Especiales Semana

Desde Ralito hasta Cambridge

Colombia es un país en proceso de renacer. Una nación que dejará de llorar sus muertos para ser el país más feliz del mundo. Los colombianos así lo quieren y así lo hacen.

Pedro Medina*
27 de marzo de 2005

Amanece uno en Santa Fe de Ralito con el canto de tres gallos de riña. Uno de ellos se llama Culimbo. A Culimbo le quitaron la cresta para poder ser gallo de riña, le quitaron el distintivo del gallo. Lo entrenan para ganar o morir. Es un héroe; le espera la gloria o la muerte. Su misión es ganar.

La misión del proceso de paz es ganar. 'Gana, gana' es lo que busca una nación cansada de conflictos eternos, cansada del bien particular a costa del bien común y cansada de dejar plata sobre la mesa por negociaciones mal hechas. 'Gana, gana' es también el distintivo de una nación que se está reinventando a partir de una gran revolución silenciosa y está en pleno proceso de renacimiento.

En un evento organizado por la Fundación Iniciativas por la Paz y la Universidad Gran Colombia, hicimos un taller con los comandantes de las AUC y 647 estudiantes universitarios de 16 departamentos. El tema fue 'Por qué creer en una Colombia en paz' y 'Mi rol como universitario para lograr esa Colombia en paz'.

A las 9:30 de la noche, luego de casi tres horas de conferencia y taller, les pregunté a los estudiantes si querían suspender hasta el día siguiente y en comunión gritaron que no, que querían seguir. Me decía uno de los comandantes de las AUC que este evento era lo más importante que les había acontecido a ellos.

Cuatro meses después veo cientos de colombianos que, con la misma tenacidad de esos jóvenes, sueñan, diseñan y construyen esa nueva Colombia que se reinventa al frente de nuestros ojos. Veo una Colombia que revoluciona y se revoluciona, que pasa de llorar sus muertos a ser la nación más feliz del mundo, que pasa de dar de hablar solo sobre droga y terrorismo a ser modelo en una revolución cultural, que pasa de ser una nación vetada por los departamentos de Estado de varios países a ser el lugar que un empresario avant garde quiere visitar, que pasa de ser un país donde su gente esconde su pasaporte en un forro para ocultar su nacionalidad a un país que utiliza su nacionalidad para abrirse puertas.

En medio de esa revolución, nace un efecto de tipping point por el que pequeñas iniciativas van creando bolas de nieve. Camilo Atuesta, estudiante de la Universidad Anahuac en México, inicia un programa de radio por Internet con el nombre Yo Creo en Colombia; Susana Vélez, estudiante en Cambridge, se gradúa con un traje de sanjuanero ; Carlos Hoyos, artista, fotógrafo e inventor, coloca una gran bandera colombiana bajo el aviso de Hollywood en Los Ángeles y le saca fotos con su helicóptero portátil; Harrison Castañeda, joven de 14 años de la Comuna 13 en Medellín, paga su educación vendiendo confites en los buses y dice en un auditorio que sueña con ser empresario y médico. Es más, dice que ya es empresario.

Ese nuevo espíritu es el de una nación que se encuentra en su etapa de renacimiento. Un país cuyos ingenieros y arquitectos son reconocidos en el mundo, como aquellos colombianos que hoy diseñan la embajada de Estados Unidos en Liberia. Un país que innova en ciencia, como lo ha demostrado Jorge Reynolds con sus avances en nanotecnología, al crear un marcapasos que es más pequeño que medio grano de arroz.

Al darnos cuenta de que estamos liderando la reinvención de Colombia empezamos a enfocarnos cada vez más en construcción colectiva y en transformación.Y al convertir las acciones que apoyan esto en un propósito diario, logramos que cada uno de nosotros apalanque esa Colombia que sí puede, esa Colombia que crea en lugar de destruir, que confía y construye confianza y que en formas innovadoras se constituye en un modelo para otras naciones con retos similares. De vuelta de Ralito, el doctor Galat, rector de la Universidad Gran Colombia, me decía que cada colombiano tiene un Macondo en la cabeza. No debemos dejarnos quitar el Macondo, como le quitaron la cresta a Culimbo. Debemos estar atentos para que, como Culimbo, protagonicemos la que, sin duda es, la revolución más contundente de nuestros tiempos.

*Director de la Fundación Yo creo en Colombia.