Especiales Semana

Dia de la madre

31 de mayo de 1993

Ver, oler, sentir y tocar
CUANDO UN NIÑO PONE POR PRIMERA vez la planta de su pie sobre una superficie tapizada en frijoles, un canal sensorial se abre en su mente. Otro se inaugura cuando experimenta el rápido roce de un cubo de hielo en su brazo. Otro más, cuando prueba el sabor del limón. De experiencias así de sencillas y -así de cruciales- está hecha la vida de todos los seres humanos durante los primeros meses de vida.
Cada madre tiene el poder de decidir si deja que su pequeño explore en solitario el mundo o si se pone ella misma en la tarea de ofrecerle todas las sensaciones táctiles, auditivas y visuales que estén a su alcance para ayudarle a crecer. Pero lo que nunca debe olvidar es que ese primer contacto con la realidad marcará tanto su historia personal como su relación con ella.
El problema que representa para un niño de un año determinar si tras la pequeña tabla se esconde el dibujo de un elefante o el de un helado no estan grave cuando mamá lo plantea. Su apoyo incondicional, su interés y su amor, brindan la seguridad suficiente para resolverlo y así empezar a enfrentarse, en pequeña escala, al mundo. Expresado en términos adultos, el juego es el trabajo de los niños. El espacio donde poco a poco van mostrando lo que son y lo que quisieran llegar a ser.
Sin embargo, no todos los juegos ni todos los juguetes son apropiados para ayudar al pequeño a perfeccionar cada una de sus destrezas. Se necesita conocimiento para elegirlos y, además, dedicación para crear cadenas de actividades divertidas y con resultados. Esto, sumado a una verdadera vocación por su trabajo, es lo que ofrece Edith Saraga de Peisach en su centro de estimulación temprana para niños y niñas de seis meses a dos años y medio, en Bogota.
Ella, una sicóloga especializada en educación infantil en la Universidad de St. Thomas, con seis años de experiencia, prefiere llamarlo centro de estimulación "adecuada" y cree que para asumir su labor espreciso un don especial, Por ningún motivo delega la responsabilidad en terceras personas, dicta personalmente todas las clases y lo hace, por decirlo de alguna manera, "en trance": "Después de cada sesión necesito 15 minutos para volver al mundo -comenta. Es que cuando yo les muestro a los niños un círculo estoy dentro de cada uno de ellos aprendiendo lo que es un círculo".
Tres personas la ayudan preparando el material para los juegos de cada hora y media a la que asisten en promedio 12 niños. Los más pequeños, de seis a nueve meses y de nueve a 12, en las mañanas, y los mayores en las tardes.
Disciplina con amor
"Donde Edith", asisten hoy 115 niños. Como los cupos son limitados, 80 que daron en lista de espera para el próximo semestre. Entonces podrán ingresar a estos singulares programas que de ninguna manera pretenden llenarlos de información o nombres memorizados. Ya tendrán tiempo de aprender miles de datos cuando ingresen al colegio. Por lo pronto, lo único que se espera de ellos es que desarrollen al máximo sus habilidades para iniciar el aprendizaje académico, estrechen los lazos de amor con sus madres y entren en contacto con amigos de su misma edad.
La diversión que representa cada clase esta marcada inicialmente por la aparición de Pipo, un amistoso conejo de peluche que los saluda por su nombre y les da la bienvenida con música de fondo. Esta actividad, aparentemente gratuita, tiene, como todo, una razón de ser. Permite que ellos se ubiquen en la situación, les brinda seguridad y señala el comienzo de su "trabajo". Y desde luego, también aprenden que todo tiene un final. Se acabaron los llantos cuando deben de volver un juguete o suspender para almorzar porque en clase identifican cierto tema musical con la orden de guardar en canastas lo que tienen en la mano para pasar a la siguiente tarea y al final de cada sesión hay una despedida con una carpa de vivos colores que las madres mecen sobre ellos, como aparece en una de las fotografías que ilustran esta nota.
