Especiales Semana

DESAPARECIDO

En medio de múltiples versiones y desmentidos, se cierra la semana sin que se sepa quién tiene en su poder a Alvaro Gómez

4 de julio de 1988

"El terrorismo es el asalto, el asesinato, la bomba. Pero el terrorismo más refinado y más cruel es el del secuestro y el de la amenaza con condiciones. El cobro por preservar la vida humana es el más ostentoso desafío a la cívilización", dijo Alvaro Gómez el 22 de noviembre de 1985 ante la Convención Conservadora que lo proclamó candidato a la Presidencia para el período 86-90. Para Alvaro, como se le llama popularmente, el secuestro era un tema casi obligado en sus conferencias y charlas personales. Era casi una obsesión. Pero particularmente desde hace cerca de tres meses, cuando el mismo Presidente de la República le había informado que el gobierno tenía conocimiento de la existencia de planes para secuestrarlo, comenzó a hablar de la posibilidad de su propio secuestro. Inclusive, a sus escoltas le había dicho reiteradas veces: "El día que me intenten secuestrar, me hago matar".
A pesar de que había tomado algunas precauciones, entre las que incluía romper sus rutinas, el domingo 29 de mayo a las 11:50 de la mañana, después de terminar la misa en la iglesia de La Inmaculada Concepción, situada a menos de 200 metros de su residencia, fue secuestrado en medio de una violenta balacera. Acababa de despedirse de su amigo Alfonso Palacio Rudas, quien se había encontrado a la salida de la iglesia, cuando cuatro hombres la emprendieron a fuego contra su escolta Juan de Dios Morales, quien cayó acribillado.
Luego de un forcejeo, Gómez fue dominado por sus captores e introducido en un carro negro Renault-18 en el que inmediatamente emprendieror la fuga. "El bajó por la calle y yo seguí por la carrera, pero más o menos había dado 10 ó 15 pasos cuando sentí un tiroteo. Me tiré al suelo, le dije a mi señora también que se tirara al suelo. Miramos y estaban empujando a Alvaro hacia un carro negro, oscuro", fue el testimonio de Alfonso Palacio Rudas, una de las pocas personas que presenció el hecho. Doña Margarita de Gómez, la esposa del excandidato se había dirigido cinco minutos antes hacia una droguería, acompañada de otro escolta. Cuando escuchó los disparos regresó y lo único que encontró fue a Morales asesinado, con 16 disparos de ametralladora. Unos 25 minutos después, el Renault 18 negro fue encontrado dinamitado en la calle 76 con carrera 23 y, según los testigos, los cuatro individuos iban acompañados por otros cuatro que se movilizaban en un Renault 4. Al parecer, en el episodio participaron, de acuerdo con las primeras averiguaciones, además de los dos Renault, dos camperos y un Renault 21. Uno de los camperos apareció incendiado en la calle 90 con carrera 15 y el otro fue encontrado abandonado cerca de la Embajada Americana en el centro de Bogotá. Inmediatamente después del secuestro del excandidato conservador las autoridades desplegaron un fuerte operativo tendiente a impedir que los secuestradores lo sacaran de la ciudad.
SUENAN TIMBRES
Hacia las 2:00 de la tarde, cuando todos los medios de comunicación informaban sobre el secuestro y el país entero se encontraba en vilo pendiente del desarrollo de los acontecimientos, se produjo una llamada a la cadena Todelar. Se escuchó la voz de un hombre que le decía al director de noticias, Edgar Artunduaga: "Tenemos a Gómez y está herido". Artunduaga respondió diciendo: "No juegue con eso. No lo creo". Sin embargo, la duda estaba sembrada. El director de Todelar decidió informar a la audiencia: "Nos acaban de hacer una llamada que no es muy fácíl de transmitir, pero nuestro deber con ustedes, los oyentes, es informarles. La llamada la hizo un hombre que dijo: tenemos a Gómez y está herido. Particularmente yo no lo creo. No le doy crédito a esa llamada, pero tenemos que informarlo".
