Especiales Semana

Dilemas de estudiantes

La educación superior colombiana sigue enfocada a graduar 'doctores', pero al país le faltan técnicos y tecnólogos.

2 de septiembre de 2006

La función más importante de la educación media es ayudarle al estudiante a descubrir y potenciar sus capacidades. No obstante, en el país, los estudios universitarios continúan enfocados a un limitado número de carreras tradicionales asociadas al imaginario cultural del 'doctor', el funcionario y el intelectual.

En Colombia existe un peso homogeneizante del modelo de educación académica del examen de Estado. En lugar del monopolio estatal sobre este campo, se requieren políticas de fomento a su desarrollo y diversificación en las universidades colombianas, de métodos alternativos que no limiten la diversidad de la experiencia educativa.

La mayoría de los estudiantes del nivel medio desconoce otras alternativas al imaginario tradicional de llegar a ser 'profesional'. La mayoría de egresados, los más pobres, tienen pocas posibilidades de encontrar empleos de calidad. Muchos de ellos son condenados a la informalidad, el subempleo, a trabajos de baja calificación y remuneración, y al desempleo.

Su falta de formación, pero también su escasa capacidad de identificar posibilidades en un mundo laboral cambiante que ya no ofrece empleos estables como se conocieron en otras décadas, sino oportunidades de trabajo que requieren emprendimiento, cooperación y trabajo independiente, los hace poco competitivos. Las condiciones actuales requieren de capacidad de innovación y creatividad, algo que no se desarrolla en la escuela actual.

En el imaginario de los egresados del nivel medio no son válidas las ofertas de educación técnica y tecnológica, y hay un profundo desconocimiento y subvaloración de la diversidad de oportunidades de formación y capacitación ofrecidas por instituciones de educación no formal. En Bogotá, por ejemplo, el 95 por ciento de los cupos ofrecidos en universidades públicas es en carreras largas. Este tipo de ofertas discrimina a los jóvenes que requieren carreras cortas que les permitan alternar estudio y trabajo como forma de financiación de sus estudios.

Y a esto se suma que los niños comienzan su etapa escolar cada vez más temprano, lo que da como resultado bachilleres confundidos, desertores e insatisfechos con su elección.

Así, al final, se tienen miles de bachilleres por año de los cuales sólo un puñado puede acceder a la educación superior. Acceden a las carreras tradicionales porque es lo socialmente bien visto, porque los técnicos y los tecnólogos son considerados como menos. Ignoran que estos son precisamente los que más necesita el país.