Especiales Semana

¿El nuevo Stalingrado?

La guerra urbana por el control de Bagdad sugiere un escenario aterrador cuyas consecuencias militares y políticas son impredecibles.

7 de abril de 2003

Unos minutos despues de las 9 de la noche del jueves de la semana pasada Bagdad se quedó sin luz. A sólo 18 kilómetros de allí las tropas estadounidenses entraban con sus tanques en fila india al aeropuerto internacional Saddam. Con las primeras luces del viernes los soldados de la coalición tomaban un respiro y de paso le cambiaban el nombre al terminal aéreo con el simple 'aeropuerto de Bagdad'. Para la coalición, este avance era magnífico pues después de medio mes de combates ya estaban en las goteras de la capital. Para los iraquíes, en cambio, esta oportunidad era 'magnifica' pues los invasores pagarían con sus vidas su osadía de invasión pues también los tenían en la mira.

Lo cierto es que al cierre de esta edición la guerra había entrado a una fase decisiva. Esta toma fue un avance contundente para el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, quien había tenido que enfrentar duras críticas pocos días antes por las bajas civiles y la sensación de que subestimó a las fuerzas iraquíes. El aeropuerto no sólo era un sitio simbólico para el gobierno iraquí, sino que su toma impediría una posible huida del presidente Saddam Hussein o su círculo de poder.

En el ambiente se sentía la cuenta regresiva para la inevitable y temible batalla urbana por Bagdad. Fue entonces cuando el presidente Saddam Hussein apareció por primera vez entre civiles y militares en las calles de la capital para exhortar a todos los bagdadíes a que fueran por las armas que tuvieran a la mano y se defendieran contra los invasores.

En la madrugada del sábado (hora de Irak) las tropas de la coalición seguían en los límites del casco urbano esperando órdenes para ingresar a tomarse el poder central. La ciudad seguía sin luz y con cortes intermitentes del servicio telefónico y se temía que las fallas de los sistemas de alcantarillado y acueducto generaran en cualquier momento una emergencia sanitaria. Los corresponsales de guerra enviaron al mundo varios despachos con un hecho que refleja con claridad el drama del conflicto: los casos de varios abortos naturales por la angustia de las madres y por cesáreas adelantadas de mujeres que deseaban tener a sus bebés antes de morir.

Aunque no es claro cuánto durará el sitio a la capital antes de que entren masivamente las tropas ya algunas unidades de fuerzas especiales empezaron a cumplir misiones de prueba y reconocimiento dentro de la ciudad y es probable que esto siga ocurriendo por un tiempo. "Puede ser una cuestión de días pero sospecho que por ahora seguiremos usando fuerzas especiales para blancos muy específicos en lugar de comprometer una fuerza muy grande en la ciudad", dijo a SEMANA el analista militar del Cato Institute, Charles Peña. En todo caso, según él, la batalla urbana es inevitable. "No veo cómo se pueda evitar el combate urbano cuando el objetivo último de la guerra es el cambio de régimen: en vista de que Hussein no piensa rendirse hay que tomarse Bagdad", dijo.

Según dijo a SEMANA Harlan Ullman, el teórico de estrategia militar que asesoró al Pentágono en la elaboración del plan de batalla en Irak, el ejército aliado tiene cuatro opciones para tomarse la capital. "Una primera opción es bombardear en tormenta hasta acabar con la ciudad. Una segunda opción es montar un sitio y rodearlos y matarlos de hambre. No creo que ninguna de estas dos opciones sea viable en términos de pérdidas humanas. La tercera vía sería negociar algo, pero el secretario de Defensa Rumsfeld dejó de lado esta posibilidad. Y la cuarta opción, que la sugirió el general Myers en una rueda de prensa, es una estrategia en la cual entramos y tomamos partes de Irak y tal vez consolidamos un gobierno provisional. Así aislamos a Saddam y dejamos que huya por Bagdad hasta el momento en que lo cojamos y lo saquemos".

¿Como sera la lucha?

Esta última opción, la única viable según el estratega, significaría una dura batalla urbana por el control de la capital, donde una combinación de fuerzas especiales y ataques aéreos le darían soporte a la guerra en tierra. "En general la batalla por Bagdad va a consistir en una subversión de viejo cuño y operaciones sicológicas, combinadas con tecnología de punta y ataques de alta precisión, contra una combinación de la guardia especial de Hussein, los restos de la Guardia Republicana y los feyadines de Saddam y atacantes suicidas. Al final serán suprimidos", dijo a SEMANA Steve Yetiv, autor del libro Los Estados Unidos y el Golfo Pérsico.

Pero aunque se dé ese éxito militar de Estados Unidos la coalición enfrenta unos antecedentes históricos que no le son favorables: las guerras en las ciudades han roto todos los récords de número de inocentes muertos e imprevistos que terminan en verdaderas carnicerías. En la Segunda Guerra Mundial la toma de Stalingrado (actual San Petersburgo), en principio parecía un paso fácil en el rápido avance de las tropas alemanas en el frente oriental. Pero la catastrófica batalla duró seis meses, durante los cuales las tropas y la población civil rusas defendieron cada calle y cada casa con sus vidas, hasta que llegaron refuerzos. Y finalmente, cuando los alemanes y los rusos ya no tenían comida ni suministros y estaban a punto de morir deshidratados, los alemanes se rindieron; 147.000 alemanes murieron y 91.000 fueron hechos prisioneros. El ejército rojo también pagó un enorme precio por la victoria, con casi medio millón de muertos en batalla. Stalingrado cambió toda la balanza militar en el Este y significó el comienzo de la desmoralización de las fuerzas del eje.