Minutos después; los secuestradores volvieron a comunicarse con Artunduaga y le dijeron: "Vamos a pasarle al doctor Gómez". Entonces se escuchó una voz, supuestamente la del dirigente conservador, que decía: "Estoy herido... estoy herido. Me siento muy mal. Me muero. Me estoy muriendo". Artunduaga afirmó en directo que aún cuando la voz se parecía a la de Gómez, no creía que fuera. Pasaron otros minutos y entró una tercera llamada en la que el mismo hombre de las llamadas anteriores le dijo al periodista que no dijera más bobadas y que oyera nuevamente a Gómez. Esta vez, se notaba que quien hablaba, lo hacía con mucho esfuerzo, arrastrando la lengua: "Estoy herido. Me pegaron un tiro... dos tiros. ¡Ay! Por favor, digan a Artunduaga que no haga más noticia conmigo. Estoy herido".
La incertidumbre se apoderó de la familia Gómez y de la opinión en general. Familiares y amigos del secuestrado de inmediato se dirigieron a Todelar, con el propósito de escuchar de nuevo la grabación. A pesar de las opiniones encontradas sobre si era o no la voz de Alvaro Gómez, finalmente se dio validez a la grabación. Acto seguido, se decidió emitir un comunicado en el que le pedían a los secuestradores que permitieran que se le prestara a Gómez atención médica: "La familia de Alvaro Gómez, por amor a la patria, les suplica a los secuestradores que atienden este llamado", decía la parte final del mensaje.
Hacia las 8:00 de la noche se produjo una cuarta llamada a Todelar: "Gómez está muerto -dijo la misma voz que había hecho las otras llamadas-. Más adelante les decimos donde está el cadáver". La confusión volvió a reinar.
A partir de ese momento se desató una verdadera oleada de terrorismo telefónico. En prácticamente todos los medios de comunicación se recibieron toda suerte de llamadas con toda clase de mensajes contradictorios sobre el estado de salud del director del El Siglo. Cuando los periodistas pedían alguna prueba, cortaban la llamada.
El martes 31, a las 6:20 de la mañana se produjo una quinta llamada a Todelar. Un hombre, aparentemente desde un teléfono público de larga distancia, decía que Alvaro Gómez había sido trasladado a Medellín la noche anterior, que estaba herido en un brazo y en un pie, y que la acción la habían hecho Los Extraditables como respuesta al veredicto del jurado de conciencia contra Lehder, veredicto, que implicaría cadena perpetua contra el narcotraficante en los Estados Unidos.
Era la primera llamada en la que alguien se atribuía el secuestro. Sin embargo, un poco más tarde, se produjo un comunicado, supuestamente de Los Extraditables de Medellín. En papel membreteado y con el slogan: "Preferimos una tumba en Colombia a un calabozo en los Estados Unidos", afirmaban no ser los autores materiales ni intelectuales del secuestro de Alvaro Gómez. "Nuestras acciones las hemos reivindicado y las reivindicaremos siempre ante todo el pueblo antioqueño", se leía en uno de los apartes.
HISTORIA OFICIAL
El miércoles 1° de junio, los medios de comunicación aseguraban que fuentes del gobierno afirmaban tener conocimiento de que el secuestro era obra del ELN. Aunque ningún funcionario en particular se hizo responsable de la versión, la convicción en el alto gobierno era la de que los "elenos" estaban detrás del secuestro. Para acabar de completar el panorama de confusíón, el ELN y la Coordinadora Nacional Guerrillera sacaron sus respectivos comunicados negando tener en su poder al dirigente conservador. "La Unión Camilista del Ejército de Liberación Nacional UC-ELN comunica a la opinión pública que no tiene nada que ver con el secuestro de Alvaro Gómez Hurtado... una parte de los colombianos ya saben que nosotros nunca escondemos lo que hacemos", dice el comunicado. Por su parte, la Coordinadora Guerrillera afirma que "ninguna de las fuerzas de la Coordinadora ha sido la autora del secuestro del doctor Alvaro Gómez".
Otra de las fuerzas de la Coordinadora Guerrillera, las FARC, a través de su dirigente, Jacobo Arenas, no sólo negó su participación en el secuestro de Gómez, sino que condenó este acto y todos los demás secuestros .
Entre versiones y desmentidos, la semana fue llegando a su fin sin que nada se aclarara. SEMANA se enteró de otra llamada hecha el jueves en la mañana que, una vez analizada, parecía llevar la confusión a su máximo. En esta comunicación con RCN, cuyo director Juan Gossaín decidió no hacerla pública, una voz decía que Gómez estaba en manos del ELN, que estaba herido, que estaba siendo atendido y que a las 6:00 de la mañana del viernes se oiría su voz. El hombre, que parecía hablar desde un sitio público -se oían voces, buses y ruidos callejeros- dijo que darían a conocer una exigencia de 38 puntos. El viernes, ni la nueva llamada se produjo, ni los 38 puntos se dieron a conocer.
