Especiales Semana

El año del dragón

La competencia de China se constituye en la mayor amenaza para los empresarios colombianos, no sólo en el mercado interno sino en el de Estados Unidos.

25 de abril de 2004

La noticia pasó inadvertida para la mayoría de colombianos, a excepción de aquellos empresarios que la sintieron en su bolsillo. El año pasado Colombia importó 689 millones de dólares en mercancías de la China, cifra que duplicó los 354 millones que le compraba dos años atrás, y que de un momento a otro convirtió al país asiático en el quinto proveedor más importante para Colombia. La llegada, a precios bajos, de toda clase de productos procedentes de la China representa una fuerte competencia para los empresarios nacionales, grandes y pequeños. Esto ha despertado una creciente preocupación pues, a juicio de muchos, son pocas las esperanzas de competir con un país donde el salario, incluidos impuestos y contribuciones, es de 27 centavos de dólar por hora. Esto es menos de la mitad del mínimo colombiano.

Pero el problema no se limita al mercado interno de Colombia. Los exportadores colombianos de confecciones también han empezado a sentir la dura competencia de los chinos en el mercado estadounidense. Y la sentirán mucho más a partir del año entrante, cuando entrará en vigencia un acuerdo de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que permitirá la entrada, libre de cuotas, de confecciones de países en desarrollo como China a países desarrollados como Estados Unidos. En ese momento, predicen los conocedores de la industria, se dispararán las exportaciones de prendas de vestir del país asiático hacia Estados Unidos, desplazando a los proveedores centroamericanos y andinos.

En todo el mundo se habla cada vez más de la "amenaza china". La percepción de algunos es que este país, que tiene una moneda artificialmente devaluada y una reserva aparentemente inagotable de mano de obra barata, es supercompetitivo en todos los sectores y terminará arrasando a sus rivales en el mundo entero. Sin embargo, predicciones de este estilo pueden ser un tanto exageradas, si se tienen en cuenta algunos antecedentes. Hace 20 años se decía lo mismo de Japón, y después de Corea, y con el paso del tiempo quedó claro que el final de la historia no fue tan catastrófico.

Pero esto no quiere decir que la competencia china no vaya a afectar a muchos empresarios, en muchos países. En los últimos años su efecto se ha sentido con particular fuerza en Estados Unidos, y de ahí que la "amenaza china" haya adquirido un lugar prominente en su debate electoral. El pasado 18 de marzo Robert Zoellick, el representante comercial de Estados Unidos, demandó al gobierno de China ante la OMC porque aplica un IVA más alto a los semiconductores importados frente a los fabricados localmente. El país asiático recién ingresó a la OMC en 2001, y esta es la primera vez que alguien lo demanda. Ya antes el gobierno estadounidense había impuesto unas salvaguardias para frenar las importaciones de confecciones chinas. Estas podrían ser apenas las primeras medidas que tome el gobierno estadounidense para mantener a raya la competencia china.

Los desplazados

La preocupación de los estadounidenses se debe en el fondo al desequilibrio comercial que tienen con el país asiático. El año pasado China exportó al mundo 438.000 millones de dólares e importó 413.000 millones. Tuvo por lo tanto una balanza comercial con leve superávit. Sus principales socios comerciales fueron Estados Unidos, Hong Kong, Japón y Corea del Sur. Con sus vecinos asiáticos, China tuvo una relación deficitaria (les compró más de lo que les vendió). En cambio, con Estados Unidos tuvo un superávit comercial de 130.000 millones de dólares. De ahí las medidas proteccionistas que el gobierno estadounidense ha adoptado frente a China, y la presión diplomática que ha ejercido (en vano) para que el banco central del país asiático abandone su política de mantener su moneda artificialmente devaluada.

