Especiales Semana

ECONOMIA

Barco no sacó 5, pero sacó 4.

27 de agosto de 1990

Definitivamente todo depende del cristal con que se mire. Por que la administración Barco sostiene que en materia económica le fue muy bien. Al fin y al cabo, son pocos los gobiernos del continente que pueden mostrar una economía sin inflación desbocada y con una tasa medianamente aceptable de crecimiento. A pesar de las difíciles condiciones internacionales, el país se mantuvo al día durante, otros cuatro años en sus compromiso con la banca extranjera. El Gobierno se puede dar el lujo de decir que Colombia, fue el unico país del Tercer Mundo, dentro de los 20 más endeudados, que obtuvo dos créditos frescos de la banca comercial en ese período.

LO BUENO...
En materia de desarrollo, el ingreso por habitante siguió su ritmo ascendente. Mientras para la mayoría de las naciones de la región los ochenta fueron una década perdida, Colombia tuvo una tasa de crecimiento acumulada de 36.9 por ciento y un aumento del 13.9 por ciento en el producto per cápita. De este incremento, la mayor parte le correspondió a la segunda mitad de la década, siendo 1986 el año estrella.

Esa mayor dinámica de la economía permitió una reducción apreciablecer las tasas de desempleo, que fueron el gran lunar de la administración Betancur. De un nivel de desocupación superior al 15 por ciento se pasó a uno cercano al 10. Para la mayoría de los especialistas, esa mejoría impidió que una situación social ya complicada se volviera definitivamente explosiva.

Buena parte de la relativa buena salud de la economía estuvo asociada al comportamiento del sector externo. La política de devaluación y los estímulos gubernamentales se combinaron para que el país dependa cada vez menos del desempeño de uno solo de sus productos. La prueba tangible de esa afirmación es la forma airosa en la que se pudo sortear el desplome en los precios del café, cuyo nivel pasó de cerca de 1.50 dólares por libra en mayo de 1989 a menos de 70 centavos, cuatro meses más tarde. Años atras, un hecho semejante habría dejado inválida a la economía, pero ahora Colombia es mucho más que café y petróleo.

Lo sucedido tiene que ver con el éxito de las llamadas exportaciones no tradicionales que este año deben alcanzar la suma de 2.400 millones de dólares, casi dos veces lo que se planea vender en café en 1990 y el doble de lo que se vendía hace cuatro años. Desde las ya conocidas flores hasta los textiles, pasando por los cueros, los libros o los mariscos, han hecho que el mercado externo empiece a revelarse como una panacea para un país que durante muchos años no hizo sino mirar hacia adentro.

Dentro de la misma cadena de aciertos se encuentra el manejo fiscal. La ortodoxia económica que volvió a ser la marca de fábrica en el Ministerio de Hacienda fue clave para mantener en orden las finanzas del gobierno. A pesar de un creciente servicio de la deuda y de presiones para aumentar los gastos de inversión, se logró mantener el déficit de las finanzas públicas en niveles considerados como manejables.

A lo anterior se suma la llamativa modernización de la administración tributaria. En un país donde al fin de cuentas la gente no paga impuestos, el Estado se las ingenió para crear los mecanismos que hoy en día facilitan el recaudo y al mismo tiempo dificultan la evasión. Los procedimientos se simplificaron y gracias a los avances en computación la relación con el contribuyente se hizo mucho más directa.

El ambiente más o menos favorable de la economía le permitió al sector privado reverdecer sus laureles. A lo largo del cuatrienio fueron continuas las buenas noticias en materia de utilidades, de fortalecimiento patrimonial y de aumento de activos. La utilización de la capacidad instalada de la industria llegó a un punto récord y la productividad mejoró ligeramente. Quizas por eso, a través de los últimos años fue constante esa frase segun la cual el pais iba mal, pero la economía iba bien.

LO MALO...
Todos esos logros son destacables y llamativos y, sin embargo, al cierre de la administración Barco las criticas sobre el manejo económico se acumulan.
A este gobierno le faltaron metas contundentes. El crecimiento habría podido ser mayor y la inflacion mas baja, sostiene Carlos Caballero, presidente de la Asociación Bancaria. El balance que queda es mediocre. Apenas para un tres pelado", agrega el ex ministro Guillermo Perry.

