Especiales Semana

EL HOMBRE ORQUESTA

12 de enero de 1998

Que el ex embajador de Estados Unidos en Colombia pueda ser considerado personaje del año es obvio: no pasó un solo mes del año 97 en el que no desatara una fuerte polémica, no encendiera los ánimos del gobierno, no diera una chiva periodística o no pusiera a alguien a dar delicadas explicaciones. Su última afirmación, hecha a SEMANA, sobre la vinculación de la Brigada XX del Ejército con la violación de los derechos humanos, y de paso (para un buen entendedor) con la autoría del crimen de Alvaro Gómez Hurtado, coincidió con su adiós al país. Sin duda calculó bien las cosas para que la controversia, que primero enardeció a la cúpula del Ejército pero que finalmente produjo algunas destituciones significativas, lo cogiera lejos del país.Esta, sin embargo, fue apenas una de las travesuras de Frechette en Colombia. Inauguró 1997 con una alusión a las bufandas del narcotraficante Pastor Perafán, que ocasionó una tempestad cuyo desenlace fue la salida del recién nombrado Guillermo Alberto González del Ministerio de Defensa. Antes de finalizar enero ya había acusado al gobierno colombiano de intentar un diálogo con el narcotráfico bajo los auspicios de un sector del gobierno alemán. Y cuando todo el mundo pensaba que la opinión de Frechette sobre el gobierno Samper era la peor, el embajador se atrevió a proponer para Colombia una certificación condicionada, que fue derrotada por una nueva y rotunda descertificación. Y la tormenta continuó. A los pocos días, en una entrevista televisada, aseguró que los Rodríguez Orejuela le habían ofrecido pruebas contra el presidente Samper, lo que ocasionó que en el Congreso colombiano lo calificaran de 'hijo de perra', y que el ministro del Interior, Horacio Serpa, lo apodara 'gringo maluco'. A mediados del año Frechette pasó un trago amargo, increíblemente en su propio país, cuando congresistas norteamericanos lo acusaron de estar obstaculizando la ayuda antinarcóticos a Colombia. El embajador no solo no se amilanó sino que se atrevió a ofrecer la intermediación de su gobierno en el tema de la paz, y más allá todavía: llegó hasta a atreverse a condicionar la ayuda al Ejército colombiano a que éste "acepte las condiciones que le impone Estados Unidos". Indignado, el Ministro de Defensa colombiano le dijo que por nada del mundo entregaría la justicia colombiana al gobierno de Frechette. A finales del año Frechette volvió a desconcertar al país. En vísperas de su partida, cuando la revista Newsweek publicó que según un alto funcionario del gobierno norteamericano existían graves pruebas contra el candidato liberal, el embajador Myles René Frechette la desmintió, asegurando que no era cierto que Estados Unidos tuviera pruebas contra Serpa. Pero eso no fue lo más sorprendente. Se supo también que días antes de abandonar su cargo Frechette había invitado a desayunar a su archienemigo Horacio Serpa a su casa con su propia madre, doña Estrella Reyes de Frechette. Y todavía faltaba algo más insólito. Durante una despedida que le hizo la Policía, Frechette, el hombre que puso al presidente Samper a sudar petróleo, a los empresarios a sudar frío y a los periodistas a sudar de cansancio, lloró de tristeza por su inminente ida del país. Frechette regresó a Estados Unidos a mediados de noviembre, asegurando que en Washington "iba a ver qué le salía". Eso, en un embajador de sus quilates, equivale a no tener puesto a la vista.