Especiales Semana

EL BOOM PETROLERO

En menos de dos décadas Colombia pasó de depender casi exclusivamente del café a tener una estructura más diversificada gracias al petróleo.

23 de junio de 1997

En noviembre de 1905, cuando el gobierno colombiano entregó la primera concesión para la explotación petrolera en las inmediaciones de Barrancabermeja, pocos apostaban que la industria del llamado oro negro llegaría a ser tan importante para el país. Y es que, si bien Colombia está bastante lejos de ser una potencia petrolera a nivel mundial, la creciente participación del hidrocarburo en las exportaciones nacionales, así como su efecto en los recaudos fiscales y los ingresos de los entes territoriales, han marcado un viraje en la economía que nadie vislumbraba 15 años atrás. En menos de dos décadas Colombia pasó de tener una economía esencialmente cafetera a contar con una estructura productiva más diversificada en la que las discusiones sobre la política petrolera son cada vez más importantes para el resto del aparato productivo nacional.Buena parte de esa transformación se ha dado en los últimos 15 años. De hecho, alrededor de 60 por ciento del total de reservas descubiertas en el país corresponde a hallazgos realizados en ese período. Y si bien la expansión del sector petrolero ha sido un proceso continuo hay dos acontecimientos que constituyen punto de quiebre en la economía de los hidrocarburos: los hallazgos de Caño Limón en 1984, y los de Cusiana y Cupiagua en 1992. El potencial de esos yacimientos asciende a cerca de la mitad de los 4.200 millones de barriles de reservas encontradas en los últimos 15 años en Colombia. De esta manera la producción de petróleo se disparó a mediados de la década pasada, al pasar de alrededor de 150.000 barriles diarios en 1984 a casi 400.000 en 1990. Como si eso fuera poco, en 1995 se alcanzó una producción sin precedentes de 584.000 barriles diarios gracias al inicio de la explotación de los campos de Cusiana y Cupiagua. Aunque nadie duda que el auge del sector petrolero representa grandes beneficios para el país, lo cierto es que los riesgos que encarna para la economía no son pocos. Muchos analistas han señalado que la posibilidad de que la enfermedad holandesa ataque al aparato productivo nacional es inminente. Ese exótico término hace referencia a la posibilidad de que la abundancia de divisas generada por las mayores exportaciones petroleras termine induciendo una profunda revaluación del peso que perjudique al resto de los sectores productivos del país, especialmente a los dedicados a la exportación. Este proceso sólo se puede revertir mediante la generación de un superávit fiscal, que infortunadamente el gobierno colombiano está lejos de lograr.Pero los retos de la actual coyuntura petrolera no paran allí. El reciente auge petrolero obedece a un incremento de la producción pero no de reservas. De esta manera, mientras la producción ha alcanzado su nivel más alto de la historia, la relación entre reservas y producción es cada vez más baja. Esto significa que el país debe incrementar urgentemente la actividad exploratoria si quiere mantener el auge petrolero. Y si se tiene en cuenta que las condiciones que el país ofrece hoy a las empresas extranjeras están entre las menos atractivas del mundo, quizás para lograrlo el gobierno deba revisar a fondo la política del sector.