Especiales Semana

DISCURSO HISTORICO

Lleras Camargo es considerado uno de los mejores oradores en la historia del país. El discurso que pronunció el 23 de septiembre de 1955 en el homenaje a Eduardo Santos en Bogotá es considerado una de sus mejores piezas de oratoria...

5 de febrero de 1990

En este estrecho recinto en donde hoy se refugia la exiliada voz de millones de colombianos forzosamente silenciosos, no ha habido y me temo que no volverá a haber, un suceso semejante. Hacia aquí confluyen todas las emociones ya sin cauce en el derecho de reunión, abolido, las ideas, ya sin vehículo en el derecho de opinar, cancelado, las tendencias políticas, ya sin atmósfera para el ejercicio del derecho de disentir, eliminado. Vos sois, doctor Santos, el símbolo vivo escogido, por muy diversas razones, para oficiar este restringido rito de la democracia en apuros, por un grupo de vuestros compatriotas que durante medio siglo de vida pública os admiraron y combatieron, os siguieron o se separaron de vos, os dieron su voto o se opusieron a vuestros propósitos, a quienes gobernastes sin que os temieran y a quienes servisteis sin que os adularan.
Ya en la edad en que los hombres públicos, aun los menos afortunados, recogen el tributo unánime del respeto porque aparecen ante sus conciudadanos como delegados de la historia común, sobre vuestra cabeza se desata una tempestad oficial, y hay ruido de armas, voces marciales, despliegues de fuerza,aprestos de batalla para libertarnos a los colombianos de la inerme dictadura de vuestra influencia: "El Tiempo", obra de vuestra inteligencia, vuestra perseverancia, vuestro espíritu de servicio, vuestra laboriosidad y patriotismo, se clausura y se invita al pueblo a que celebre la extinción de un pensamiento disidente como si se tratara de una victoria sobre huestes extranjeras. El homenaje -vos mismo la habéis dicho- no es el de esta noche sino el que se os rindió el 4 de agosto.
Pero lo que os queremos decir hoy, desde todos los puntos cardinales de la opinión nacional, es que el aparato bélico apuntando sobre vuestra imprenta callada, y la máquina de silencio soplando sobre la desamparada antorcha que se encendió en 1911, no han logrado cosa alguna. No tenéis menos influencia, sino más, sobre vuestros compatriotas. Vuestra imprenta esta cerrada, pero cada mañana llegan a los rincones de la patria las invisibles e innumerables ediciones de la inconformidad, sin censura. No sois ciertamente, la única víctima del desorden institucional en que se debate Colombia. Pero tenéis el duro honor envidiable de encarnarlas a todas -incluyendo a vuestros adversarios- y, en vuestra persona, como en otras ocasiones los atributos del poder y la consagración cívica, brillan ahora con noble sencillez los que otorga la persecución y las condecoraciones que cuelga involuntariamente la arbitrariedad sobre el pecho de los que pretende destruir.
Nunca ha recibido una representación más compleja de grupos, clases, ideas y sentimientos. Nada es aquí homogéneo, ni obedece a cuadros, estamentos, corporaciones o intereses reglamentados.
Hemos vuelto, y no sólo por nuestra voluntad, a la primitiva convocatoria de seres humanos en los momentos de grave peligro. Lo que nos une, pues, no es sino el tejido elemental, la urdimbre tosca y simplísima de la convivencia dentro de un mismo territorio de personas enfrentadas a la necesidad y al deseo de seguir conviviendo cuando todas las bases de su relación estan sustituidas por la improvisación diaria de un derecho exótico. caprichoso y sin recurso de apelación. La importancia del último ultraje y la grandeza de quien lo recibió no hacen sino recordarnos que millones de compatriotas humildes, o sin significación en la vida pública, tienen menos amparo desde que las leyes se pudieron transgredir, sin un solo gesto de vacilación, en un caso destinado a ser minuciosamente examinado por la historia. Entonces, nadie tendría derecho a equivocarse al interpretar el sentimiento común a todos dentro y fuera de estos salones. Queremos ser gobernados por delegatarios nuestros, de acuerdo con el marco de leyes de derechos y deberes como el que trazó la Constitución desde 1886 hasta que fue suspendido por el indefinido estado de sitio. No queremos que se nos salve sin nuestro conocimiento de imaginarios o de reales peligros. Tenemos derecho a participar en todas las decisiones que se tomen sobre los colombianos, por una sola razón: la de que somos colombianos. Ninguno de nosotros, por buena voluntad, por nobles intenciones, por capacidades que tenga, es capaz o ha recibido el encargo de sustituirnos a todos los demás en la misión de resolver lo que nos conviene o lo que rechazamos, lo que la patria necesita o lo que ha de evitársele. Es decir, que estamos otra vez como cuando se articularon, todavía con lengua torpe, las primeras leyes de la naturaleza de las sociedades, exigiendo que la autoridad tenga un límite, el gobierno una frontera trazada por la delegación del pueblo, y el hombre una armadura de derechos intraspasables. (...)
