Especiales Semana

El soñador

Juan Luis Vieira ha convertido su filosofía de ‘peace and love’ en un proyecto de desarrollo sostenible en Quebrada Valencia y en el río Don Diego, en la Sierra Nevada de Santa Marta.

15 de enero de 2001

Hace 30 años Juan Luis Vieira llegó en plan de hippie a la Sierra Nevada de Santa Marta y hoy es un abanderado de la conservación de la vertiente norte del macizo montañoso.

Para ‘Ios’ (así lo conocen sus amigos) la carretera Troncal del Caribe es como su barrio y la recorre en un destartalado camión Ford F150 con estacas color verde. En ese territorio, que comprende los ríos San Salvador, Palomino, Don Diego, Burica, Guachaca y Mendihuaca, aprendió a llevar a la práctica la máxima de los ambientalistas: “Piense global, actúe local” y, con las uñas y una alta dosis de paciencia, ha comenzado a construir un proyecto concreto de desarrollo sostenible.

‘Ios’, un rumbero nato y músico aficionado, se demoró un buen rato en descubrir la Sierra. Nació en Medellín en una típica familia paisa de seis hermanos. Como él era lo que los padres tradicionales llaman ‘un niño problema’ decidieron mandarlo a Estados Unidos para que estudiara economía en el gélido estado de Vermont. Sin embargo la suerte estaba del lado de Ios y no de sus padres, pues llegó casi al mismo tiempo que los Beatles y muy pronto se matriculó de lleno en el rollo de los 60. Estuvo en Washington y en Houston, donde se graduó de economista e hizo su máster en peace and love.

Cuando regresó a Colombia, en 1971, no se dirigió precisamente a la torre Coltejer de Medellín a buscar empleo como economista sino que fue a parar a Suba y un año más tarde a Taganga, en aquel entonces un caserío junto al mar alejado de los circuitos turísticos.

Los pescadores de la zona le hablaron de las playas de la vertiente norte de la Sierra Nevada de Santa Marta, que en aquella época estaba incomunicada por tierra pues apenas estaba comenzando a construirse la carretera entre Santa Marta y Riohacha.

Como los conquistadores hace cinco siglos, llegó en lancha y descubrió Quebrada Valencia, un rincón perdido entre las desembocaduras de los ríos Guachaca y Buritaca, a unos 50 kilómetros al este de Santa Marta por la actual Troncal del Caribe.

Aquello era el paraíso: una enorme cascada de granito que emergía en medio del bosque. Y en aquel entonces paraíso era sinónimo de comuna hippie, donde Ios perfeccionó sus dotes de artesano, actividad que jamás ha abandonado. Pero ese edén muy pronto se transformó en infierno. La bonanza de la marihuana y la apertura de la Troncal del Caribe trajeron como consecuencia la destrucción de 150.000 hectáreas de bosques de la Sierra Nevada. A Ios le tocó ver cómo esas selvas milenarias caían abatidas por las motosierras.

Con los bosques se fue el agua y cuando pasó el espejismo del dinero fácil la zona entró en una etapa de deterioro e incertidumbre. Entonces Ios pensó en la manera de recuperar ese territorio y encontrar alternativas para muchos colonos que, asfixiados por las deudas que tenían con la Caja Agraria, parecían condenados a perder el esfuerzo de varios años de duro trabajo.

Comenzó a convencer a sus amigos para que compraran esas fincas que estaban a la venta y así, además de salvar a los colonos de una expropiación, crear una reserva natural en la cuenca. Así nació la Asociación Reserva Natural Cuencas de la Quebrada Valencia. Más adelante se le unieron algunos predios en la vertiente occidental del río Don Diego y se formó una nueva asociación llamada AWA, que desde 1998 forma parte de la Red de Reservas Naturales de la Sociedad Civil. La componen 57 propietarios de 25 fincas, aproximadamente, el 50 por ciento del área total de la cuenca de la quebrada Valencia, y 23 propietarios con seis predios de 70 hectáreas en la parte baja del río Don Diego.

El primer paso de la Asociación consistió en dejar que la naturaleza recuperara los bosques deteriorados. De ese modo, lomas y terrenos que eran verdaderos peladeros a comienzos de los 80 hoy presentan bosques secundarios con árboles de unos 20 metros de altura. Se incrementó el caudal de la quebrada y poco a poco han vuelto a ver ejemplares de la fauna nativa de la zona.

Una vez resuelto el tema de la conservación Ios comenzó a dar el siguiente paso: probar que la biodiversidad bien manejada puede ser muy rentable, para lo cual él y su grupo comenzaron a identificar, investigar y desarrollar formas de producción, almacenamiento, empaque y comercialización para ofrecerles a los habitantes de la región alternativas económicas diferentes a la siembra de coca.

En este momento Ios y su gente trabajan en diversos frentes, tales como la educación ambiental, el establecimiento de bosques de conservación y producción articulados a la plantación de huertas caseras; al cultivo y comercialización de plantas ornamentales, medicinales y frutales; la producción de pulpa, papel y sus derivados a partir de material de poscosecha de maíz, yuca, banano y coco; la elaboración de artesanías a partir del coco; la utilización de la guadua y la deshidratación de frutas y pescado, entre otros.

Este es apenas el primer paso de un proyecto que nació cuando Ios era un hippie soñador. A pesar de las inmensas dificultades, poco a poco este sueño comienza a transformarse en una realidad tangible.