Pero donde se ha sentido con más fuerza la irrupción de importaciones chinas no es en Estados Unidos sino en México. Entre 1997 y 2000 este país se había beneficiado mucho del Nafta, que había traído un auge de inversión extranjera, particularmente en la maquila de productos de exportación. Pero el número de plantas en operación se ha reducido en 25 por ciento en los últimos tres años, pues se han trasladado principalmente a la China, según un informe del banco Credit Suisse First Boston. Así mismo, el número de empleos en maquilas en México estaba, en diciembre de 2003, 20 por ciento por debajo de lo que llegó a estar tres años antes.

De acuerdo con un informe reciente de la Cepal, "extraoficialmente se calcula en México que el 85 por ciento de los fabricantes de zapatos en el país se han trasladado a China. Algo de similares proporciones ha ocurrido con los textiles y las ensambladoras tecnológicas. En particular, grandes corporaciones como Sony, NEC, Vtech, On Semiconductor y la fábrica de películas para rayos X de Kodak han trasladado sus fábricas. Tan sólo IBM y Microsoft se llevaron a Asia proyectos por un valor cercano a 1.000 millones de dólares". De otro lado, de los 20 principales rubros exportados por México a Estados Unidos, 12 están amenazados por la competencia china, según un informe de Merril Lynch citado por la Cepal.

El año pasado fue el primero, desde 1996, en que los productos mexicanos perdieron participación de mercado en Estados Unidos. Así, en 2003 China desplazó a México como el segundo proveedor de importaciones del país del norte, después de Canadá. Casi nadie lo advirtió, ya que los altos precios del petróleo ayudaron a ocultar el mal desempeño que tuvieron las exportaciones mexicanas a Estados Unidos.

Con 1.300 millones de habitantes, 800 de los cuales permanecen en el campo, y con 150 millones de campesinos que han emigrado recientemente a las ciudades, no cabe duda de que el recurso más abundante que tiene China es la mano de obra. Por eso ha mostrado ser muy competitiva en manufacturas intensivas en trabajo. Por ejemplo, en industrias como la confección, el calzado, los juguetes y el ensamble de aparatos electrónicos.

El caso de las confecciones es el que más llama la atención, pues se trata de un sector en el que Colombia y otros países andinos y centroamericanos han cifrado muchas esperanzas, ante la perspectiva de entrar al mercado de Estados Unidos en condiciones preferenciales gracias al Atpdea y los tratados de libre comercio que vienen en camino. En este punto hay que recordar que a partir de 2005, en virtud de un acuerdo de la OMC, Estados Unidos eliminará sus cuotas de importación. Aunque los colombianos entrarán a ese mercado con cero arancel y los chinos sí lo pagarán, la ventaja en costos es tan grande que los asiáticos podrán ser competitivos de todas maneras.

El citado estudio de Cepal muestra al respecto unas cifras reveladoras. En la industria del vestuario, el costo laboral es 12 veces más alto en Costa Rica que en China, 3 veces más alto en Guatemala y 3,5 veces en México (desafortunadamente no hay datos para Colombia). Algunos estudios indican que después de la eliminación de las cuotas, China desplazará otros proveedores (entre ellos los latinoamericanos), que en su conjunto perderán cuatro puntos de participación en el mercado estadounidense. De otro lado, la conclusión principal de un estudio reciente de la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos es que "se espera que China se convierta en el proveedor preferido para la mayoría de los importadores estadounidenses, por su habilidad para hacer casi cualquier tipo de textil o producto confeccionado, a cualquier nivel de calidad, a un precio competitivo".

Es importante señalar que esto no significará el fin de la industria de la confección en América Latina. Esta seguirá teniendo una ventaja muy grande por su cercanía geográfica y la capacidad de atender los pedidos en menor tiempo. De hecho el mismo estudio de la Comisión señala que América Latina, y Colombia en particular, seguirá teniendo una presencia importante en ciertos nichos. Pero la competencia, aun con la ventaja de un eventual TLC, no va a ser nada fácil.

La otra cara

La "amenaza china" no se limita al campo comercial, pues este país también compite con otras naciones en desarrollo por atraer inversión extranjera. Y, a juzgar por los datos, se la chupa casi toda. El año pasado entraron a China 53.000 millones de dólares de inversión extranjera directa, con lo que se convirtió en el primer receptor de estos capitales entre los países emergentes.

