Especiales Semana

Dinero fácil

La Gran Depresión dejó claro que no siempre es sensato confiar en la ilusión de las ganancias rápidas.

21 de junio de 2009

El crash del 29, la Gran Depresión, el Jueves Negro... Todos ellos son referentes clave en la historia de las crisis económicas en cualquier parte del mundo. Esos apelativos se le aplican a la recesión que empezó en Estados Unidos en 1929 y se extendió en muy poco tiempo por todo el planeta.

Esta crisis tuvo implicaciones muy importantes. Envió a la pobreza a muchas familias, tanto en el campo como en las ciudades, y por esta razón es señalada como una de las causas del resurgimiento del nacionalismo, el ascenso de Hitler y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Esto demuestra las enormes transformaciones sociales e históricas que propicia el mal manejo de la economía de un país.

Y todo empezó por haber dejado prosperar una práctica errática de los bancos estadounidenses. Según explican los economistas Juan Camilo Restrepo y Antonio José Núñez, autores del libro Diálogos sobre las crisis financieras, en la década de los 20, los bancos comerciales podían invertir en acciones y además prestar dinero "a las empresas de las que eran accionistas", señala el libro.

La idea era que mientras más dinero prestaran, más flujo de caja tendrían las empresas, más proyectos adelantarían, más productos venderían y así se cerraba el círculo virtuoso con un mayor valor de las compañías.

A primera vista, la situación era muy positiva. Se generó una bonanza de empleo, crecimiento industrial y de la construcción. Lo que no tuvieron en cuenta es que la condición humana es proclive a los cantos de sirena de las ganancias rápidas. En algún momento, los préstamos, que inicialmente eran para las empresas, empezaron a desviar a la compra de acciones de esas mismas empresas, pues la especulación en Bolsa resultaba más rentable y podía convertir a cualquiera en millonario de la noche a la mañana. Así se empezó a configurar una burbuja de crédito y ganancias fáciles. En cinco años, las acciones aumentaron en promedio 64 veces su valor. Una circunstancia insostenible, pues ese crecimiento en el valor de las empresas estaba fundamentado en un aumento de la demanda financiado con créditos.

Pero el castillo de naipes empezó a derrumbarse cuando se descubrió que el valor de las acciones en Bolsa no correspondía necesariamente con las posibilidades productivas de las compañías. Así que muchos ya no querían tener más esas acciones. "Los precios colapsaron cuando numerosos inversionistas salieron a vender presas del pánico", comentan Restrepo y Núñez en su libro.

Esto hizo no sólo que las empresas y los inversionistas perdieran su patrimonio, sino que el balance de los bancos se golpeara, pues muchos dejaron de pagar los créditos que habían adquirido para comprar unas acciones que ahora no valían nada.

Así se abrió paso la crisis. Inicialmente, el sector financiero sintió el golpe y luego se extendió a toda la economía. "La gran depresión (...) estuvo marcada por altos niveles de desempleo, la casi total desaceleración de la producción industrial y la construcción, y un 89 por ciento de caída en los precios de las acciones", explica en un ensayo publicado en el New York Times, Nick Taylor, autor de la obra American Made, donde se analiza el impacto del "New Deal" propuesto el presidente Franklin Delano Roosevelt para afrontar esa crisis. Ese paquete de políticas sirvió para que retornara la confianza en todo el aparato productivo estadounidense, aunque la recuperación se demoró casi una década en llegar.

Las lecciones de la Gran Depresión son muy parecidas a las que deja la crisis actual. Cuando una economía pone exceso de confianza en las ganancias fáciles y la ilusión del dinero rápido va rumbo al desbarrancadero, obviamente, los resultados son desastrosos.