Para no ir tan lejos en el tiempo, la batalla de Mogadiscio durante la incursión en Somalia en 1993 (que fue retratada en la película Black Hawk Down) mostró todo el horror de lo que significa cualquier error en una guerra urbana. En aquella ocasión 150 soldados estadounidenses quedaron atrapados en medio de las calles de una ciudad hostil. El incidente, considerado un rotundo fracaso para el ejército más poderoso del mundo, terminó con un saldo de 18 soldados muertos y el fin de la misión humanitaria en el país africano. Al igual que ocurre ahora con Hussein, el objetivo de aquella fallida operación era capturar a un solo hombre, Mohammed Farah Aidid, un poderoso señor de la guerra somalí. Aunque en aquel entonces se trataba de una sola unidad de infantería liviana, muy distinta al ejército que entraría hoy en Bagdad, y sin el mismo apoyo aéreo, las fuerzas de la coalición se enfrentarán a un escenario similar.

Algunos mandos militares de la coalición hablaron de la posibilidad de que las tropas iraquíes se estén refugiando en el centro de la ciudad, que piensen dejar entrar a los estadounidenses y utilicen emboscadas y otras tácticas de guerrilla. Esto concuerda con la falta de obstáculos que han impuesto hasta ahora al avance aliado. Así, Bob Smith, de la ABC, dijo que las fuerzas estadounidenses con las que se trasladaba hacia la capital "habían encontrado muy poca resistencia iraquí. Apenas unos pocos soldados a pie y algunos otros en pickups". Nadim Ladki, periodista de Reuters, incrustado en la unidad que se tomó el aeropuerto, tenía una impresión similar: "Esperamos artillería antiaérea y rockets, pero no hay nada. Hemos oído algunos estallidos, de artillería norteamericana, pero no vemos ninguna respuesta iraquí. Es muy raro". El mensaje de Hussein y los atentados suicidas de la semana pasada también hacen pensar que, en lugar de enfrentar frontalmente con toda la infantería, los militares iraquíes se van a quedar dando una guerra de guerrillas no convencional.

Por eso las fuerzas de la coalición se están preparando para un escenario de combates urbanos. "Si los iraquíes usan tácticas de emboscadas van a dejar los uniformes para mezclarse con la población y van a cubrirse con los civiles para engañar a las tropas invasoras en cuanto entren a la ciudad", explicó Peña.

Como en estas circunstancias las líneas entre los militares y los civiles se hacen borrosas y tampoco es claro qué porcentaje de la población sigue apoyando al régimen de Hussein o cuál va a ayudar a las tropas cuando entren, la probabilidad de errores militares que acaben en muertes de inocentes o de tropas amigas es bastante grande. Peña dice que durante las guerras urbanas el riesgo de bajas se dispara terriblemente para las fuerzas atacantes, especialmente por 'fuego amigo', porque las tropas no siempre saben dónde están todas las unidades y el personal. Y las bajas de civiles también aumentan porque las fuerzas que se defienden los usan a su favor. "Ponen los blancos militares entre la población y al bombardear desde el aire probablemente mueren inocentes", dijo.

En efecto, la imposibilidad de identificación del enemigo es el mayor problema del ambiente de guerra urbana. Pero además, cuando la guerra se traslada al interior de las ciudades, se enfrentan problemas como ataques potenciales de francotiradores por todos los flancos gracias a las edificaciones, visibilidad parcial e interferencia de las comunicaciones. El combate urbano obliga a luchar cada batalla cuadra por cuadra pues nunca se sabe qué hay detrás de la esquina. En la batalla por Bagdad es muy probable que parte del personal civil siga la orden de Hussein y tome armas contra las fuerzas enemigas. Será un escenario muy difícil para los atacantes, pues los edificios tapan la visibilidad, las calles se pueden convertir en trincheras y hay muchos pasadizos subterráneos donde los que se defienden se pueden esconder. Incluso las llamadas municiones "de precisión" pierden su utilidad en un ambiente urbano porque todo está tan cerca que pueden causar daño a infraestructuras o población civil.

Para varios analistas es probable que una batalla con estas características termine alargando una guerra que en principio se preveía como "relámpago". Incluso algunos observadores temen que cuando los estadounidenses declaren un gobierno provisional es posible que Saddam Hussein siga escondido y el panorama se dificultaría para Bush, quien no tendría la cabeza del hombre por el que tomó la decisión de ir a la guerra. Así, no tendría cómo justificar las pérdidas ante una oscilante opinión pública de su país que, aunque ahora lo apoya, podría volcarse en cualquier momento contra la guerra. Para completar, muchas de las tácticas necesarias para ganar la batalla en la ciudad serían muy impopulares. Por ejemplo, los cortes de electricidad y los bombardeos aéreos, son muy efectivos para lo que Ullman llama "chocar y atemorizar" al enemigo y para acelerar la rendición. Pero ningún líder de Estado que quiera mantener su electorado va a querer que llegue la noticia de que murió un bebé prematuro porque la incubadora no funcionaba. Quizá por ello el ejército de la coalición no se hizo responsable del apagón. Pero una vez que se sepa el número de víctimas inocentes y las tácticas necesarias para la victoria urbana salgan a la luz pública, es probable que Bush sufra una derrota política aunque haya arrasado militarmente a Irak.