Especiales Semana

EL PALO

Cómo hizo Antonio Navarro para duplicar la votación más alta que había tenido la izquierda en Colombia.

25 de junio de 1990

El fenómeno se veía venir. Desde cuando, contra todos los pronósticos y en una campaña relámpago, Carlos Pizarro llegó a los 80.000 votos en la contienda por la alcaldía de Bogotá, ya era posible vislumbrar que el futuro político del M-19 podía ir más allá de las expectativas. Lo que nadie podía imaginar, sin embargo, era que, después del asesinato de Pizarro, el M-19, en cabeza de la frágil y para muchos insulsa figura de Antonio Navarro, conseguiría una de las más grandes sorpresas de esta contienda, al acercarse a los 800 mil votos y convertirse en la tercera fuerza electoral del país, similar a la del candidato social conservador Rodrigo Lloreda.
Con una imagen más de profesor universitario que de líder político, dificultades serias de dicción ocasionadas por el atentado de que fue víctima en 1984 y sólo conocido dentro de los círculos cercanos al M-19, Navarro era casi completamente anónimo para el común de la gente. Con poca o ninguna experiencia en el manejo de las cámaras de televisión -únicos interlocutores directos en esta campaña- y un lenguaje que en nada semejaba el tono acostumbrado por los miembros del movimiento, Navarro logró conquistar en apenas 30 días a miles de electores, quienes venciendo el terror, salieron masivamente a votar, a favor de la consolidación del proceso de paz, que el M-19 personificaba en esta elección presidencial.
Talvez lo más significativo de la votación de Antonio Navarro es que el, en el fondo, no era un buen candidato. A pesar de su inteligencia y la ecuanimidad de sus planteamientos, era muy poco conocido, muy poco carismático, y no contó con suficiente tiempo ni figuración para "venderse" como persona. Intervenciones en plaza pública no tuvo y las de televisión, aunque adecuadas, no pueden explicar su votación. Esta sólo puede ser explicada, no por el candidato, sino por lo que este representa, y lo que representa comercialmente son tres cosas: en primer lugar, solidaridad con los muertos. Lo que más impulsó la votación del M-19 fue la memoria de Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo asesinados. La gente reaccionó, por una vez en forma no pasiva, a la campaña de exterminio contra la izquierda -campaña que ha cobrado más de mil muertos y que estaba simbolizada por los dos jóvenes líderes, aunque sus movimientos tuvieran características completamente diferentes.
El segundo factor, fue el apoyo al proceso de reincorporación de la guerrilla a la vida civil. Mucha gente que no simpatiza para nada ni con el M-19 ni con Navarro, votó por este porque vieron sinceridad en el intento de abandonar el monte. El mensaje era:"No estamos de acuerdo con lo que ustedes han hecho, pero preferimos enfrentarlos con ideas y no con balas". Muchos colombianos sintieron que una forma de acabar con el problema guerrillero era haciendo que no fuera un fracaso su bajada del monte. Y cerca de 800 mil votos, definitivamente no son un fracaso. Significan la deslegitimización de la guerrilla y la creencia de que es preciso abrir nuevos espacios políticos para canalizar las aspiraciones de miles de colombianos que no se identifican con los partidos tradicionales. La cifra alcanzada por Navarro duplica de sobra los 328 mil votos obtenidos por Jaime Pardo Leal en 1986, quien había logrado la votación más grande de la izquierda en Colombia. Las últimas cifras de las encuestas que se comentaban en privado, auguraban una ventaja del candidato del M-19 sobre Lloreda. Pero, en el fondo, pocos creían que esto fuera posible. Tradicionalmente, la izquierda no había logrado superar la barrera del 5% de los votos en las elecciones presidenciales.
Pero el tercer factor que contribuyó a la votación de Navarro es el más preocupante. Colombia se esta polarizando más y más ideológicamente. La lucha de clases se esta intensificando, y el resentimiento social es más grande que nunca. Contrariando las tendencias del mundo, todo esto se ha traducido en un ascenso real de la izquierda. El pueblo colombiano se acerca al año 2000 con los conflictos sociales, políticos e ideológicos que debieron haberse resuelto hace mucho tiempo. Pero aunque el fenómeno del auge de la izquierda está desfasado cronológicamente, representa una gran frustración ante la falta de cambios y un gran rechazo al estado de cosas