Pero lo que sí logró esa nueva llamada fue despertar aún más dudas. Confrontadas las cintas, la voz del hombre era la misma que decía que Los Extraditables eran quienes tenían a Gómez en su poder. Era la voz de un hombre de poca cultura, más bien campechano que en la llamada a Todelar dijo que se identificaría como el 827 y en la que hizo después a RCN dijo que su santo y seña sería 828. Para aumentar las coincidencias, quienes escucharon las grabaciones encontraron que una palabra se repetía: recaído. Fue utilizada en la llamada de los supuestos Extraditables y en la que supuestamente era del ELN, para describir el estado de salud en el que supuestamente se encontraría el dirigente conservador. Era la tapa. Que muchas personas reclamaran el secuestro para diferentes movimientos ya era de por sí bastante enredado. Pero que una misma lo hiciera a nombre de dos grupos distintos con sólo 48 horas de diferencia, era más de lo que se podía tolerar.

DOS PREGUNTAS
Desde el momento mismo en que la opinión se enteró del sangriento secuestro del dirigente conservador, las conversaciones de los colombianos empezaron a girar en torno a dos interrogantes: quién lo había secuestrado y cuál era su estado de salud.
Al cierre de esta edición aún no había respuestas, y las versiones que circulaban antes que aclarar, confundían. En cuanto al estado de salud de Gómez, el períódico El Siglo al día siguiente del secuestro, recogía testimonios de personas que mantuvieron su anonimato y que aseguraban haber visto al ex candidato hacer el cambio de automóvil en perfectas condiciones y por sus propios medios. Según estos testimonios, la posibilidad de que el secuestrado hubiera sido herido estaba despejada, al menos en lo que se refiere a la prímera etapa del secuestro. Pero las llamadas de la noche del domingo a Todelar, aparte de estremecer, sembraron serias dudas. El silencio de la semana que siguió, tampoco contribuyó a darle más credibilidad a una u otra versión. Para muchos, el solo hecho de que no se sepa nada es un mal augurio, pero para otros, como el viejo refrán anglosajón, "no news, good news".En todo caso y como para curarse en salud, la familia de Gómez, asesorada por su médico de cabecera, resolvió divulgar a través de la hija del ex candidato, María Mercedes Gómez, un comunicado que ella, sin ocultar su angustia, pero con gran presencia de ánimo, leyó en medio de un nido de periodistas. En él se especificaba el tipo de sangre de Gómez y se recomendaban algunas drogas para el dolor, suero y antibióticos. "Ante cualquier duda médica, por favor comunicarse con la familia", terminaba el comunicado.
En lo que se refiere a la segunda pregunta, era necesario hacer aún más análisis. La primera disyuntiva se planteaba entre guerrilla y mafia. Frente a la guerrilla había que hacer una segunda distinción: guerrilla de la Coordinadora Nacional (FARC, M-19, ELN, EPL y otras), o guerrilla por fuera de la Coordinadora (Ricardo Franco, Comandos Jorge Eliécer Gaitán y otros). Respecto al primer grupo, el viernes se dio a conocer un comunicado en el cual el pool guerrillero negaba cualquier vinculación con el secuestro de Alvaro Gómez. En este punto, sin embargo, cabía una pregunta: ¿se les podía creer? Ninguno de estos grupos tiene un historial limpio de mentiras. Las FARC se la pasan condenando el secuestro, tanto como se la pasan secuestrando. El EPL no fue precisamente un dechado de virtudes y de cumplimiento en la época de la tregua. El ELN, como grupo fundamentalista que es, justifica los medios para lograr sus fines y entre esos medios, bien puede estar la mentira. En cuanto al M-19, durante varios meses en la primera etapa del secuestro de Camila Michelsen, negó rotundamente su participación en él, la cual finalmente fue comprobada. Quedaba claro, entonces, que decirle mentiras al país no los desvela. Lo que si cabía preguntarse es si cualquiera de esos grupos arriesgaría la unidad guerrillera mintiéndole al resto. Otra posibilidad es que sí sea una mentira y estén todos de acuerdo en ella.