El gran lunar para la mayorIa de los especialistas fue el manejo inflacionario. Después de que en la administración Betancur los aumentos de precios fueran relativamente moderados, en el gobierno Barco se tuvieron los dos años con mayor inflación de la década.
Eso -que es de por sí bastante malo fue complementado por una politica de choque que, para los conocedores, agravó aun más la salud del paciente.
La respuesta del gobierno a la subida en los precios fue aplicar los frenos en materia monetaria. Como consecuencia, la demanda interna sufrió y las tasas de interés se dispararon. Virgilio Barco, quien hace cuatro años había escrito que una de sus politicas basicas era reducir significativamente la tasa de interés", entrega su gobierno con el dinero mas costoso de la decada.
Esa política habría podido ser justificable si la inflación hubiera cedido.
Pero la verdad es que en esta materia el gobierno se quedó con el pecado y sin el genero. No sólo la escalada alcista fue notoria, sino que además el sector productivo se resintió como consecuencia de las medidas contraccionistas. El enfasis del ministro de Hacienda en controlar los precios a través del manejo monetario recibió fuertes críticas por parte de entidades especializadas como Fedesarrollo. "Una cosa es la ortodoxia y otra la falta de imaginacion", anotó un especialista en el tema.

Para colmo de males todo indica que en materia inflacionaria el propio gobierno se encargó de ponerse la zancadilla. En repetidas ocasiones a lo largo de la pasada administración, los mayores aumen tos de precios los tuvieron productos como las drogas que, tradicionalmente habían estado bajo la vigilancia oficial del Ministerio de Desarrollo. En otras oportunidades la culpa fue de los alimentos, cuyos precios se comportaror como un yoyo.

Y es que la política agropecuaria fue una de esas en la cual, segun Carlos Caballero, faltaron objetivos claros. El cuatrienio se caracterizó por los bandazos, haciendo mas difícil una actividad que es de por sícomplicada por los problemas de violencia en el campo. El plan de oferta selectiva de productos basicos rindió resultados -la agricultura fue el sector estrella de la economía en 1989 pero a la postre resultó demasiado costoso y todo indica que no huba el dinero para mantenerlo. Por esa razón, los alimentos que durante algunos meses pasaron a segundo plano en materia de inflación, están hoy nuevamente liderando el lote.
El sector agrario no fue el único que experimentó en carne propia la política de bandazos. También en el area petrolera -una de las piedras angulares de la economía se decidió romper una tradición de años en materia de reglas del juego. A mediados del año pasado el gobierno decidió cambiar algunos artículos de los contratos de asociación, pero buena parte de esas variaciones tuvieron que ser reversadas después de que se vio que la compañías extranjeras no estaban dispuestas a hacer nuevas exploraciones bajo esas condiciones. Al cierre del cuatrienio se llegó a una situación en la cual el numero de pozos perforados esta muy por debajo de su objetivo y las perspectivas son oscuras. Por primera vez en 15 años las reservas de petróleo disminuyeron y el horizonte del fin del autoabastecimiento aparece mas cercano.

Las críticas no se detienen ahí. A pesar de que esta comprobado que uno de los grandes,cuellos de botella para el desarrollo es el sector financiero, lo hecho en esta área no fue mucho. Las entidades de crédito se beneficiaron de la recuperación de la economía y de las medidas de apoyo tomadas por la administración Betancur, para registrar utilidades impresionantes. Aparte de nuevas exigencias en materia de capitalización, el gobierno. Barco no se le midió de lleno a lo que los expertos consideran los temas de mayor urgencia: reforma financiera y privatización. Sólo a última hora se sacó al mercado uno de los bancos oficializados en años anteriores, pero a la hora de ver los compradores no quedó ninguno.

