaciones que nos sucedan trabajen bajo el peso de las deudas cuyo altísimo pago las expondría a su propia supervivencia.

La unidad, la armada invencible

Aunque era evidente el debilitamiento militar de los insurgentes, la mayoría de la gente sospechaba que la guerra no tenía perspectivas de solución por vía militar, porque comprendían que nuestra difícil geografía montañosa y selvática la hacía muy difícil de ganar; que los guerrilleros tenían cuantiosos recursos financieros para sostenerla; que nuestras élites y el propio Estado estaban distanciados y fragmentados en cosas fundamentales y que los instrumentos jurídicos limitaban el desarrollo de la estrategia militar.

Sin embargo los colombianos entendimos que el conflicto armado llegó a su punto de ebullición, produciendo una movilización nunca antes vista de todos los sectores de la sociedad a exigirle a la guerrilla y al gobierno una negociación definitiva para lograr la paz. El escenario de una insurgencia sin respaldo popular, golpeada militarmente, sin respaldo internacional y un gobierno de unidad nacional logró finalmente el anhelo de todos los colombianos.

La renovación del mapa político

Si ese centralismo cundiboyacense de ruana que primaba sobre un territorio tropical se hubiera remplazado en su debido momento por un federalismo serio, creativo, dinámico, moderno, participativo y respetuoso, sin duda el país no hubiera tenido que esperar hasta bien entrado el siglo XXI para entender que un elemento fundamental en el proceso que logró consolidar finalmente la paz y el desarrollo económico en Colombia fue haber logrado implementar muchos Estados en un Estado.

Ya los habían enunciado varios intelectuales al afirmar que por nuestras propias condiciones se podía conjugar la estructura de sociedad heterogénea con un sistema federal. Un sistema sobre todo eficiente y democrático para un país de las condiciones de Colombia, haciendo énfasis en el rescate de las bondades de la mayor participación ciudadana y acercando el gobierno a la gente y la gente al gobierno.

Un sistema que solucionó los problemas que afrontaban las diferentes regiones con departamentos débiles y sin capacidades, por soluciones reales de progreso. Corrigió las deficiencias administrativas, se volvió un aliado contra la corrupción y permitió un control real por parte de los habitantes.

Un juego de partido

La participación política tuvo un camino lento y desconfiado. Fue necesario vencer el temor que tenían los ciudadanos comunes de constituirse en actores políticos y superar la sospecha que esto generaba en el resto de la población. La presión ciudadana, aceptada como un mandato ineludible en los más altos niveles de gobierno, indujo formas nuevas en la administración pública y en la organización de partidos, lo que generó una nueva clase de liderazgo.

Más temprano que tarde los ciudadanos entendimos la esencia misma de los partidos, su propia naturaleza, su verdadero significado, su importancia en el desarrollo de la democracia, su papel definitivo en la consecución de un diálogo sin eufemismos para construir la paz. Partidos, a diferencia de los que fueron desapareciendo del panorama nacional, estructurados en lo ideológico, modernos en su organización, coherentes en su actuación, disciplinados en sus principios.

Sin embargo la lucha política que se desarrolló en el estertor de los partidos tradicionales, donde su forma de enfrentarse y de consuelo, típica de nuestro sistema bipartidista, obligó al país a mirar otros escenarios que generaron un régimen multipartidista, en principio tres grandes corrientes; uno de origen izquierdista con viejos vicios neopopulistas pero más pragmáticos en su discurso; un partido de centro estructurado en lo ideológico, moderno en la concepción de un Estado fuerte y regulador y con especial sensibilidad en lo social y un partido que defiende los principios cristianos en particular los de la Iglesia Católica.

No obstante, el enfrentamiento, la búsqueda de poder y la búsqueda de gobernabilidad los llevaron y los llevarán en muchas ocasiones a aliarse de diversas maneras. Incumpliendo el papel que deben tener los perdedores de ser una oposición seria y constructiva.

La Presidencia, ilusión de nuestra gente

A falta de un rey, un buen presidente. Sabia reflexión de un país huérfano de corona y enamoradizo de la imagen institucional presidencial. Sin duda, el mundo moderno ha facilitado la comunión de los gobernados con el gobernante y viceversa, lo que ha generado unos códigos emotivos e inquebrantables que con el tiempo se arraigan más en el corazón de los colombianos. Hace más de 16 años se debatió con cierta profundidad la posibilidad de que nuestro país adoptara el sistema parlamentario. El tema se volvió moda, aunque el 99 por ciento de los colombianos no tenía remota idea de cómo se comía eso. La coyuntura y los momentos políticos en que se presentó la idea generaron un escepticismo que no permitió que el proyecto trascendiera. Y una vez más, el sistema presidencial continuó su historia sin mayores tropiezos hasta el día de hoy, cuando los colombianos vemos con simpatía que en menos de dos años un hombre de color puede ser por primera vez nuestro presidente.

Elogio al entendimiento

Finalmente entendimos que tarde o temprano uno debe tomar partido para continuar siendo humanos, que hay que ser generosos y responsables, no solo con el presente sino con el futuro, que las generaciones que van a vivir después de nosotros puedan construir sus sueños de hacer un país mejor y no huir de él.

Entendimos que no había mejor camino para salir adelante que la unidad. Entendimos que el anhelo de pertenencia, la búsqueda de identidad, el orgullo de haber nacido en un territorio generoso como ninguno otro permitieron que los intereses comunes fortalecieran los sueños de vivir en un país diferente. Entendimos que la protesta contra la violencia, contra la guerra, contra la politiquería, contra el desplazamiento forzado de poblaciones, contra los partidos políticos, contra la injusticia social fue el germen que inspiró el gran milagro colombiano.

Fue una tarea difícil como ninguna otra que requirió un esfuerzo a largo plazo y unos profundos cambios en la mentalidad individual y colectiva de todos los 56 millones de habitantes que vivimos en este país llamado Colombia.

* Publicista especializado en imagen pública