En cuanto a los grupos por fuera de la Coordinadora, cualquier cosa era factible. Algunos conocedores de la cuestión guerrillera no descartaban dos posibilidades. En primer lugar, una resurrección del Ricardo Franco, grupo que quedó después de las purgas de Tacueyó diezmado en efectivos más no en efectivo (se asegura que tiene 7 millones de dólares en su poder, producto de extorsiones y secuestros). En segundo lugar, los Comandos Jorge Eliécer Gaitán, autores del secuestro del ex gobernador del Tolima, Eduardo Alzate García. Inicialmente se creyó que ese movimiento hacía parte del M-19, pero luego se estableció que era un grupo nuevo, empeñado en hacerse conocer mediante un acto espectacular. Con respecto a estas dos organizaciones, fuentes militares consideraban que era poco probable que se le hubieran medido a un secuestro de esta magnitud, que requería una infraestructura urbana que no se arma de la noche a la mañana.
Si se optaba por el camino de los narcotraficantes, había dos elementos contradictorios para tener en cuenta inicialmente en el análisis. Por una parte, las características del operativo del domingo 29 recuerdan los secuestros de Andrés Pastrana y del procurador Carlos Mauro Hoyos: mucha bala, cambio de carro pocos minutos después del secuestro y ninguna reivindicación inmediata. Por otra parte, un comunicado de Los Extraditables y varios mensajes enviados a través de sus abogados, negaron la autoría. Si ante las afirmaciones de la guerrilla cabía la duda, ante las de la mafia aún más. Bastaba recordar algunos antecedentes: negaron haber matado a Rodrigo Lara, negaron haber asesinado a Guillermo Cano, negaron su vinculación con la muerte de Jaime Pardo Leal y también negaron haber matado y secuestrado al procurador Carlos Mauro Hoyos. En cuanto al secuestro de Andrés Pastrana, no sólo dejaron pasar algunos días antes de atribuírselo, sino que fueron más lejos: lo secuestraron a nombre del M-19.
Como puede verse, en medio de esta sociedad de la mentira, atribuciones y desmentidos, todo podía ser cierto, pero también todo podía ser falso. Y en este orden de ideas, había quienes sugerían que no debía descartarse la posibilidad de que el secuestro hubiera sido cometido por un grupo de ultraderecha. "Por qué no pensar -dijo el viernes a SEMANA una alta fuente del gobierno- que hay un sector ultraderechista interesado en desestabilizar, para obligar a la gente a pedir más orden y más mano dura, que decidió lanzarse a esta aventura". Sin embargo, a pesar de que ahora en Colombia como lo demuestran las masacres de Córdoba y Urabá, hay grupos organizados de extrema derecha en el área rural, era difícil pensar que hubieran logrado desarrollar una capacidad operativa similar en el terreno urbano.
La última hipótesis, y como para no dejar ninguna por fuera, era la de que se tratara de un acto de delincuencia común con fines puramente económicos. Esta, sin embargo, era casi la única descartable de plano. No sólo Alvaro Gómez no es un hombre que cuente con una gran fortuna, sino que delincuentes comunes seguramente no secuestrarían a una víctima que generara tanta atención y cuya retención tuviera tantas implicaciones políticas.
DOS PROPUESTAS
Tantas implicaciones políticas tuvo el secuestro de Alvaro Gómez, que aparte de las manifestaciones de solidaridad, rechazo y pañuelos blancos de rigor, se escucharon propuestas que llegaron, incluso, al replanteamiento de la bandera política del actual gobierno (esquema gobierno-oposición) y, más aún, a la suspensión del estado de derecho, como quien dice, al golpe militar. Es obvio que la primera propuesta se ha hecho en forma más abierta y formal. El presidente de la Dirección Nacional Liberal, Hernando Durán Dussán, sugirió no sólo la necesidad de constituír un gabinete bipartidista de Salvación Nacional, sino que se pronunció a favor de la conveniencia de rectificar el gobierno de partido. La segunda, la del golpe militar, se venía ventilando sotto voce entre amas de casa empresarios y charlas de coctel. Tanto, que una frase del padre Rafael García Herreros, pronunciada en el sermón de una misa celebrada el jueves en la noche por Alvaro Gómez, dio para que se la interpretara como un llamado al golpe militar: "Quiero hacerme la voz de todos los colombianos para pedir al Ejército que está encargado del salvaguardar el orden, que salve al país".