Pero si por el lado financiero llueve, por el de la construcción no escampa, ya que otro de los grandes lunares de La administración saliente fue la politico de vivienda. Después del énfasis que se le habia dado al sector al comienzo de la década, al final de la misma éste resultó ser el gran olvidado. Buena parte de este fracaso tuvo que ver con la reforma urbana que paralizó los créditos para la vivienda popular. Aunque para algunos eso podria ser responsabilidad del Congreso, lo cierto es que el gobierno manejó mal el transito de la ley por las cámaras y después no tomó con suficiente prontitud cartas en el asunto. A eso se le agrega la postración financiera del Instituto de Crédito Territorial, sumido en la peor crisis de su historia Ambas circunstancias condujeron a que el déficit de vivienda en las clases populares adquiriera de nuevo dimensiones inmanejables
Los tropiezos en esa área vinieron a confirmar el que para la mayoría de los analistas fue uno de los grandes fracasos de la administración Barco. Al comienzo del gobierno el país asistió al lanzamiento, con bombos y platillos, del plan de erradicación de la pobreza absoluta, basado en un incremento importante del gasto social. No obstante, con el correr de los meses la iniciativa fue pasando a segundo plano. Sin desconocer los alcances del Plan Nacional de Rehabilitacion y de los Hogares Comunitarios de Bienestar, lo cierto es que las ambiciosas metas que se proponia el gobierno en esta materia no se lograron. Peor todavia, la participación del gasto social dentro del presupuesto nacional se redujo considerablemente.
Según la revista Coyuntura Social, de Fedesarrollo, dicho gasto pasó del 9.4 por ciento del producto interno en 1984 a 17.6 por ciento en 1989.

LA BUENA HERENCIA
El balance anterior no impide que al hacer el corte de cuentas del gobierno Barco queden varios puntos importantes. El primero de ellos es la reforma tributaria de 1986, obra y gracia del presidente César Gaviria cuando fue ministro de Hacienda.
Aunque ya sus efectos han sido asimilados, la Ley 75 resultó ser el primer paso dentro de un conjunto de normas que deben modernizar la economía nacional y prepararla para los retos de la última decada del siglo.
La reforma tributaria introdujo elementos tan avanzados que hicieron palidecer a reformas similares adelantadas en países como Estados Unidos o Inglaterra. El desmonte de la doble tributación y la unificación de las tasas de impuesto de renta son sólo dos de los apartes mas destacables de una ley que puso las bases para una mejora sustancial de la administración de impuestos.

También hubo avances notorios en materia de privatización. Aunque en términos generales la palabra es todavía tabú, es indudable que la administración Barco abrió el camino en este sentido. Los casos más destacables fueron los de Sofasa y Papelcol, en los cuales actuaron el IFI y el ministerio de Desarrollo. Aparte de estas dos empresas, hay por lo menos otras 22 en lista de espera y, tal como estan las cosas, se confía en que el número aumente.

Lo mas importante de todo es, sin embargo, el llamado Programa de Internacionalización de la Economía, lanzado a finales de febrero pasado.
Aunque tímido todavía, el programa de apertura es el primer intento, en mas de 20 años, de cambiar el modelo de desarrollo económico, basado en la sustitución de importaciones y la protección a la producción nacional. Si todo sale como esta previsto, la tasa de crecimiento promedio de la economía superaría la marca del 5% anual a lo largo de esta década. La apertura va a ser uno de los caballos de batalla del nuevo gobierno, cuyos asesores participaron activamente en el diseño de la estrategia. Para bien o para mal, el país se la va a jugar toda a su sector externo con el convencimiento de que a la larga los productos colombianos podrán competir en pie de igualdad con los extranjeros. Incluso se ha llegado a plantear el establecimiento de un pacto de libre comercio con Estados Unidos para un futuro relativamente cercano.

Bajo las expectativas creadas por la apertura se cierra el capítulo económico de la administración Barco. Sin desconocer las dificultades propias creadas por la situación de inseguridad y las limitaciones internacionales, el país consiguió avanzar otro poco. Como siempre sucede en estos casos, hubo aciertos destacables y errores importantes. Sólo falta esperar ahora que para los próximos cuatro años el número de los primeros supere ampliarnente la cantidad de los segundos. Porque en lo que concierne a la administración Barco hay que recordar lo dicho por Carlos Caballero: este gobierno no se rajó en materia economica, pero pudo haber sacado una nota mucho mejor".