Especiales Semana

EL CANDIDATO DEL TARJETON

Todo indica que Alvaro Gómez se lanza de candidato y nadie sabe muy bien ni por qué, ni para qué.

9 de abril de 1990


Hasta esta semana la única posibilidad de triunfo del Partido Conservador era una división del Partido Liberal que le permitiera a Rodrigo Lloreda meter el gol. Ahora, de confirmarse los rumores que están circulando, está a punto de suceder lo insólito: el partido mayoritario se lanza con un solo candidato y el minoritario se presenta con dos, Rodrigo Lloreda y Alvaro Gómez Hurtado.
"Después del 11 de marzo hablamos", decía un aviso publicado en El Tiempo el viernes pasado. Para los entendidos se trataba, ni más ni menos, que del lanzamiento de la candidatura de Gómez Hurtado después de la consulta popular. Mucho se había especulado sobre este punto, pero sonaba tan inverosímil que pocos creyeron que se llegara a concretar.
Pero, ¿qué fue exactamente lo que sucedió y por qué lo hizo Gómez Hurtado? Durante semanas, Gómez Hurtado se la pasó hablando de un Movimiento Nacional para un "acuerdo sobre lo fundamental". Esto consistía en un movimiento suprapartidista que apoyara a un liberal o a un conservador con el fin de captar a una opinión suelta, inconforme con las maquinarias de los partidos tradicionales. Como Gómez siempre piensa en grande y habla en abstracto, nadie entendió muy bien de qué se trataba, pero el hecho es que tocó a varias puertas o para buscar apoyo para su causa o para ofrecer la candidatura como sucedió en los casos de Carlos Lleras y de Alfonso Palacio Rudas. Ninguno de estos le aceptó y fuera de apoyar los principios universales, nadie de importancia le jaló en serio al asunto. De ahí que como no consiguió a quién respaldar, no tuvo más alternativa que respaldarse a sí mismo.
Aunque Gómez Hurtado siempre ha sido un hombre impredecible, ni siquiera algunos de sus más allegados están totalmente de acuerdo con esta jugada. Un hombre que dos veces ha sido derrotado estruendosamente cuando contaba con la totalidad del apoyo de su partido, ¿qué interés puede tener en lanzarse a una aventura sin maquinaria en la cual no sólo se enfrenta a su partido opositor, sino a su propio partido? Según los entendidos, Gómez fundamenta su estrategia en dos aspectos. El primero es de supervivencia política. El segundo es de mecánica. El de supervivencia política consiste en que Gómez está llegando al final de su vida pública sin haber llegado a la Presidencia y con una pérdida gradual de influencia. Su condición de jefe natural, de ideólogo de derecha, de consultor del partido se ha ido menguando en la medida en que ha acumulado derrotas y que el pastranismo se adueñó del grueso del partido. En esta situación, Gómez parece creer que él personalmente nada tiene que perder por una división en la cual, si bien le va, mide fuerzas con su eterno rival Pastrana y, si mal le va, le quedan votos para pedir gobierno.
El segundo aspecto de su estrategia es estrictamente procedimental. En las próximas elecciones presidenciales se estrena una nueva modalidad de votación, llamada el tarjetón. Este consiste en que al llegar los electores a las urnas, en vez de poner la papeleta con el nombre de sus preferencias, como sucedía en el pasado, les dan una papeleta grande donde están registrados los nombres y las fotos de los candidatos a la Presidencia, para que el votante simplemente marque una cruz al lado del que prefiera. Esto en la práctica representará una revolución de las costumbres políticas en Colombia, porque le permitirá a los candidatos tener contacto con el elector sin necesariamente tener una maquinaria propia. Gómez se está jugando la carta de que 40 años de vida pública con docenas de campañas, le tienen que haber dado un perfil más sólido que el de Gaviria y Lloreda que, mal que bien en términos electorales a nivel nacional, son nuevos en el ruedo. Confía en que los campesinos de Abrego y La Uvita, por ejemplo, una vez que estén frente a las tres fotos, se van con la más conocida .
En términos mecánicos, la premisa es lógica pero es muy poco probable que suceda así. Para comenzar, todas las encuestas demuestran que la opinión pública parece inclinarse categóricamente por las caras nuevas frente a las caras viejas. El 50% de los alcaldes elegidos popularmente tiene menos de 40 años. Ni siquiera personas del prestigio de Carlos Lleras, Julio César Turbay y Alfonso López derrotan en encuestas a Lloreda o a Gaviria. Como si esto fuera poco, aunque el tarjetón simplifique los requisitos de una campaña presidencial, estos siguen siendo muy grandes. Los jefes políticos después de lograr su curul esta semana, poco interés, pocos recursos y poca energía tendrán para adelantar la campaña presidencial. Y si eso es así para los candidatos con opción, cómo será para una candidatura kamikase que pocos entienden y muchos no desean. Como el suicidio tiende a ser una determinación individual y no colectiva, es difícil encontrar cuáles serán los jefes políticos que van a arriesgar sus curules en nombre del reencauche de su jefe. Alvaristas de toda la vida como Hugo Escobar, Roberto Gerlein, Carlos Holguín y Feisal Mustafá han adherido a la candidatura de Lloreda y salvarán sus curules con la ayuda de votos pastranistas.
La actitud de Gómez en el fondo es muy difícil de entender, porque si bien a él puede no hacerle ningún daño, le hace un daño enorme al Partido Conservador. Lloreda ha venido adelantando una campaña muy decorosa que, aunque con pocas posibilidades de triunfo, se está perfilando como seria, renovadora, competente y en crecimiento. Su misión no era tanto la de llegar al poder en el 90, como la de evitar el colapso del Partido Conservador. Un partido político puede perder unas elecciones, pero si lo hace a través de una opción respetada y renovadora, lo que hace es posicionarse para el futuro como alternativa de poder. Si la derrota es desintegración, las cosas son a otro precio y en democracias tan endebles como las de estas latitudes, el unipartidismo es una tentación en la cual es fácil caer y tan peligroso como cualquier dictadura. Como ejemplo concreto, no es sino tener en cuenta que, cuando un partido en Colombia tiene menos de la tercera parte de las fuerzas parlamentarias, pierde su poder como factor decisivo en las leyes que requieren el 66% para su aprobación, incluyendo la modificación de las leyes electorales. Por lo tanto, para el Partido Conservador la cifra del 33% de las curules es de vida o muerte. Todo indica que todavía las tiene, pero no por mucho, y el palo no está para hacer cucharas.
Si Gómez se lanza, como es lo más seguro, es probable que le salga el tiro por la culata. En Colombia, los jefes naturales llegan a tener un enorme prestigio cuando están desvinculados del tejemaneje de la maquinaria electoral. Es el caso de Alberto Lleras hasta el día de su muerte y de Carlos Lleras en la actualidad que, alejados de la política a nivel terrenal, tienen más influencia desde el Olimpo. Alvaro Gómez, quien se estaba acercando al Olimpo tras una vida de servicio público y el reconocimiento de un estatus equivalente al de un ex presiden te, inexplicablemente se va a dejar contar, y una cifra inferior a un millón de votos en lugar de colocarlo al lado de los otros jefes naturales como Betancur, lo convierte en el Santofimio del Partido Conservador.