En lo que se refiere a la propuesta del desmonte del esquema gobierno-oposición, que cuenta con el respaldo de dirigentes gremiales, expresidentes y la gran prensa, ésta parece basarse en el viejo raciocinio de que "el palo no está para cucharas" o, mejor dicho, de que si hay enemigos reales y comunes que quieren destruír las instituciones, no parece tener mucho sentido inventar mecanismos para poner a pelear a los partidos que, finalmente, están defendiendo lo mismo. Sin embargo, por más atractiva que a algunos les pueda parecer esta salida, existen grandes incógnitas nada fáciles de resolver. Para empezar, es difícil negar que parte de las razones por las cuales Colombia está en estado de guerra tiene precisamente que ver con que el poder fue ejercido monopólicamente duranta más de 30 años en el país por los dos partidos tradicionales. La falta de canales de expresión y participación de la oposición es, sin duda, una de las causas por las cuales algunos sectores escogieron la vía armada. Y volver a cerrar los pocos que ya se han abierto entraña grandes riesgos. De ahí que la Unión Patriótica se haya opuesto de plano a la propuesta que, a título personal y no de su partido, hizo Durán Dussán. Otro argumento en contra del desmonte fue el expuesto por el senador y miembro de la Dirección Liberal Ernesto Samper, quien afirmó que si en los gabinetes de salvación del gobierno Ospina lo que se había hecho era llamar al gobierno a quienes se consideraba su principal enemigo, el Partido Liberal, ahora, dentro de esa misma lógica, un gabinete de esa naturaleza tendría que contemplar a los oponentes del gobierno de la guerra de hoy. De esto podría deducirse que un gabinete de Salvación Nacional basado en ese planteamiento llevaría al absurdo de tener que pensar en Jacobos Arenas y Pablos Escobares haciendo parte de la nueva coalición de gobierno. Esto, sin tener en cuenta que esas fórmulas aparentemente salvadoras fueron, en el caso del gobierno de Ospina, un rotundo fracaso.

En cuanto al golpe de estado, los primeros encargados de despejar cualquier duda fueron los mismos militares. El ministro de Defensa, Rafael Samudio, aunque dijo en el entierro del guardaespaldas de Gómez que "nosotros quisiéramos que la sociedad civil fuera más responsable, más eficiente", aclaró enérgicamente que la solución militar no es la salida.
Por su parte, el comandante de las Fuerzas Militares, Manuel Jaime Guerrero Paz, afirmó que el país debe ser gobernado por los políticos y defendido por los militares. Pero aparte de la negativa de los altos mandos militares, hay también claros argumentos en contra del golpe. El principal de ellos es, sin duda, la experiencia de otros países del continente, donde los gobiernos militares no sólo no han sido solución, sino que han creado más y más graves problemas.
Guerrero Paz, se quejó, sin embargo, de la falta de recursos para llevar a cabo esa defensa: "El Ejército no ha recibido ni un par de botas ni un solo cartucho en 1988". Sobre esto, a diferencia de lo que sucede con el golpe militar, se puede decir que se está imponiendo un consenso: hay que imponer mano dura para mantener el orden público. Prueba de ello es que nadie pareció sorprenderse con la ofensiva del Ejército contra las FARC y el EPL en la zona de Urabá, que incluyó bombardeos, tanques y helicópteros artillados. La verdad es que nadie en Colombia parece dispuesto a oponerse a que los soldados reciban una mejor dotación para poder cumplir, en forma más eficiente su tarea de defender la vida, honra y bienes de los ciudadanos. En este punto hay quienes incluso sugieren que, en vez de gastar la plata en costosos aviones israelíes que dizque para defender las fronteras, inviertan los recursos en dotar bien a quienes defienden a los colombianos dentro de sus propias fronteras.
Pero la mano dura per se no basta. Y he aquí, quizá, el mayor de los retos que tienen quienes se consideran defensores de la democracia colombiana. Ni gabinetes de Salvación Nacional, ni mano dura, ni declaraciones de buenos propósitos, ni manifestaciones de solidaridad constituyen por sí solos una salida. Como le dijo a SEMANA el Consejero Presidencial para la Rehabilitación, Rafael Pardo, "hay que aplicar un concepto amplio de orden público, en el que restablecer el orden público no es usar la fuerza para defender unos privilegios o mantener unas injusticias, sino para establecer un pacto social". Como quien dice, mano dura para combatir a los agentes de la subversión y reformas para atacar las causas de esa subversión.