Gracias a esto, la nación asiática ha logrado prolongar su excelente desempeño económico. China completa ya 25 años con un crecimiento del PIB de 9 por ciento anual en promedio, lo que la convirtió de un momento a otro en la sexta economía más grande del mundo. El año pasado el crecimiento económico se acercó a sus promedios históricos, y estuvo jalonado por un auge, sin precedentes en el mundo, de la inversión. Esta fue equivalente a 47 por ciento del PIB. Para tener una idea de lo que esto significa, basta recordar que la cifra más alta que ha logrado Colombia en su historia se acerca al 25 por ciento.

El pico económico de China ha traído efectos inesperados, como por ejemplo el aumento en los precios internacionales de productos como el acero, el carbón y el mismo petróleo. El año pasado sus importaciones de crudo crecieron 30 por ciento, lo que lo convirtió en el segundo comprador de petróleo en los mercados internacionales después de Estados Unidos. China, de otro lado, da cuenta de la mitad del cemento que se consume en el mundo, el 30 por ciento del carbón y el 36 por ciento del acero. De ahí que la expansión del gigante asiático haya presionado al alza los precios de estos y otros productos que importa de otros países.

Este punto pone de relieve la otra cara de la moneda del crecimiento chino: así como ha incrementado sus exportaciones de manera espectacular, ha aumentado en forma proporcional sus importaciones de materias primas. Y en la medida en que ha crecido tanto, se ha convertido en un atractivo mercado de exportación para otros países, y en un inversionista de importancia en la escena internacional. Por eso, así como el auge del Japón en los años 80 no fue tan catastrófico para la economía mundial, el crecimiento de China tampoco lo será. Será muy duro para sus competidores, pero también muy bueno para sus proveedores.

La China les compra principalmente a otros países asiáticos. América Latina aporta apenas el 2,7 por ciento de las importaciones chinas. Brasil, Chile y Argentina son los que mejor han sabido aprovechar la oportunidad que representa el país asiático, que les ha comprado sobre todo soja, hierro y cobre. Colombia por su parte vendió 80 millones de dólares a la China el año pasado, cifra que resulta insignificante en comparación con países similares. Lo que más vendió Colombia fueron productos de metal y cueros. Pero el potencial de estos y otros sectores es enorme, y está sin aprovechar. Proexport ya ha elaborado una lista de productos con potencial en el mercado chino.

El aterrizaje

A pesar de lo sobresaliente que ha sido el pasado de China en materia económica, hay muchas dudas sobre su desempeño futuro. Los economistas ya hablan de recalentamiento y señalan que la inversión excesiva desembocará inevitablemente en una destorcida. Los puertos chinos están muy congestionados, pues no dan abasto con la cantidad de materias primas que entran. En algunas ciudades no hay electricidad ni siquiera para prender los semáforos, ya que el crecimiento en la demanda de energía trajo racionamientos.

Además están los problemas sociales asociados con la creciente desigualdad. Mientras que la ciudad de Shangai, que está entre las más desarrolladas, tiene un ingreso per cápita de 5.000 dólares año, el promedio nacional apenas se acerca a los 1.000 dólares. Hay una gran desigualdad entre las prósperas provincias de la costa y las del interior, y dentro de las ciudades ha crecido la distancia entre ricos y pobres. Todo esto tiene lugar en una economía muy estatizada, en la que los empresarios se quejan de la excesiva intromisión del gobierno y su falta de transparencia. A esto habría que sumar las dudas sobre la capacidad del país para manejar los conflictos sociales latentes con un sistema político cerrado, con un partido único.

Pero sea cual fuere el desenlace de esta encrucijada, China llegó para quedarse, y en adelante será un actor de primera línea en el escenario económico mundial. Los empresarios deberán poner mucha atención a lo que ocurra allá, bien sea para defenderse de la competencia o para aprovechar las oportunidades que ofrezca.