El gobierno de estado de sitio no esta incluido en ese patrimonio sino como una medida suprema, fugaz, limitada, para conjurar la conmoción interna para defender la Nación en guerra internacional, para reprimir el alzamiento. Su misión es clarisimamente la de tomar todas las medidas para que cese la anormalidad y se restablezca el imperio de la Constitución. La anormalidad, la conmoción, el desajustes no tienen capacidad de prolongarse sin limite de tiempo, y el gobierno que no logrará dominar la catástrofe y que necesitara de poderes supremos permanentes, sólo confesaría tácitamente su ineptitud.Pero me pregunto si las medidas que se han venido tomando van hacia el restablecimiento de la normalidad en cualquiera de sus formas. Se nos dice, por ejemplo, que el gobierno espera la contrición y la penitencia de los partidos políticos para que, purgados de sus grandes faltas, vuelvan a servir como instrumentos de la democracia. ¿Pero cómo funcionan hoy los partidos?.Cuál está actuando, cuál no está intervenido, cuál no está impedido de actuar y, por último, dónde ha de estar su meta y su razón de ser, si como cauce natural de la opinión para la constitución del gobierno, no puede escucharla ni dirigirla,ni hay delante de él ninguna posibilidad concreta de ejercer actividades políticas legítimas?. El pueblo es responsable, y atiende a su responsabilidad cuanda está informado, cuando puede crearse una conciencia de los problemas públicos, cuando sabe que su opinión decide, es decir, cuando gobierna. Cuanda se le trata como a un menor, o como a un enajenado, es irresponsable. (...)
Cualquiera que sea la composición y el ánimo actual del gobierno, se presenta como el representante de las Fuerzas Armadas, aunque es notorio que cada día toma características mas acentuadas de gobierno personal. En las Fuerzas Armadas hay otro patrimonio nacional, que no podemos malbaratar ni destruir. Las Fuerzas Armadas no son un grupo de colombianos privilegiados, sino, al contrario, una clase técnica que la Nación arma, con sus contribuciones en sangre y en dinero, para que abnegadamente desempeñe las misiones de más peligro, ante las amenazas externas e internas del orden. Como le da armas, cuando se las niega a los demás ciudadanos, porque la inviste de un poder de coacción superior, no quiere la Nación que esa clase argumente, discuta, se mezcle en los litigios de una sociedad compleja e irritable, sino que este por encima de la pelea, protegiendo los intereses de la comunidad entera. Sabiamente la Carta declara que las Fuerzas Armadas no son deliberantes, porque si lo fueran, sus discusiones con los ciudadanos terminarían en una masacre, sus disensiones internas en una guerra civil. No fue necesario que esa clase interviniera en las tareas del gobierno en los últimos años de nuestra existencia democrática, y menos aún cuando quedo organizada severamente como depósito único de la fuerza, como la delegación hecha por todos los colombianos para la preparación de la defensa de la Patria, como el cuerpo técnico especializado en una misión que lo diferenciaba por su finalidad y sus exigencias del resto de nosotros. Llegó a la Rama Ejecutiva con repugnancia y todos sentimos respeto por el programa limitado y altísimo que se trazó, como un puente provisional entre el caos y la normalización inaplazable. Para llevarlo a cabo, su capacidad era indiscutible, porque sus estudios y su espíritu son para la emergencia y la conmoción. Pero prolongado el estado de sitio y cambiado el tipo de gobierno, cada vez más restringido a la persona del Presidente, las Fuerzas Armadas estan soportando una responsabilidad y ejerciendo una misión ajena a su particular disciplina, a la preparación recibida para específicos trabajos cuyo premio es vivir dentro de una permanente expectativa de gloria y sacrificio. La atmósfera luminosa, pura y austera que se respira en el ejercicio de las armas por quienes entienden y aman el sagrado oficio, no es el clima universitario para todas las artes y ciencias de la administración, las finanzas, la política, el derecho, aparte de que una república auténtica no puede entregarse como cosa normal a la dirección de una clase cualquiera, ni ninguna -aun la de los jueces, si existiera entre nosotros-, podría aspirar a semejante privilegio.
Es, pues, de conveniencia para todos, pero principalmente para las Fuerzas Armadas, que se ven comprometidas en la acción política de un gobierno personal que ellas no ejercen, ni pueden ejercer, precisamente por sus limitaciones jerárquicas, indispensables en la milicia, que no se perpetúe esta situación más allá de la concreta misión de restablecer el gobierno civil y la forma republicana y democratica del regimen. (...)
Señor doctor Santos:
Si yo no conociera la nobleza de vuestro espíritu y no la tuvieran probada, menos que yo, pero en altísimo grado los que hoy se reúnen aquí con vos, jamás me hubiera atrevido a ofrecer la extraña apariencia de convertir un homenaje a vos en una exposición sobre las dolencias y aun las probables curas de la Nación en crisis. Pero este no es realmente un abuso, porque sois, ciertamente, la causa de que la herida patriótica sangre esta noche con mayor intensidad y dolor, pero no sin esperanza(...) Serenamente sin vacilación, sin una queja, habéis cerrado el más largo episodio de vuestra vida meritoria y uno de los más importantes de la historia colombiana, por lo que dure la patria sin leyes. Todos aquí, todos fuera de aquí y aun espero que sin la excepción de las Fuerzas Armadas, anhelamos que el duro trato que estamos sufriendo por haber abandonado la tradición de Colombia, la grande, sea corto. Cuando la ley, la ley escrita, la ley común a todos, la ley que no aplica el político sino el juez, la ley que no nace de un arrebato de voluntad, de la soberbia y de la malicia sino de la transacción parlamentaria, del forcejeo inteligente, de la equilibrada decisión de los delegados del pueblo, ejerza otra vez su flexible y suave imperio sobre nosotros la voz de la libertad que en vuestra garganta ha tenido acentos espléndidos, volverá a conmover a los colombianos. El homenaje que debemos rendir a los hombres como vos, que sólo tienen explicación y sentido en una democracia, es comprometernos a su restauración. (...)