EL LUCHADOR
"...cuando uno es guerrero debe estar en primera línea. Y eso fue lo que yo hice". Así explica Alvaro Gómez sus controvertidas y aguerridas actuaciones políticas de los años 40 y 50. Desde entonces editorializaba en las páginas de El Siglo, el diario fundado por Laureano -su padre-, y muchas veces los liberales gastaban largas horas discutiendo sus implicaciones. Así sucedió durante la Convención del 23 de junio de 1953, cuando Alvaro los sorprendió al afirmar en su escrito que Colombia vivía una guerra civil no declarada, tal como se afirma ahora.
El apasionamiento con que asumió la doctrina conservadora heredada de los férreos principios de Laureano Gómez, lo llevó a protagonizar episodios que en esas épocas hicieron historia. Sus propios copartidarios registran elocuentes aunque reservados comentarios al respecto. Carlos Augusto Noriega, el legendario "tigrillo", en un homenaje en 1974 recordó que conoció a Alvaro Gómez en la Cámara de Representantes en 1949: "... en aquella fatídica Cámara de los tiros y los muertos en el recinto, y allí le ví actuar y supe de lo que era capaz, y con él participé en episodios que revelados estremecerían a la opinion pública..." En los 50's, la obsesión conservadora era la de implantar un Estado fiel a la pura doctrina de su partido. En ese marco de violentos enfrentamientos políticos entre los dos partidos tradicionales, encajan las acusaciones que se le hicieron con respecto a su participación en los incendios de las casas editoriales de los diarios liberales El Tiempo y El Espectador, en la trágica noche del 6 de septiembre de 1952.
Eran otras épocas, y los mismos editores liberales olvidaron esas acusaciones y reconocen en el Alvaro post-Frente Nacional a un líder más duro y de temple que dejó atrás el fanatismo. "El Alvaro Gómez de estas augurales horas -escribió Roberto García Peña (1977)- no cabe compararlo siquiera con el mozo audaz, que muchas veces traspuso los límites de la transigencia y la convivencia, para ser un agitador de la política por él ardiente y desesperadamente abrazada... hoy parece que la vida le hubiese enseñado la inefable gracia de la templanza...".
Tras el "golpe de opinión" del general Rojas en 1953, vino el exilio, y la resistencia opositora a la dictadura donde también protagonizó, al lado de Belisario Betancur y otros copartidarios, episodios suicidas. Sin embargo, llegó la reconciliación de los partidos con los pactos bipartidistas que hicieron posible el Frente Nacional. Inició entonces Alvaro una nueva etapa de su vida política en la que el Parlamento, el debate y la confrontación ideológica remplazaron poco a poco la acción apasionada. El cambio, sin embargo, no fue tanto ideológico como en el terreno de la acción. Alvaro siempre ha sido un hombre que dice las cosas de frente, sin dorar la píldora: "Nunca he tenido pensamientos ocultos, ni facetas desconocidas, todo lo que soy lo he sido en público, sobre la mesa, como dicen lo anglosajones..." Sus contemporáneos, en especial Carlos Lleras Restrepo, nunca olvidan la tenaz oposición que montó contra la reforma agraria, que para él "fue el fruto del acaloramiento sociológico que les sobrevino a los noveleros de nuestra América... Fue el fruto de especulaciones de escritorio sobre unas cifras globales...". En el terreno de las luchas campesinas, Alvaro apoyó sin contemplaciones las operaciones militares contra las que él llamaba "republiquetas independientes" de Marquetalia, Pato y Guayabero, sedes de las zonas de autodefensa campesina organizadas por Jacobo Arenas y Manuel Marulanda, quienes poco después fundarían las FARC.
Para Gómez, los conservadores desde 1953, cuando perdieron la dirección del Estado, nunca la han recobrado. Antes de la posesión de Belisario Betancur, Gómez no ocultó su esperanza de que el conservatismo y su doctrina volvieran al poder. No tardó mucho en lamentarse de su error, a pesar de haber sido el embajador de Belisario en Washington. No fue muy amigo de la llamada "apertura democrática" de Betancur, ni de los diálogos nacionales propuestos por la guerrilla, y con frecuencia ha señalado que la seguridad es el problema más apremiante del país "más apremiante acaso que el de la propia pobreza. Estar seguro es una condición sublime propia de las sociedades cultas y políticamente evolucionadas. Es un don que no se da sino a los pueblos que lo merecen". Con la aparición del terrorismo y la guerrilla urbana moderna, Gómez se duele de que "ningún país puede garantizar la seguridad de sus súbditos porque tiene que soportar transacciones con los violentos, que significan el desconocimiento público y cobarde de las formas jurídicas. Esta claudicación del Estado es una confesión de su impotencia".