El paso por este centro de estimulación ha permitido que algunas familias detecten en sus hijos problemas de atención o hiperactividad. Solucionados a tiempo, los pequeños ingresan al colegio sin retardo y mejor preparados que cualquiera. Edith se prepara leyendo constantemente libros y artículos de r vistas, y asistiendo a seminarios . El tema del últirno fue la deglución y el tono muscular. Allí aprendió que prestando atención a la manera en que cada niño come se pueden evitar muchos problemas de lenguaje. Por esto, una parte importante de sus clases es el descanso para las medias nueves. Los jovencitos, de apenas dos años, ya se sientan a la mesa y toman la iniciativa para empezar a comer.
La práctica hace maestros
Pero no sólo a la hora de comer se conoce a los niños que han pasado por "Donde Edit". En cada tarea ellos se distinguen por su interés, alegria, seguridad y destreza. La motricidad fina, esa habilidad que permite coordinar ojos, brazos y manos para cualquier tarea, está bien desarrollada en cada uno.
Insertan cuentas en cordones con gran fAcilidad, llenan cajas con piezas que introducen en el orificio correspondiente y arman rompecabezas sin ningún problema. Es que la primera etapa de cada sesión los prepara para manejar mejor sus manos, esas herramientas indispensables de las que disponen para aprender los conceptos de peso, tamaño y textura, hacer funcionar los juguetes y, en síntesis, explorar el mundo. No se necesita ser adivino para afirmar que ellos aprenderán sin traumatismo a escribir y, seguramente, tendrán hermosa letra.
Al entrar al colegio ya han desarrollado la complicada noción de permanencia de los objetos: cuando la locomotora de cuerda desaparece tras la pañoleta sigue estando allí. Muy temprano en la vida, ellos entienden que su mundo espacial es permanente y que los objetos existen aunque ellos no los vean. No se pretende, en modo alguno, niños superdotados. Cada uno aprende sus limitaciones de las personas que más ama: su madre, su abuela (en las oportunidades en que la primera no puede acompañarlo al centro) y hasta su padre, que debe ir por lo menos a una sesión semestralmente.
"Muy bien, lo estás haciendo muy bien ", "tú puedes" y "te quiero" son algunas de las expresiones que más se escuchan diariamente en la sala de juegos de este centro de estimulación, donde también hay actividades de grupo que permiten canalizar la atención, por naturaleza dispersa, de cada pequeño. Una de ellas involucra los sentidos de la vista, el olfato, el tacto y el gusto. Edith les muestra, por ejemplo, una lámina con una mandarina y una mandarina de verdad. Luego, sus auxiliares ponen en el índice derecho de cada niño esencia de la fruta para que la huelan y, por último, todos pueden saborearla.
Llanto con razones
Desde los seis meses el bebé aprende a sentirse cómodo con una amplia variedad de sensaciones. Diferencia lo caliente, lo frío, lo dulce, lo agrio, lo salado y lo amargo. Incluso, llora cuando un olor le parece desagradable y se entrega a los sabores que le gustan.
La inversión que Edith ha hecho en materiales es grande. Tiene lo mejor de lo mejor hasta para aquella etapa final de las sesiones donde se trabaja la motricidad gruesa. Cada día, en un cuarto cerrado, se construye cuidadosamente una nueva secuencia con materiales en gran variedad de texturas, que los pequeños tienen que seguir caminando. Una piscina llena de bolas de ping-pong, un colorido laberinto por atravesar, escaleras y puentes pueden estar entre las sorpresas reservadas para el último momento. Es claro que ningún niño esta obligado a seguir un ejercicio que le disguste o a estar en clase cuando se encuentra indispuesto.
Como también lo es, que Edith los admite en su centro independientemente de los divorcios o nuevas uniones que haya en el pasado de sus padres. Aunque aquí, como en todos los ambientes, hay cierto acuerdo tácito en cuanto al nivel de vida y las costumbres de las familias que ingresan.
En algunos grupos puede haber un niño con algún grado de retardo mental, lo que resulta una experiencia enriquecedora para todos: él logra integrarse, la mamá disfruta y comparte cada uno de sus avances y las demás señoras desmitifican por completo la idea del niño diferente.
"Donde Edith" no es sólo un lugar de paso. Años más tarde, sus antiguos alumnos regresan a visitarla y la recuerdan con cariño, pues ella estuvo a su lado cuando empezaron a descubrir la gran aventura que representa vivir aprendiendo.