Especiales Semana

EL PODER Y LA GLORIA

8 de enero de 1990

GABRIEL GARCIA MARQUEZ
El poder y la gloria frente a más de 500 personas, acartonadas dentro de sus trajes de gala, y en medio de un puñado de genios de riguroso frac, Gabriel García Márquez, de tropical liquiliqui blanco, recibió emocionado el aplauso cerrado de una concurrencia presidida por los reyes de Suecia. Era el clímax de una vida dedicada sin tregua a la literatura y al periodismo. Era la consagración. Según él mismo, "lo más parecido a la muerte". Era la entrega formal del Nobel de Literatura de 1982. Entonces, como en una película, repasó su vida en pocos instantes: del Caribe a Estocolmo; de ser uno de los 16 hijos de un sencillo telegrafista de Aracataca, a ser uno de los grandes de la literatura universal. En ese momento borró de su memoria una frase lapidaria que había soltado en una de sus tantas entrevistas: "El Nobel se ha convertido en una enorme lagartería internacional". Y recordó lo que en 1971 le había confesado al periodista Juan Gossaín: "El sueño de mi vida era ser un novelista célebre, afamado en todo el mundo, con libros que se conocieran en los confines del universo, traducidos a todos los idiomas... ". Entró en la década con su sueño ya convertido en realidad: varios millones de ejemplares vendidos de sus novelas más importantes --El Coronel, Cien años, El otoño, Crónica...--y traducidos a más de 32 idiomas respaldaban su fama bien ganada a pulso, rodeada también por el aura que da codearse con personajes de renombre internacional.

Pero entonces, inevitablemente, todo el mundo se hizo una pregunta: ¿podía García Márquez, en adelante, sostener o aumentar su fama y su gloria? Costaba trabajo imaginar que pudiera superar sus propios éxitos. Pero así lo hizo y logró, con la publicación de "El amor en los tiempos del cólera" en 1985, convertirse en el best seller no sólo de los países de habla hispana, sino también en los Estados Unidos.

García Márquez, el hombre que empezó a escribir por casualidad, "quizás para demostrarle a un amigo que mi generación era capaz de producir escritores", no sólo había caído en la tentación de seguir haciéndolo por gusto, sino que había logrado la gloria, cumpliendo con lo que había dicho que era su deber como escritor: escribir bien.

Pero la gloria, como dice Plinio Mendoza en "El olor de la guayaba", no viene sola. Es otra forma de poder. Y esa otra forma de poder lo ha ido llevando, sin remedio, a conocer a personajes de fama internacional, con algunos de los cuales se hizo amigo: Fidel Castro, Francois Miterrand, Omar Torrijos, Carlos Andrés Pérez, Alfonso López Michelsen, Belisario Betancur, Felipe González, Olof Palme, Carlos Salinas de Gortari... Estas amistades que, según él, han sido más el resultado de afinidades personales que del poder y la gloria, le han hecho jugar algunas veces papeles políticamente importantes. Tanto que se ha convertido en una especie de embajador volante de buenos oficios, especialmente para Colombia y Centroamérica. "En América Latina es imposible sustraerse a la política", dijo en alguna oportunidad.

En el Liceo de Zipaquirá, que estaba lleno de profesores marxistas, aprendió materialismo histórico en los recreos, leyó libros de Lenin y oyó hablar por primera vez de la lucha de clases. Y aunque no ha sido militante propiamente dicho del Partido Comunista, esas ideas izquierdosas que germinaron en su adolescencia lo llevaron a decir, muchos años después: "Yo creo en la revolución cubana todos los días". Y a afirmar con convicción que "el mundo, tarde o temprano, será socialista". Con los cambios que hoy se viven en ese mundo y la renuencia de Castro a abrirle las puertas a los vientos de la perestroika y el glasnost, Garcia Márquez parece estar ahora alineado del lado de los llamados "dinosaurios", los más ortodoxos marxistas. Sin embargo, interrogado por SEMANA en su casa de México. dijo: "El hombre más grande de este siglo es Gorbachov. Lo que está haciendo es volver atrás, a las raíces, para corregir el rumbo del socialismo. Que no se hagan ilusiones de que este es el fin del socialismo. Es el término feliz de cincuenta años de estalinismo, pero jamás un regreso al capitalismo occidental". Y Castro, ¿por qué se mantiene cerrado al cambio? "Durante treinta años no han hecho más que señalarlo como un lacayo de la Unión Soviética, y ahora le reprochan que no lo sea. Si Fidel, que es un revolucionario perpetuo, no está en estos momentos al frente del ventarrón de novedades que sacuden al mundo, yo pienso que es porque las condiciones reales no se lo permiten. La Unión Soviética renunció de un modo unilateral y espontáneo a la carrera armamentista, a las zonas de influencia, a la política de bloques, al mesianismo patriarcal. Renunció a Yalta. Los Estados Unidos, hasta hoy, no han hecho más que aplaudir a los otros pero siguen en su política petrificada. Cuando ellos emprendan su propia perestroika, no sólo Cuba, sino toda la América tendrán las condiciones indispensables a su ámbito geográfico, político, económico y cultural, para jugar su papel en la renovación del mundo".

Aunque García Márquez les produce urticaria a los militantes de la derecha, sus ideas de izquierda no parecen las más ortodoxas. Seguramente, como en una caricatura reciente sobre Marx con su atado de ropa pasando el derribado muro de Berlín, Gabo también prepara maletas para entrar en la década del noventa con los frescos y renovados aires del cambio que se vive en Europa oriental · -