Especiales Semana

El patrimonio de la gente

En Colombia hay casos en los que las comunidades reconocen como su patrimonio cultural lo que se sale de los parámetros tradicionales.

20 de abril de 2013

Por Martín Andrade*

En el censo del Patrimonio Cultural Inmaterial de Bogotá, realizado en 2007, se encontró, por ejemplo, que los habitantes de Chapinero reconocen el entorno cultural de La Playa, el sector donde se reúnen los mariachis y otros músicos populares, como la manifestación más importante de su patrimonio cultural. En la localidad de Rafael Uribe Uribe, al sur de Bogotá, los habitantes definieron al Torneo Hexagonal de Fútbol del Olaya como su principal expresión. Y en Usme la comunidad optó por el hip-hop.

Al igual que ese género musical, una expresión foránea que hoy tiene una gran importancia cultural, los caleños reconocen la salsa como parte de su patrimonio y los paisas sienten lo mismo por el tango. A pesar de que no son manifestaciones nacidas en Colombia, ya hacen parte de la identidad de esas ciudades y son incluso una referencia obligada al hablar de ellas.

Hay también grupos que han intentado que no se destruyan construcciones particulares, pues las reconocen como parte del patrimonio cultural. El edificio del Aeropuerto Eldorado es quizás uno de los que mayor polémica ha causado, pero también están el de la Caja Agraria de Barranquilla y la antigua Fábrica de Loza de Bogotá, en el barrio Las Cruces. Ambos están, todavía, ad portas de ser destruidos para darle paso a proyectos de infraestructura.

Hay quienes han buscado que algunos bares o cafés sean reconocidos como patrimonio por parte del Estado –algo que ya pasó con La Cueva de Barranquilla– como el Café Pasaje en la capital o el Salón Málaga en Medellín. Hay, también en Bogotá, una guía de los árboles patrimoniales de la ciudad, a los cuales se les reconoce un papel importante dentro de la configuración de la identidad de la urbe. Hay grupos que han propuesto, incluso, que el grafiti sea considerado patrimonio cultural.

Así, el patrimonio cultural se ha consolidado como una herramienta para que las comunidades muestren y reivindiquen lo que son. Y también para que se sientan orgullosas de su identidad. 

*Investigador de la Fundación Erigaie y la Fundación Terra Firme, profesor de cátedra de la Maestría en Patrimonio Cultural y Territorio de la Pontificia Universidad Javeriana. 

Tejimos patrimonio

En Medellín las comunidades se reúnen para hablar sobre lo que consideran su patrimonio. 

Por Leonardo Cataño*

Durante tres tardes en el Parque Botero, el Parque de la Vida y la Plazuela de San Ignacio varias carpas imitaron una casa familiar con sala, comedor y cocina.  En esos espacios se realizaron tertulias temáticas, exhibiciones impresas y audiovisuales, talleres de artesanía y culinaria de vereda que hicieron de museo vivo para que la gente dialogara sobre lo que considera su patrimonio cultural. 

Todo esto se desarrolló en el marco del proyecto Por la Candelaria y su patrimonio, un convenio de asocio entre la Administración Municipal y las organizaciones comunitarias Pasolini en Medellín y Platohedro. Se dictaron talleres de cartografía social, lenguaje audiovisual, investigación en campo, distribución de contenidos y museografía. Y todo con el objetivo de enriquecer los intereses y fortalecer el trabajo de seis grupos de vigías del patrimonio en el Centro de la Ciudad. 

Los integrantes de los grupos se apasionan por la arquitectura religiosa, la flora monumental, la artesanía, la culinaria regional y los barrios tradicionales del centro de la ciudad. Ellos realizaron una lectura del territorio acorde a sus inspiraciones. Luego de siete semanas de creación acompañada por  profesionales, entregaron una muestra audiovisual de doce videos de seguimiento, la miniserie documental Tejimos patrimonio, una cartilla con la metodología aplicada en los talleres, una colección de dieciocho postales,  seis pendones con fotografías, siete blogs, 14 cuentas de redes sociales (Twitter y Facebook) y el montaje del museo vivo en los espacios públicos. 

Estos dispositivos en su conjunto interpretan los patrimonios como prácticas sociales y servirán de ejemplo para otros programas que asuman el patrimonio como campo de dinamización de los procesos sociales en las ciudades.

*Integrante de la Corporación Pasolini en Medellín.

Museo Comunitario de San Jacinto

La historia de un pueblo unido por su patrimonio.

Después de 18 años abandonado, el Museo Arqueológico de San Jacinto es hoy un ejemplo de apropiación social del patrimonio cultural. Fue creado en 1985 por un grupo de jóvenes integrantes del comité cívico del pueblo, quienes recolectaron entre los habitantes las piezas arqueológicas. Pero tuvo que cerrar sus puertas debido a la violencia que golpeó la región de los Montes de María en la década de los noventa.

Posteriormente, cuando regresaron varios personajes del pueblo, entre ellos Jorge Quiroz, quien se dedicó a recoger las piezas arqueológicas que la comunidad había resguardado, renació el proyecto del museo y fue reinaugurado en 2008 de la mano de la ONG española Restauradores sin Fronteras y Aesic. 

Desde entonces se han realizado 42 asambleas populares en el municipio para preguntarle a la gente por las tradiciones y expresiones culturales que considera su patrimonio. Las respuestas sirvieron para elaborar la nueva guía museológica y la cátedra de Historia Local, que recogen los elementos propios, valorables y que hacen parte del acervo patrimonial y el significado de ser sanjacintero. 

El museo también ha realizado visitas arqueológicas con 300 estudiantes que pertenecen a la “generación sin monte”, como se denomina a los niños y jóvenes que por cuenta de la violencia perdieron la relación con el área rural del municipio.